Una fragilidad de la economía costarricense poco discutida es su alto grado de dolarización financiera. En Costa Rica, es común encontrar establecimientos comerciales donde se aceptan pagos en dólares, y muchos agentes económicos optan por mantener sus ahorros en esta moneda. Pero ¿por qué ocurre? ¿Hay consecuencias? En este artículo voy a responder estas preguntas.
Según datos del Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR), en el 2019, un 39,9 % de todos los depósitos en el sistema financiero costarricense estaban en moneda extranjera. Además, el promedio de depósitos en moneda extranjera entre el 2000 y el 2019 fue del 45 %, una prueba de la persistencia de nuestra dolarización financiera.
La literatura económica enumera variables relevantes para determinar el nivel de dolarización en una economía. La tasa de inflación es uno de los determinantes más importantes en esta medición.
Afortunadamente, gracias a la independencia del Banco Central (BCCR) y su mandato legal, la inflación se ha mantenido en un dígito desde la adopción de las metas; sin embargo, no siempre fue así.
A finales de los noventa y principios de este siglo, las tasas de inflación interanuales a menudo superaron el 10 %. Dado que la dolarización financiera no es nueva, es probable que en ese momento la inflación haya tenido un efecto en la demanda de depósitos en dólares en nuestro país.
La segunda variable relevante es el tipo de cambio y su volatilidad. Una moneda inestable induce a los agentes económicos a dolarizar sus ahorros para protegerse de la incertidumbre y preservar su riqueza. Si bien el colón no ha sido una moneda tan inestable como otras en la región, ha habido momentos en los que la volatilidad y la depreciación del colón ha afectado la demanda de dólares en el mercado cambiario.
Estas variaciones probablemente acrecentaron la dolarización de los depósitos. Algunos autores argumentan que el impacto que tuvo la crisis de los años ochenta en la memoria colectiva de los costarricenses hace que los agentes económicos de nuestro país sean más opuestos al riesgo y dolaricen sus depósitos para evitar la pérdida de valor de sus ahorros cuando ocurren crisis cambiarias o de deuda.
Los datos respaldan esta afirmación. Después de 1982, los depósitos en moneda extranjera han estado por encima del 19 %. Si bien en una economía un nivel bajo de dolarización es aceptable como una de las diversas formas de diversificación, los depósitos en moneda extranjera no han tenido un decrecimiento significativo desde 1982.
Esto sugiere que desde los años ochenta la preferencia por los dólares se ha mantenido. Entonces, ¿cuáles son las consecuencias de tener un elevado nivel de dolarización financiera en la economía?
Primeramente, una de las implicaciones más preocupantes es que la política monetaria es menos eficaz. Ocurre porque la demanda de dinero (en este caso, de colones) es menor, producto de la preferencia por los dólares.
Por tanto, la efectividad de la política monetaria disminuye porque los agentes económicos simplemente no desean colones. Esto implica que el BCCR tiene que incurrir en cambios más vigorosos en su tasa de política monetaria para obtener un determinado resultado.
Adicionalmente, el alto nivel de dolarización financiera conlleva que la economía nacional sea mucho más vulnerable a los cambios macroeconómicos y monetarios de la economía estadounidense.
Las economías con elevados grados de dolarización financiera tienden a una mayor volatilidad en el crecimiento del producto interno bruto, tasas de inflación superiores y más probabilidades de sufrir una fuga abrupta de capitales.
La economía costarricense es la quinta economía con mayor nivel de dolarización en América Latina. Está claro que las consecuencias económicas de la dolarización financiera no son deseables.
Hay quienes argumentarían que el menor costo del endeudamiento en dólares es positivo para el crecimiento económico del país. Sin embargo, la literatura señala que esto únicamente sucede en economías con constantes altas tasas de inflación.
Afortunadamente, este no es el caso de Costa Rica. Por tanto, uno de los objetivos de la política económica debería ser la desdolarización. Ya hay ejemplos en la región que se pueden emular, tales como Bolivia, país que logró reducir su dolarización financiera del 86,1 % en el 2005 al 16,8 % en el 2015, según datos del FLAR.
Existen medidas macroeconómicas y bancarias que pueden ayudar a reducir el apetito por los dólares. Optar por políticas de desdolarización para reducir nuestra vulnerabilidad macroeconómica es necesario y urgente.
El autor es economista y actualmente cursa una maestría en la Universidade Nova de Lisboa, en Portugal.