Nuestra sociedad está muy polarizada, los ánimos están caldeados y tensos. No es la primera vez que esto sucede. Cuando se discutió el TLC con los Estados Unidos de América, el país estaba literalmente dividido en dos. Los debates eran intensos y a veces derivaban en fuertes ataques de uno y otro bando. Todos recordaremos también proyectos de ley que motivaron huelgas e importantes protestas y movimientos sociales.
Sin embargo, esta es sí es la primera vez en que ese enfrentamiento y división social son promovidos por el presidente de la República, quien sostiene un discurso confrontativo, cada vez más incendiario, cada vez más desatado, en el cual recurre al insulto y a la ofensa personal. La actitud del mandatario marca el tono de la discusión pública y pareciera que algunos creen que ahora todo es permitido. Hasta doña Laura Chinchilla se “rajó” recientemente en sus epítetos para Otto Guevara.
Esta situación es muy peligrosa y, Dios no lo quiera, puede llegar a romper nuestro tejido social y afectar definitivamente la paz de que por décadas hemos disfrutado. Cuando cualquier cosa es válida cuando el insulto es pan de todos los días; cuando la descalificación se impone como norma, es imposible entablar un diálogo constructivo. Y sin ese diálogo, no puede haber una verdadera democracia, pues esta se basa en el pluralismo y el respeto a los demás, sobre todo a quienes piensan distinto que nosotros. Las dictaduras y autocracias sí pueden prescindir del diálogo, pues unos pocos imponen su voluntad por la fuerza. Pero esa no es la vía ni la forma de ser costarricense. No lo ha sido nunca y espero nunca lo sea.
Leo con preocupación en redes sociales cómo quienes adversan al presidente se refieren a sus seguidores con calificativos ofensivos y despectivos. Así, caen en los mismos yerros y pecados del “chavismo” que tanto critican. Y es así también cómo nos vamos metiendo en una espiral destructiva, llena de cosas negativas y odio, que solamente nos puede llevar colectivamente al despeñadero.
Quizá es momento de hacer un alto en el camino y apelar a los mejores y más altos valores que hay dentro de cada uno de nosotros. Veamos con respeto al oponente y, en lugar de acribillarlo con insultos, intentemos comprender sus argumentos y razones. Busque a ese chavista que tiene cerca y converse con él. Seguramente encontrará a una persona desilusionada con el sistema, con los partidos políticos, con los políticos de antaño, con las injusticias de esta sociedad nuestra, cada vez menos equitativa.
Conviene acercarse a esa plática con un espíritu abierto y dispuesto al intercambio de puntos de vista. Probablemente, el ejercicio será difícil, pues la discusión pública está muy contaminada por la mentira, la manipulación, el engaño y el desprecio por la opinión ajena. Sin embargo, como decía John Stuart Mill, “solo por la colisión de opiniones adversas tiene alguna probabilidad de ser reconocida la verdad entera”.
Me atrevo a pronosticar que tendrán muchos puntos de encuentro, pues todos los costarricenses queremos combatir la corrupción; queremos una CCSS fuerte y robusta, erradicar las listas de espera, buenos hospitales; deseamos que en las escuelas públicas los estudiantes tengan computadoras y hablen inglés; que nuestros barrios y playas sean lugares seguros y no sitios de enfrentamientos entre narcos; y que los adultos mayores puedan disfrutar de pensiones dignas. La pregunta del millón, obviamente, es cómo alcanzar esas metas.
Yo no sé qué pensará mi amigo chavista, pero yo creo que es más probable que lleguemos al desarrollo unidos que divididos, trabajando conjuntamente en vez de estando enfrentados, aunando esfuerzos para encontrar soluciones a pesar de nuestros desacuerdos. Así es como de verdad se construye la patria.
rodolfo@brenesvargas.com
Rodolfo Brenes Vargas es abogado.
