Como si fuera un zombie que se niega a morir, la exploración y explotación de hidrocarburos vuelve a surgir. Las traen a la mesa, de nuevo, los mismos agentes que desean colocar los combustibles fósiles como la solución mágica al desempleo y la recaudación fiscal, cosa que de plano es tan fantástica como la existencia del tesoro de William Thompson en la isla del Coco.
En la era de expansión de las energías limpias, en un mundo tan diferente al de hace más de 30 años (cuando comenzó a discutirse la exploración de gas y petróleo en Costa Rica), se vende la idea de apostar por el gas natural como un combustible de transición.
En un país con una matriz eléctrica basada en energía hidroeléctrica, estos agentes no han respondido de forma específica cuál necesidad suple el gas natural. Tampoco hay evidencia de que exista una oportunidad de mercado para absorber una potencial exportación de gas natural costarricense.
Imaginemos el escenario donde Costa Rica concesiona la explotación de gas natural. Como país, deberemos asegurar a la empresa un ingreso económico o un volumen de extracción mínimo. Es ahí donde se revela el peligro de caer en realidades como la que atraviesa Perú, una nación que a principios de la primera década del siglo XXI contaba con una matriz energética principalmente basada en generación hidroeléctrica.
Al concesionar la extracción de gas, los peruanos se han visto en la obligación de garantizar la adquisición del gas a la concesionaria, ya que los costos de extracción y producción de la empresa no le permitían competir con los precios del mercado.
En consecuencia, Perú posee hoy una matriz energética basada un 40 % en gas natural, aproximadamente.
Otro caso de exploración fallida es el de Guyana, donde problemas relacionados con la concesión del bloque Stabroek parecen indicar que habrá pérdidas multimillonarias.
Exxonmobil, la empresa concesionaria, se encuentra en una lucha legal por los requerimientos de la póliza de seguro que podría dejar al gobierno guyanés como responsable por los daños ambientales. No hay escenarios que reflejen una situación en la cual Guyana vaya a salir ganadora de este proceso de explotación de hidrocarburos.
En el fondo, los informes de la Unión Costarricense de Cámaras y Asociaciones del Sector Empresarial Privado (Uccaep) que impulsan el gas natural tienen una base especulativa, ven posibilidades fundamentados en una exploración geológica que encontró en nuestro país condiciones parecidas a las halladas en otras latitudes que poseen gas, y con esa base tan incierta se aventuran a calcular precios del gas y ganancias.
Pero ¿podemos extraer gas a un precio competitivo, en un mercado donde países como Estados Unidos, Venezuela y Trinidad y Tobago cuentan con industrias establecidas, que han superado la etapa de ser subsidiadas?
Aunque la respuesta fuera “tal vez”, la siguiente pregunta es cuál es el costo de seguir esta ruta. Ajustado por los riesgos ambientales y costos institucionales para fijar la regulación, no hay argumento económico que confirme la exploración de gas natural como estrategia clara para convertirnos en un país desarrollado.
Costa Rica supo aprovechar el auge de la producción de semiconductores y supo aprovechar la manufactura de dispositivos biomédicos. La cantidad de dinero e inversión en la descarbonización de la economía global y especialmente la de Estados Unidos va a crear otra gran oportunidad.
Se están desarrollando muchas nuevas tecnologías y Costa Rica debe subirse en ese tren. Nuestro país tiene las condiciones para ser líder en el desarrollo de químicos sintéticos, producir gasolina o amoníaco a partir de energías renovables, desarrollar software para el control y análisis de sistemas con alta volatilidad y tecnologías para fortalecer las redes eléctricas contra eventos climáticos extremos.
Si vamos a aferrarnos a que Costa Rica es excepcional, seamos excepcionales promoviendo industrias que sean consecuentes con la imagen que hemos logrado posicionar en el mundo y que hoy rinde réditos al país.
El autor es experto e investigador en energías renovables.