Este primer año de pospandemia fue muy difícil para la reactivación económica de las pymes en todas las áreas, desde la financiera y administrativa hasta la operativa y de mercadeo.
Los dos años anteriores sufrimos cierres, cambios en la conducta del consumidor, restricciones y encarecimiento de los precios de los fletes, que a su vez ocasionaron alzas en los costos de materias primas y combustibles y el desaceleramiento de la economía. Fue muy duro para todos, pero principalmente para las clases baja y media.
La situación incidió en que las pymes estén atravesando un segundo valle de la muerte y, consecuentemente, bajas considerables en ventas, mermas en el flujo de caja y retrasos en los pagos de obligaciones patronales y contributivas, cuyos efectos son la inaccesibilidad a créditos blandos, que debilita nuestro capital de trabajo y corremos el peligro de desaparecer.
Los bancos siguen cobrando intereses sobre los “préstamos de ayuda por la pandemia”, lo que condujo a muchos de nosotros a hacer arreglos de pago. Debido al sobreendeudamiento, se corre el riesgo de perderlo todo por acciones de los bancos.
Es verdad que ha habido oportunidades para acceder a fondos no reembolsables por medio de concursos, pero los requisitos excesivos son imposibles de cumplir para el 80% de las pymes, que se encuentran muy endeudadas.
El único camino que nos queda es la innovación para competir adecuadamente y sobrevivir. Debemos buscar oportunidades a través de la diferenciación o creación de productos y servicios centrados en otros nichos de mercado a los que usualmente no nos hemos acostumbrado.
Tendemos a pensar que la innovación requiere mentes privilegiadas que inventen artículos sofisticados, servicios disruptivos y tecnología futuristas, que parecen tomadas de una película que muestra el año 3000 y que es preciso efectuar inversiones millonarias.
Sin embargo, por mi experiencia como líder de una pyme, yo puedo afirmar que lo primero que hace falta para innovar es la incorporación de ideas, procedimientos, servicios o simples modificaciones a los existentes, que mejoren nuestra competitividad, aumenten ingresos y el capital de inversión.
La raíz de la innovación con escasos recursos económicos es tomarnos el tiempo para pensar cómo mejoramos lo que ya tenemos, manteniendo el precio igual, cómo hacer un esfuerzo extraordinario para desarrollarnos y cómo encontrar los recursos para ejecutar nuestros planes.
La innovación empieza por reformular cada negocio con diferentes estrategias, pero una gran barrera es el limitado capital de inversión con el que contamos. Por eso, sostengo que aun con buenas ideas y mejoras en nuestros productos y servicios, la innovación también tiene que ser externa, es decir, gestar un ecosistema donde participen las entidades de gobierno vinculadas al sector empresarial, comercial y productivo, pero principalmente la banca estatal y para el desarrollo.
Aunado a lo anterior, hay que diferenciar a las pymes nacionales con sello de origen (producto hecho en Costa Rica), como opera desde hace más de 20 años en Chile, porque no es posible dar el mismo valor a los productos importados si queremos contribuir al progreso del país y al efecto económico multiplicador.
El Estado innovador no tiene necesariamente que crear sobre la nada; necesita voluntad de ayudar, apoyar y reconstruir, como el gobierno de Colombia, que este año echó a andar el programa Un Día sin IVA, con resultados extraordinarios para reactivar su economía, ya que en 24 horas movilizó el monto facturado por los comercios equivalente a un mes de trabajo.
En estos tiempos de incertidumbre, ser dueños de una pyme es de valientes, porque se necesita abrir cada día nuestro negocio con la esperanza que nos impulsa a creer que podemos vender en tiempo de crisis y la fe de llegar a fin de mes con el dinero suficiente para pagar la planilla y todo lo pendiente.
Los propietarios de pymes debemos ser creativos, innovadores y aguerridos, e incorporar acciones que originen resultados positivos este y los próximos años, pero necesitamos unir mayores esfuerzos con las entidades gubernamentales para fortalecernos, aprender, crecer y continuar trabajando por nuestras familias y por oportunidades para los empoderados que sueñan con tener y dirigir una empresa.
La autora es empresaria y vicepresidenta de la Asociación Latinoamericana de Fabricantes de Velas (Alafave).