Para la interrogante de dónde deben vivir las personas adultas mayores, se tiene una respuesta muy clara y concreta: en su hogar, en su propio domicilio o en su comunidad. Esta es una pregunta que se hace el mundo entero buscando opciones diversas para solucionar la creciente problemática demográfica, que es de gran preocupación en todas las sociedades.
La persona adulta mayor debe, idealmente, permanecer en su propio domicilio, donde ha vivido durante toda su vida. No hay mejor lugar que su habitación particular, donde todo le es familiar: está llena de recuerdos sentimentales y personales, los cuales constituyen su gran todo. Ya sea que tenga medios económicos suficientes o los tenga limitados, la percepción es igual, porque el que tiene mucho o poco se identifica totalmente con su entorno, con ese sello personal y único.
Por ello es que los médicos geriatras y gerontólogos siempre recomendamos como ambiente idóneo el lugar donde habitan, y ojalá sea de su propiedad, para que tenga sentido de pertenencia, tan necesaria para elevar la calidad la vida de la persona adulta mayor. Cuando se tenga ese domicilio propio, idealmente debe ser en planta baja, sin barreras arquitectónicas: desniveles, gradas innecesarias, superficies resbalosas o con huecos, o dimensiones inadecuadas, por ejemplo, baños o un dormitorio con limitaciones importantes de acceso que les hagan perder movilidad e independencia. Si es un edificio vertical, debe tener ascensor y cumplir con todos los requerimientos que indica la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, Ley No. 8661, vigente en nuestro país, para facilitar su movilidad cotidiana.
Alternativas. Muchas veces los familiares piensan que, para mayor comodidad, las personas mayores deberían estar en instituciones de larga estancia, donde los atienden 24 horas al día, sin aparente responsabilidad para los familiares, porque todas sus necesidades básicas son atendidas por estos establecimientos.
Esa sin duda es la alternativa más simplista, pero es una decisión difícil. En primera instancia, se debe tomar en cuenta el parecer de las personas mayores, valorando su estado emocional, así como la presencia de enfermedades crónicas, grado de dependencia física y/o cognitiva y falta de familiares y/o cuidadores que puedan atender a estas personas en su domicilio.
Existen alternativas a estos casos, como liberar la tensión familiar a través del uso de la Red Comunitaria de Atención Integral, teniendo en primera instancia los centros diurnos, donde pueden asistir de lunes a viernes, en horas de día, pero permanecen en su propio domicilio el resto del tiempo; los clubes para adultos mayores, los cuales realizan actividades recreativas una, dos o tres veces por semana; y programas pastorales con actividades para las personas adultas mayores de la Iglesia católica y otras iglesias. Existen también dentro de las universidades públicas en todo el país programas muy novedosos y dinámicos diseñados para este grupo poblacional. Todas estas modalidades son liberadoras de tensión familiar y ayudan muchísimo para continuar con la asistencia integral cotidiana en el hogar.
En casos extremos, donde no hay soporte familiar, existe la modalidad de la familia solidaria, que acepta hacerse cargo del cuido total de estas personas mediante una supervisión rigurosa y ayuda económica por parte de la Red Integral de Cuido para la Persona Adulta Mayor, y por último los Hogares para Ancianos Comunitarios para el cuido institucional de larga estancia.
Complementariamente a todas estas posibilidades, se encuentran la Atención Geriátrica Comunitaria, la hospitalización en el domicilio y los cuidados paliativos comunitarios, opciones que paulatinamente se van desarrollando en nuestro país y que se convierten en un enorme apoyo a las personas adultas mayores y sus cuidadores desde el ámbito de la atención en salud.
No hay ninguna duda de que estas opciones deben ir desarrollándose progresivamente porque las necesidades así lo ameritan. Debemos de hacer un esfuerzo grande para apoyarlos y no desvincularlos de sus familias, y debemos prepararnos como miembros de una sociedad ante los inminentes cambios que produce el envejecimiento.
Finalmente, hay familias que les brindan a las personas adultas mayores una atención esmerada en sus propios hogares con muchísimo esfuerzo y sacrificio, y sin duda hay que hacerles un especial reconocimiento por la entrega y mística, lo que contribuye a elevar la calidad de vida a sus seres queridos.
Fernando Morales Martínez, director general del Hospital Nacional de Geriatría y Gerontología.