Los discursos políticos y sociales pueden marcar hitos en la historia, al movilizar sociedades y definir el rumbo de las naciones. Las palabras están cargadas de acción. Con palabras no solo se designan cosas, también se hacen cosas: deténgase, cállese, levántese, fuego. Las palabras sirven para perfeccionar o degradar al hombre, para construir o destruir la sociedad. A partir de estas premisas, quisiera comparar los discursos “Yo tengo un sueño” de Martin Luther King Jr., pronunciado el 28 de agosto de 1963, y “La edad de oro de Estados Unidos comienza ahora”, de Donald Trump, el 20 de enero de 2025.
Si bien ambas alocuciones se producen en contextos históricos muy diferentes y por razones distintas, la comparación resulta válida debido a que Trump dijo que sería un honor para él luchar para convertir el sueño de King en realidad. Sin embargo, al analizarlas, se revela un océano de diferencias no solo en el estilo, sino también en los valores que los inspiran.
Los discursos tienen lugar en Washington D.C.: el de King, al aire libre, frente al Lincoln Memorial, ante 250.000 personas, y la de Trump, en un ambiente cerrado, en la rotonda del Capitolio, ante una audiencia de dignatarios y seguidores. Los dos son muy importantes: el primero, en el marco de la lucha por los derechos civiles; el segundo, por establecer el inicio de un mandato presidencial.

King aboga por la igualdad racial y la no violencia. Sus palabras reflejan la confianza en la justicia social y su habilidad para movilizar multitudes, de forma pacífica, mediante un lenguaje evocador y cargado de referencias históricas y religiosas: “Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales.” En contraste, Trump, pronuncia un discurso de fuerte contenido nacionalista con el que busca reafirmar el crecimiento económico, la seguridad interna, la soberanía nacional y la grandeza de Estados Unidos bajo su lema: “Make America Great Again” (MAGA).
King se dirige a la sociedad estadounidense, en un momento de transformaciones históricas, con el objetivo de sensibilizar a la opinión pública y generar apoyo para la legislación de derechos civiles. Sueño que un día en este país en el que se divide a las razas y “…se anulan los derechos de los negros, se convierta en un sitio donde los niños blancos y los niños negros puedan unir sus manos y caminar juntos como hermanos y hermanas".
En cambio, Trump habla a sus seguidores, al Congreso y a la nación en general, pero con el fin de fortalecer su base política y enviar un mensaje de firmeza a la oposición y a la comunidad internacional. “La era de oro en Estados Unidos comienza justo ahora. A partir de este día, nuestro país va a florecer. Va a volver a ser respetado en todo el mundo. Seremos la envidia de todas las naciones... Voy a poner a Estados Unidos en primer lugar... Pronto Estados Unidos será más grande, más fuerte y mucho más excepcional que nunca.”
Mientras King aboga por la injusticia racial y la necesidad de igualdad, apelando a los valores fundamentales de la Constitución y las promesas de la democracia. “Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad. Ahora es el momento de subir desde el oscuro y desolado valle de la segregación al soleado sendero de la justicia racial”, Trump se considera un enviado de Dios para cumplir su misión: “Hace unos meses, en un campo de Pensilvania, una bala voló por mi oreja y lo sentí. Y ahora creo que Dios preservó mi vida por una razón: para hacer de Estados Unidos un país grande de nuevo.”
Mientras King promueve la unidad y la justicia, remarcando que ha llegado el momento de actuar “…desde las arenas movedizas de la injusticia racial a la sólida roca de la fraternidad”, Trump busca consolidar el poder y proyectar una imagen de fortaleza y decisión unilateral: “Estados Unidos reclamará su lugar como el país más poderoso y respetado de la Tierra, que despierta la admiración de todo el mundo. Desde ahora, el nombre del golfo de México será golfo de América... Y también vamos a recuperar el canal de Panamá”.
El discurso de King es un símbolo de la lucha por la justicia y la igualdad: “Sueño que un día, incluso el estado de Misisipí, un estado que se sofoca con el calor de la injusticia y de la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia.” El discurso de Trump marca la ruta de su segundo mandato, reafirmando sus posturas sobre migración, economía y política internacional: “Vamos a restaurar la política de ‘Quédate en México’. Voy a acabar con la práctica de atrapar y soltar. Voy a enviar soldados y tropas a la frontera sur para repeler la vergonzosa invasión de nuestro país”. “Build the Wall”.
King utiliza un estilo poético y evocador, con metáforas, referencias bíblicas y la Declaración de Independencia, enfatizando en la esperanza y en la unidad. Su tono es inspirador y conciliador: “Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur. Con esta fe, podremos esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra de esperanza”. Por el contrario, Trump emplea un estilo directo y pragmático, con un tono firme y desafiante: “Seremos la envidia de todas las naciones y no vamos a permitir que se aprovechen de nosotros”. Vamos a llegar a las estrellas lanzando a los astronautas de nuestro país para que la bandera de las barras y las estrellas ondee sobre Marte.
En suma, existen enormes diferencias en contenido, estilo y objetivos entre dichas alocuciones. Ambos demuestran el poder de la palabra. Mientras Martin Luther King Jr. pronuncia un discurso de lucha por la igualdad y la justicia, el de Trump enfatiza en la grandeza y la superioridad de Estados Unidos sobre el resto de las naciones. El primero habla de sueños compartidos, de igualdad, justicia social y libertad para todos; el segundo, de cierre de fronteras, orgullo nacionalista, de poder y de una edad de oro por venir. El discurso de King tuvo un impacto inmediato y duradero en la historia de Estados Unidos al contribuir a la aprobación de la Ley de Derechos Civiles de 1964. El de Trump, está por verse.
Alex Solís Fallas es abogado constitucionalista y fue contralor general de la República.
