A raíz de una observación que sobre el tema educativo hice en mi artículo “Socialdemocracia y desigualdad” ( La Nación, 21/7/17), algunos lectores me enviaron, por correo electrónico, interesantes preguntas que motivaron esta reflexión. Me limitaré a lo que especialistas estiman son algunos parámetros esenciales de un modelo educativo eficiente para el siglo XXI.
El primer parámetro con el que inicio lo ha desarrollado Howard Gardner, un experto en educación de la Universidad de Harvard. Para Gardner, la educación del futuro debe priorizar en educar las inteligencias, pues sostiene una teoría muy generalizada, acerca de la existencia de inteligencias múltiples.
Fundamenta su tesis desde la centenaria tradición de desarrollo de las evaluaciones psicológicas. Su conclusión es que la ciencia profundizará cada día más en las estructuras neuronales implicadas en la ejecución de las diferentes actividades intelectuales, demostrando hasta qué extremo las capacidades pueden ser independientes unas de otras, y escudriñando hasta qué punto, sujetos que destacan en determinada actividad, lo hacen porque tienen procesos neuronales distintos.
Un creyente traduciría esta tesis científica con la idea del “llamado”, o, en otras palabras, que existen distintos llamados y propósitos de vida para cada persona. Incluso tal concepto de inteligencias múltiples condiciona los métodos educativos, pues algunos aprenden mejor visualizando y palpando, otros escuchando, algunos memorizan con facilidad datos, mientras otros lo hacen con colores o sensaciones.
Hay quienes aprenden mejor en solitario y otros en grupo. Así las cosas, ante la pluralización de inteligencias, el primer parámetro es que deben existir tanto métodos educativos como educación enfocada en las distintas inteligencias o “llamados”.
Aprender a aprender. Un segundo parámetro nos advierte que, además de aprender, hoy es de fundamental importancia “aprender a aprender”.
Cecilia Bixio, experta en pedagogía de la Universidad de Rosario, nos señala que no basta que por medio de la evaluación el docente se asegure de que el alumno adquirió la información impartida, pues el diseño didáctico también debe apuntar al constante desarrollo de estrategias de aprendizaje.
De tal forma que el alumno también adquiera las destrezas sobre cómo “aprehender” conocimientos.
Un tercer parámetro nos refiere a la educación centrada en la creatividad. Aquí el educador cataliza, facilita, es orientador sutil y agente de enseñanza, pero no causa definitiva. Va más allá de los procesos lineales del hemisferio izquierdo de nuestros cerebros, e incluso se legitima la intuición que, tal como la define el diccionario, es la percepción rápida de la verdad sin que medie razonamiento consciente. Se promueve la creatividad reconociéndola como un conocimiento que del interior brota.
Es esa forma inmediata de conocer a través del sentir interno donde el hemisferio izquierdo del cerebro no interviene. De ahí que el científico del aprendizaje Jerome Bruner sostenga que todo niño, enfrentado a una materia nueva, echa mano de la intuición so pena de quedar paralizado.
De igual forma actúan los científicos cuando apelan a la intuición al quedar neutralizados operando en las fronteras de su especialidad.
Combinación. Por ello es indispensable que, en el currículo educativo, se fomente la combinación e integración de asignaturas científicas con talleres creativos que estimulen los métodos propios del hemisferio derecho del cerebro (arte, estimulación sensorial, etc.).
Aquí es ineludible la integración teoría-práctica, como lo es, por ejemplo, aprender matemática elaborando una cúpula, o historia mediante una dramatización teatral.
Algunos especialistas van más allá, y sostienen la necesidad de impedir la teoría sin práctica. Es fomentar con agresividad la creatividad hasta generar una masa crítica de creadores y emprendedores, tal como sucedió en el Renacimiento.
Aún más, no hay forma de producir riqueza si no es cultivando la existencia de emprendedores, que son quienes generan empleo y pagan impuestos.
Un cuarto parámetro alude a la educación excepcional para el alumno en desventaja social. Paulo Freire se refiere a ella como la “educación para el oprimido”.
Este tipo de educación comprende la educación extramuros, que incluye proyectos de valoración sociológica del hogar, asistencia socioeconómica, abordaje de los factores de riesgo de delincuencia juvenil y la integración al proceso educativo, tanto de los padres o guardadores del estudiante, como de la comunidad y sus autoridades locales.
Un quinto parámetro apunta hacia lo que autores como Alfredo Gadino denominan “gestión del conocimiento”. Dicho concepto implica, entre otras, las estrategias generales de pensamiento potenciadoras de la imaginación, la atención y la memoria; asimismo los métodos para potenciar los dominios específicos del conocimiento, como las ciencias naturales, la matemática o las ciencias sociales, y las estrategias que implican espacio de intersección de pensamiento y acción, como lo es la exploración de soluciones alternativas a los problemas y las estrategias de toma de decisiones en distintas coyunturas.
Otra vertiente de este mismo paradigma se refiere a lo que Evangelina Simón, experta en comunicación y lenguaje, refiere como los métodos para el desarrollo de hábitos de interpretación. Hace una clara distinción entre lo que es comprensión y lo que es interpretación, criticando el énfasis único en la “comprensión”, propio del viejo paradigma educativo.
La importancia de esta diferencia se refleja en aspectos como la lectura crítica en Internet, tema ampliamente desarrollado por la experta en educación Beatriz Fainholc.
Sin capacidad de interpretación crítica, no hay forma de discernir lo que amerita ser aprendido dentro del enorme acervo digital del ciberespacio. O sea, discernir entre a) el conocimiento que posee valor educativo y cultural, b) la información inocua y c) información falsa, incorrecta o dañina.
Valores. Finalizo con el parámetro más importante de todos, defenestrado por la actual incultura materialista de consumo: el fomento de los valores en el sistema educativo. Nuestra educación se ha rendido a los malolientes pies de una sociedad utilitaria, enfocada en la autocomplacencia egoísta y centrada en los placeres.
Ideales como el honor, la templanza, la urbanidad, la pureza, o la fe en lo espiritualmente trascendente, hoy son malas palabras para ciertas voces estridentes y agresoras. Incluso se pretende expulsar del debate público a quienes defienden tales valores.
Ahora el cultivo de la virtud es demérito y lo vulgar mérito. La cuestión de fondo es: en medio de la incertidumbre actual, ¿adónde le enseñaremos a nuestra juventud a anclarse?
El autor es abogado constitucionalista.