El Fondo Monetario Internacional (FMI) valoró críticamente el reciente ajuste mundial frente a la inflación. Todos contra ella, parece decir. ¿Qué lecciones se derivan para la política monetaria? ¿Cuáles podríamos rescatar para Costa Rica?
Las respuestas están en el capítulo segundo del más reciente World Economic Outlook, titulado El gran ajuste: perspectivas del episodio reciente de inflación. En él valida los esfuerzos casi sincronizados de países grandes y chicos ante la más alta y generalizada inflación de la historia reciente.
Nuestro país se vio envuelto en el mismo proceso de ajuste, no exento de críticas, pero salió bien librado. También se benefició de las respuestas que dieron los demás bancos centrales con efectos paliativos en la caída de precios de bienes finales y materias primas importadas.
El gran ajuste, y la desinflación posterior, sirven para ilustrar cómo los críticos criollos erraron el diagnóstico y la solución. Ninguno de sus vaticinios se materializó. No hubo caídas que lamentar en producción, exportaciones, desempleo, salarios, pobreza ni distribución del ingreso a causa de la política monetaria. ¡Enhorabuena!
“La reciente inflación global fue una experiencia caracterizada por un complejo conjunto de eventos. Durante los cierres por la pandemia, la demanda cambió hacia los bienes y, luego, pivoteó a los servicios, cuando las economías reabrieron. Estos cambios ocurrieron en el contexto de disrupciones en la oferta global y estímulos fiscales y monetarios sin precedentes. Subsecuentemente, la guerra en Ucrania provocó alzas en los precios de las materias primas. La evidencia sugiere que la constatación del traslado de los efectos sectoriales a la inflación subyacente y el desplazamiento hacia arriba de la curva de Phillips (que mide relación entre inflación y desempleo) es esencial para comprender el fenómeno de la inflación global. Esta evidencia es consistente con la crisis del transporte internacional que provocó el embotellamiento portuario y de transporte de sectores clave en la oferta, cuando la demanda hizo giros rotativos en los demás sectores y fue empujada por una reducción de los ahorros acumulados durante la pandemia", dice el informe del FMI.
El reporte cita dos lecciones: la primera es que “en casos extremos, cuando los embotellamientos en la oferta se explayan sobre los demás sectores y se enfrentan a una demanda fuerte, la inflación se aviva, pero una política monetaria contractiva puede reducirla pronto con efectos limitados en la economía real". La segunda es que fuera de esos casos, “si los embotellamientos se confinan a sectores específicos, la política monetaria convencional, enfocada siempre a combatir la inflación subyacente, funciona bien".
Costa Rica puede rescatar plenamente la primera de las lecciones. En la etapa de alta inflación, cuando el IPC subió al 12,1 %, la tasa de política monetaria se ajustó resueltamente al alza no solo para abatir la inflación, sino también para moderar los efectos del ajuste en la producción y el empleo. Calza bien con lo descrito por el FMI.
La segunda lección no es enteramente aplicable a aquella coyuntura, caracterizada por alta y generalizada inflación, pero el BCCR algo puede rescatar. No consideró conveniente prolongar en exceso el período restrictivo para no abortar el impulso que ya venían perfilando el índice mensual de actividad económica (IMAE) y el empleo, por lo que bajó cautelosamente la TPM a más de la mitad.
La última reducción de 25 puntos base cita entre sus razones el inciso a del artículo 2 de su Ley Orgánica, que le manda procurar la utilización plena de los recursos y evitar el desempleo. Esto lo ubica en tierra firme y dentro de la banda de la neutralidad.
Las siguientes cifras lo corroboran: el PIB creció a una tasa real promedio del 4,5 % durante y después del ajuste, arriba del crecimiento mundial (un 3,5 %); el desempleo más bien bajó al 6,7 %; los salarios reales lograron mejorar gracias, en parte, al crecimiento real del PIB, la baja inflación y la apreciación del colón.
La pobreza cayó al 18 % comparada con el 21,8 % registrada en el 2023 según el INEC; el crédito total al sector privado estuvo lejos de estrangular la producción, pues el monto creció a más del 7 %, suficiente para lubricar el crecimiento real (un 4 %) y la meta de inflación (un 3 %); y el empresariado mantiene su optimismo de cara al cierre del 2024, asegura el IICE de la UCR.
Por otra parte, la mejoría macroeconómica permitió al BCCR acumular el mayor monto histórico de reservas ($14.000 millones, equivalente al 147 % de la métrica mínima del FMI), lo que, sin duda, genera mayor tranquilidad y seguridad.
Esa situación permitió desmentir que el BCCR propiciara la apreciación del colón usando la TPM, lo que se hizo evidente cuando comenzó a reducirla, y nada sucedió en las cotizaciones cambiarias. La reducción la hizo cautelosamente, a lo Frank Sinatra, a su manera.
La credibilidad de un banco central se consolida cuando los resultados validan sus políticas; también, si las expectativas a mediano y largo plazo se ubican alrededor de la meta, como ahora. En efecto, las provenientes de la encuesta del BCCR y las emanadas del propio mercado financiero se enmarcan en los márgenes de la meta de inflación. Los jerarcas y funcionarios deben sentirse orgullosos.
Concluyo con la nota de rigor: todo lo que escribo es a título personal.
El autor es abogado y economista.