El 22 de abril de cada año se dedica a la tierra con el objetivo de crear conciencia sobre los retos que afronta la especie humana en un planeta cada vez más convulsionado y cuyos recursos naturales están amenazados.
El Día de la Tierra se le debe al senador demócrata Gaylord Nelson, quien en 1969 propuso crear un movimiento a favor del ambiente, que finalmente propició cambios en Estados Unidos y posteriormente instituciones proambiente lo adoptaron.
El desarrollo de la conciencia ambiental, la creación de organismos nacionales e internacionales y la aprobación de acuerdos proambiente siguen teniendo una importancia mayúscula, pero terminan siendo insuficientes si las personas no asumen con seriedad las reglas básicas tendentes a la convivencia ecológicamente equilibrada con otros seres humanos, otras especies y el medioambiente.
Dicho de otra manera, cuando el ser humano alcance tal nivel de conciencia, no serán necesarias ni las instituciones ni las leyes ni los controles.
Este deseo o aspiración utópica en tiempos modernos no debe desaparecer del ideario, porque siempre deben buscarse las formas y los medios para elevar la existencia del ser humano, ser factores de cambio e incidir positivamente en las zonas de influencia, propias y ajenas, mediante acciones y la participación en programas y planes que procuren mejores condiciones individuales y colectivas.
Un ejemplo es el programa Bandera Azul, uno de los que han contribuido a facilitar el paso de lo conceptual a lo práctico, de respeto al medioambiente y una mejor apreciación de la trascendencia de contar con un ambiente ecológicamente equilibrado.
Fue ideado en Europa, en 1985, como un reconocimiento otorgado en Francia a aquellos que protegían el medio marino en los puertos deportivos. Se extendió por el Viejo Continente a playas, puertos, calidad del agua, entre otros.
En Costa Rica, lo adoptamos en 1996 y desde entonces evolucionó en forma, alcance, métricas y categorías hasta convertirse en un programa interinstitucional en el que participan institutos, ministerios, cámaras empresariales, empresas privadas, comunidades, familias e individuos.
Es un modelo para construir alianzas público-privadas a favor del ambiente, y por medio de las cuales se alcanza el bienestar consagrado en el artículo 50 de la Constitución Política, a saber, el derecho de todos de contar con un ambiente sano y ecológicamente equilibrado, y que procure el bienestar de la población mediante la organización y estímulo de la producción, y el adecuado reparto de la riqueza, inspirado en los convenios internacionales.
Las diferentes categorías del programa premian y reconocen el esfuerzo de personas y organizaciones en el cuidado de playas, comunidades, centros educativos, salud comunitaria y microcuencas hidrológicas. Otras categorías son neutralidad climática, hogares sostenibles, eventos especiales, espacios naturales protegidos y efectos contra el cambio climático.
En el 2021, Playa Linda, en Savegre de Quepos, asumió el compromiso de sumarse a este esfuerzo en la categoría de playas, y a partir de ese momento la comunidad se transformó material y significativamente, que no se ha limitado al cuidado de playa, ya que abarca a la comunidad más allá de los linderos del programa.
Un grupo de nuevos líderes enfrentan retos adicionales con programas mensuales que mejoran escuelas y colegios públicos realizando la limpieza de cementerios, iglesias, calles y aceras de Playa Linda, Matapalo y Hatillo Viejo.
Los miembros del programa cumplen con la misión a pesar de la carencia de recursos, pues se tiene clara la necesidad de alcanzar el bienestar humano superior de respeto y conservación del ambiente.
Por eso, las campañas son llevadas a cabo por voluntarios, ya sea con recursos o sin ellos, con la participación de entidades públicas o empresas privadas o no, porque ninguno de los participantes encuentran excusas para dejar de hacer lo que se entiende como necesario y urgente.
Más de 151 playas han recibido el galardón bandera azul ecológica, lo que implica un número similar de comunidades costeras organizadas, tanto en el Atlántico como en el Pacífico.
El Día de la Tierra debe seguir siendo el gentil recordatorio para hacer aquello que resulta naturalmente correcto: cuidar a nuestra Madre Tierra.
El Día de la Tierra debe ser, además, un amable recordatorio para los que habitamos el planeta, para que realicemos acciones concretas con actitudes menos egocéntricas, más ecocéntricas y transitar los efectos desde lo individual a lo colectivo, desde el individuo hacia lo comunal, y desde lo provincial hacia lo nacional.
El cambio debe partir del plano individual, porque, si no se vive el problema, lo medioambiental seguirá siendo muy ajeno, aun cuando el clima nos recuerda diariamente que es necesario tomar medidas urgentes.
La estrategia de tratar el problema medioambiental con una visión global podría resultar distante para muchos. Se debe ver el problema de forma más íntima para entender que la muerte de una tortuga en el mar se inicia cuando se tira una bolsa plástica en la ciudad.
Esa bolsa en el mar tiene la capacidad de emular el movimiento de la medusa, y por ello termina atascada en las púas de las tortugas y le causa la muerte.
El autor es coordinador general y voluntario del Comité de Bandera Azul Ecológica en Playa Linda.