Nuestra patria se encuentra el día de hoy en medio de una serie de emociones encontradas, producto de uno de los acontecimientos más tristes de nuestra historia, el cual tuvo como personaje principal al insigne y gallardo general salvadoreño José María Cañas Escamilla.
Así, por una parte, se está cumpliendo el aniversario luctuoso del fusilamiento de dicho militar, acaecido el martes 2 de octubre de 1860, mientras que, por otra parte, dicha efeméride permite recordar el honroso y eximio derrotero que desplegó en los distintos episodios de nuestra afamada Campaña Nacional 1856-1857.
Lo anterior por cuanto, si bien es cierto, la tríada de nuestros principales héroes de esa epopeya es compuesta el presidente Juan R. Mora Porras, el Gral. José J. Mora Porras (comandante en jeje del Ejército) y el soldado Juan Santamaría (ilustre vencedor del mesón rivense), lo cierto es también que don José María, a pesar de haber nacido allende nuestras fronteras, se comportó como uno de los más valientes hijos de Costa Rica, en contra de la Falange Americana (filibustera) de William Walker N.
Historia. El Gral. Cañas E. nació el 23 de septiembre de 1809, en el pueblito de Suchitoto. Debido a problemas políticos, salió exiliado de su patria (acompañando al Gral. Francisco Morazán Q.), domiciliándose en Costa Rica (1840). Contrajo matrimonio en 1843, con la señorita Guadalupe Mora Porras (hermana de Don Juanito).
En nuestro país, se desempeñó como comandante del Puerto de Moín, administrador de la Aduana de Cartago y Puntarenas, secretario de Hacienda, Guerra y Marina, gobernador de Puntarenas, gobernador y comandante de Moracia (Puntarenas) y ministro plenipotenciario en Centroamérica.
Durante la Campaña Nacional, fue uno de los principales estrategas en casi todas las refriegas suscitadas, destacándose siempre por su arrojo y pericia. Posteriormente, firmó a nombre de Costa Rica, el Tratado Cañas-Jerez, del 15 de abril de 1858, para delimitar la frontera norte con Nicaragua.
Como consecuencia del golpe de Estado del 14 agosto de 1859 fue expulsado del país, junto al presidente Mora Porras, dirigiéndose a su patria, en donde de inmediato se le invistió como comandante en jefe del ejército salvadoreño.
Destino fatal. En septiembre de 1860, Cañas acompañó al presidente Mora en el intento inútil de retomar el poder. Una vez vencidos y refugiado Mora en el consulado inglés de Puntarenas, se le ofreció (por medio de una ruin misiva) que, si se entregaba a sus ejecutores, sería fusilado, pero sus compañeros de armas serían exonerados.
Creyendo en la promesa enemiga, Mora se rindió y fue fusilado el domingo 30 de septiembre. Pero el lunes, los miembros del Consejo de Gobierno (reunidos en San José), en vil desacato al principio jurídico de la división tripartita de poderes e incumpliendo lo prometido a Mora, se erigieron en instancia judicial y decretaron el ajusticiamiento del Gral. Cañas.
Su muerte se verificó al martes siguiente, a las 9:00 a. m., cuando un pelotón liderado por el capitán Ramón Gómez lo ejecutó en el mismo sitio en que se había quitado la vida a Don Juanito.
De seguido, sus restos fueron cautelosamente sepultados por el comerciante francés Juan J. Bonnefil H., y fueron exhumados en 1866 por el mismo ciudadano, quien los resguardó en su vivienda. Posterior a ello, se depositaron en el antiguo Sagrario de la Catedral Metropolitana, hasta ser inhumados (1881) en el mausoleo de su familia, ubicado en el CuadroÁngeles del Cementerio General josefino.
En su homenaje, se erigió en el sitio de su fusilamiento, el Parque Mora y Cañas (1918), colocándose luego un busto de su efigie (1957). Asimismo, el nombre del Gral. Cañas engalana un parque capitalino (Estación del Ferrocarril al Pacífico), la autopista entre San José y Alajuela y la sala N.º 2 del museo histórico-cultural Juan Santamaría, sitio en el que se resguarda un fragmento de bala y un trozo de árbol en el que fue fusilado hoy hace 152 años.