Luego de los emotivos actos realizados el pasado 28 de agosto, encabezados por el primer presidente negro de los Estados Unidos de América, Barak Obama, con motivo del 50 aniversario del discurso del reverendo Martin Luther King, Jr., en el Monumento a Lincoln, en Washington D.C., quisiera compartir una reflexión sobre la situación de las personas con discapacidad en la Costa Rica del tercer milenio.
Quien no se conmueve ante esa pieza magistral de la oratoria de todos los tiempos –comparable en la historia norteamericana solo con el discurso de toma de posesión de John F. Kennedy o con el discurso tras la batalla de Gettisburg pronunciado por Abraham Lincoln– no tiene la fibra humana y social que distingue al régimen político democrático como un sistema humanista, al servicio de las personas, que procura el mayor bienestar para el mayor número, y que cree, profundamente, en las proclamas de la Revolución francesa: libertad, igualdad y fraternidad.
El sueño del reverendo King es el anhelo de todos los que soñamos con una sociedad con mayor solidaridad, empatía y justicia social. Una sociedad, inclusiva, integradora y solidaria, en la que la diversidad humana no sea un lastre, como sucede en los regímenes autoritarios, sino una de sus mayores riquezas.
Especial significado. Para quienes somos miembros de un grupo que, desgraciadamente, ha sufrido de discriminación y exclusión social, debido a los prejuicios, estereotipos e ignorancia de las mayorías, como es el caso de las personas con discapacidad, este discurso tiene un especial significado que emociona hasta la médula.
Las personas deben dejar de ser etiquetadas, clasificadas y estandarizadas por las condiciones que las definen como individuos, únicos e irrepetibles, para que la sociedad entienda que todos somos seres humanos y, en consecuencia, tenemos la misma dignidad, los mismos derechos e, incluso, los mismos deberes.
El eco de las palabras de Martin Luther King en el Monumento a Lincoln hace medio siglo resuenan con fuerza en la Costa Rica del siglo XXI, pues aquí persisten actitudes que impiden la integración social de las personas por motivos de su etnia, origen nacional, género, orientación sexual, condición de persona con discapacidad, religión, ideología, grupo etario, visión de mundo, su forma física, su posición socioeconómicay un larguísimo etcétera. Mientras continúen esas actitudes, no tendremos una verdadera democracia para toda la ciudadanía.
Iguales oportunidades. Yo también tengo un sueño, como el doctor King, respecto a que en la Costa Rica del siglo XXI se me valore por mis capacidades, no por mi discapacidad, y tenga iguales oportunidades y derechos que los demás, y que se derriben, de una vez para siempre, no solo las barreras físicas que impiden mi incorporación a la sociedad como un ciudadano de pleno derecho, sino los mitos, estereotipos y prejuicios que mucha gente mantiene cuando ve un bastón blanco, una silla de ruedas o cualquier evidencia de que uno no encaja en el triste "prototipo" de "normalidad" establecido por convencionalismos sociales, ya superados.
La Ley 7600, de Igualdad de Derechos y Oportunidades para las Personas con Discapacidad, fue un avance importante; sin embargo, ya ha quedado superado. Ante la discriminación, solo queda aplicar medidas que conduzcan a promulgar una legislación de segunda generación, que impulse, durante un lapso estipulado de tiempo para garantizar el cambio social, lo que se ha dado en llamar “discriminación positiva” o “acción afirmativa”.
Sin empleo digno. Actualmente, el 80% o 90% de las personas con discapacidad no tienen acceso a un empleo digno y sobreviven de la economía informal o de la caridad. Esto es, a todas luces, inhumano y antidemocrático. Por ende, el Estado debe obligar a que el sector público y privado cree plazas laborales para ese 10% de la población que presenta alguna discapacidad. Cualquier otro paliativo sería totalmente inaceptable.
Asimismo, ya está bien de que los intereses de las personas con discapacidad sean representados por gente que, además de usufructuar el tema, no sabe qué es en realidad lo que es enfrentar los obstáculos que la sociedad le impone a esta población. Necesitamos el empoderamiento político de las personas con discapacidad, para que, verdaderamente, haya profesionales capacitados y conscientes que puedan formular nuevas políticas y leyes que hagan la diferencia.
No hablo, por supuesto, de propuestas autoexcluyentes, como la del Partido Accesibilidad Sin Exclusiones (PASE), del señor Óscar López, que poco ha hecho por las personas con discapacidad, con excepción de crear la negativa infundada percepción de que somos individuos acomplejados, inconformes e intransigentes.
Integración. Hago un respetuoso pero vehemente llamado para que los partidos políticos serios, especialmente aquellos con más posibilidades de asumir la responsabilidad de gobernar, hagan un compromiso de integrar, en primera instancia, a las personas con discapacidad a sus plataformas políticas, y para que, ante todo, logren el consenso necesario para avanzar en la solución de los problemas que afectan los derechos humanos de la población con discapacidad.
Solamente así, el sueño del doctor Martin Luther King podrá cumplirse para muchas personas que, actualmente, pasan inadvertidas y son olvidadas por la sociedad.