La investigación requiere de tiempo, de un espacio adecuado y de ser incentivada desde edades muy tempranas. El primero que debe amar la investigación es el docente y eso conlleva analizar todo lo que le rodea: desde sus alumnos, contexto educativo, realidad nacional y apoyos. El primer fallo en un maestro es no amar la lectura, quien no lee, no absorbe nuevas formas de interpretación del conocimiento.
Fiarse solamente de lo que ofrece Internet, las noticias o ciertas personas puede crear una opinión errada que luego va a trasladar a sus estudiantes. Está en crecimiento la cantidad de profesores que extraen sus materiales o prácticas de enfoques que merecen una actualización urgente y desconocen de cientos de cambios, por no investigar más allá que lo que ofrecen los proveedores de libros escolares.
Un profesional que investiga sabe sacar provecho de todos los materiales disponibles y sabe como atender la mayoría de situaciones que acontecen en el aula. Un docente que analiza puede detectar rápidamente casos de agresión, de abuso o de consumo de drogas en los estudiantes, también detectar las causas en la baja de rendimiento académico.
Desactualización. Los procesos de selección para ingresar a nuestro sistema educativo siguen siendo anticuados, lentos y poco fiables. No existe una certificación adecuada para dejar en las aulas a los mejores. Quienes lleguen primero o tengan los contactos necesarios tendrán un puesto, sumados al papel casi transparente de los sindicatos, salvo que toquen algún aspecto económico de este y no del gremio.
Por eso hemos visto reducirse el número de verdaderos docentes y expertos en el arte de transmitir conocimientos, hundidos en un mar de burocracia y papelería innecesaria.
Por experiencia propia, he visto como otros tratan de aplacar o silenciar a esos alumnos que gustan de cuestionarlo todo o investigar más allá del aula, lo que genera frustración o que los encasillen como “raros”, y que al contrario son maravillosos, porque profundizan todo aquello que llega a sus cerebros.
Sumado a esto, están aquellos profesores sin compromiso o iniciativas para motivar a sus colegas y alumnos a crear actividades de investigación en el aula, a utilizar métodos correctos de referencia o sacarle el máximo provecho a Internet.
Un proyecto como una feria científica por ejemplo, no debe verse como un requisito que coloca el Ministerio de Educación, sino como una fiesta, un espacio ideal para cultivar en los estudiantes el deseo por crear conocimiento, por mostrar a los demás los resultados del tiempo invertido en algo que les apasiona.
Desgraciadamente son muchos quienes desisten de participar y solo realizan lo estrictamente necesario y menos aún si el apoyo en el hogar es nulo. Depende mucho de los departamentos de ciencias y de personas realmente comprometidas, que esto ocurra de la manera más agradable y que deseen llevarlo más allá.
Investigación necesaria. A partir de la investigación se han generado los mejores avances de la humanidad, una mejor calidad vida, ha permitido desarrollar todos los recursos tecnológicos del momento, ha dado toda la información que posee el ser humano para comprender aquello que le rodea.
No estamos hablando que solo un ingeniero o un astrofísico investigan, un niño desde lo más pequeño necesita saber qué sucede a su alrededor, y siempre necesitamos saber el porqué de todo.
Incentivar la investigación es clave, pero el primer pilar es el propio docente, puesto que somos ejemplo y los pioneros construyendo conocimiento y cada día en el aula es clave.
Las nuevas generaciones requieren profesionales que sepan transformar el ímpetu de querer cambiar el mundo, y eso comienza en un aula.
La autora es analista.