Imaginemos la siguiente obra de tres actos. En el primero, es el 10 de octubre del 2023 y Jaroslaw Kaczynski, el pequeño Gran Hombre del partido populista oficialista, Ley y Justicia (PiS, por su sigla en polaco), que pronto será derrocado, hace lo de siempre el décimo día de cada mes: deja flores en el monumento que conmemora el fallecimiento de su hermano gemelo, Lech Kaczynski, y de otras 95 personas cuando su avión intentó aterrizar en medio de una espesa niebla en el aeropuerto de Smolensk, Rusia, en abril del 2010.
Mientras tanto, Zbigniew Komosa, emprendedor polaco con un ritual similar el décimo día de cada mes, coloca una corona que conmemora a las víctimas del accidente, pero en su ofrenda hay una nota que dice “En memoria de las 95 víctimas de Lech Kaczynski, quien, ignorando todas las normativas, ordenó a los pilotos que aterrizaran en condiciones extremadamente peligrosas. Descansen en paz”.
Todos los meses, Kaczynski hace que quiten la corona de Komosa. Esta vez, sin embargo, como los policías que lo acompañan están un tanto menos dispuestos a hacerlo, debe ocuparse él mismo de la tarea.
Kaczynski rompe la nota y quita la corona del monumento mientras Komosa y un amigo que está filmando todo el incidente le gritan “ladrón”. Kaczynski exige entonces a los policías que arresten a quienes pusieron la corona o, cuando menos, que tomen sus nombres, en tanto Komosa exige que arresten a Kaczynski por robar propiedad privada.
La escena se prolonga por aproximadamente diez minutos hasta que Kaczynski, cada vez más frustrado, dice a los policías que les está ordenando como ministro de Seguridad (un puesto que ya no ocupa) que arresten a Komosa. Finalmente, Kaczynski llama personalmente a un comandante de la Policía, pero ni siquiera así consigue resultados.
Segundo acto, domingo 15 de octubre del 2023: es día de elecciones y Kaczynski, que no suele levantarse temprano, llega a votar por la tarde. El centro electoral está abarrotado, porque el porcentaje de participación en esta elección es el mayor desde la caída del comunismo.
Acompañado por su comitiva de seguridad, Kaczynski queda estupefacto cuando quienes están en la fila le dicen que debe esperar su turno. La escena es particularmente asombrosa porque todo el mundo sabe que a menudo se deja pasar a los votantes de más edad por cortesía.
Tercer acto, 13 de noviembre del 2023: es la primera sesión del parlamento recién elegido, en el que cuatro partidos democráticos de la oposición ocupan la gran mayoría de las bancas. Desde el 2016, el edificio del Congreso ha estado rodeado por barreras antimotines, reforzadas por un fuerte control policial, pero al inicio de esta sesión, la gente retira las barreras y las apila cuidadosamente a un costado, mientras la policía mira.
No hay que preocuparse por un asalto al Parlamento, la multitud está allí para apoyar pacíficamente la transición, no para evitarla, pero el público de esta obra de teatro debe saber que ese comportamiento de la policía no ha sido el habitual durante los ocho años de gobierno del PiS.
Por ejemplo, la fuerzas del orden respondieron brutalmente durante una marcha de mujeres que protestaban contra la prohibición total del aborto en el 2020 (en ese momento, Kaczynski quería recurrir al ejército para eliminar las manifestaciones).
¿Qué conclusiones podemos derivar de esta obra? En primer lugar, la autoridad para usar la violencia o la fuerza se puede evaporar de manera inesperada y muy rápidamente... a veces incluso antes de perder las elecciones y mucho antes de la transferencia formal del poder.
Después de todo, es poco probable que el nuevo gobierno democrático, liderado por el expresidente del Consejo Europeo y primer ministro polaco, Donald Tusk, asuma el cargo antes del 13 de diciembre, un mes después de los eventos del tercer acto y dos después de los del segundo (cuando enviaron a Kaczynski al final de la fila).
Algo similar pasó en Rusia durante el motín del líder del Grupo Wagner, Yevgeny Prigozhin. Nadie se interpuso cuando “marchó hacia Moscú” (por el contrario, muchos ciudadanos comunes rusos lo alentaron y probablemente solo fracasó porque no había pensado qué hacer al llegar).
En segundo lugar, en los nuevos regímenes autoritarios, muchos de quienes están vinculados al “aparato represivo” aún no cometieron delitos en nombre de quienes detentan el poder. Aun cuando la probabilidad de que retorne la democracia sea muy pequeña, seguirán reacios a arriesgarse y el derecho seguirá manteniendo un cierto peso.
Vimos esto durante el incidente de la corona: quien filmaba la escena seguía exigiendo a los policías que le explicaran cuál de los artículos del código penal los autorizaba a obligarlo a irse. Al final, lo empujaron un poco para alejarlo, pero no tanto como para evitar que molestara a Kaczynski.
La moraleja de la historia es que cuanto más tiempo detentan el poder las personas autoritarias, más probable es que lo retengan implementando políticas y procedimientos que reduzcan la posibilidad de que los ciudadanos comunes desafíen su autoridad.
Por ejemplo, cuando el presidente ruso, Vladímir Putin, y el presidente chino, Xi Jinping, visitan los centros electorales, los otros votantes, como quienes estaban cuando llegó Kaczynski, son obligados a alejarse. Mientras los regímenes autoritarios se están consolidando, el tiempo no está del lado de las fuerzas democráticas.
Jacek Rostowski fue ministro de Finanzas y ministro vicepresidente de Polonia.
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