El científico Edgardo Moreno y el químico Fernando Durán Ayanegui publicaron, la semana pasada, en estas páginas, dos artículos donde desacreditan la iniciativa del gobierno de sustituir los hidrocarburos por el hidrógeno en el transporte público.
Su argumento es básicamente económico, pues aseguran que generar hidrógeno no es barato ni eficiente. Sin embargo, ambos autores olvidan que la verdadera razón no es el costo, sino eliminar las emisiones de dióxido de carbono.
En este momento, solo hay tres opciones: hidrocarburos, electricidad e hidrógeno. Los eléctricos tienen la limitación del rango de independencia (anda por los 150 km), mientras que los automóviles de hidrógeno superan los 400 km y los tráileres 1.500 km. ¿Cuál otra tecnología limpia puede competir contra los hidrocarburos con estos rangos de independencia? Solo el hidrógeno. Así que, prácticamente, nos condenan a seguir contaminando y a seguir respirando humo negro y tóxico en nuestras ciudades.
Se cita a Elon Musk, presidente de Tesla, quien dijo: “Las celdas para combustible de hidrógeno son una basura”. Los Tesla son autos eléctricos, la competencia directa del hidrógeno. Nadie va a hablar bien de la competencia; el comentario es absolutamente sesgado.
Jeff Bezos, dueño de Amazon y el hombre más rico del mundo, invirtió en una empresa fabricante de celdas de hidrógeno. ¿Por qué este hombre experto en negocios invertiría en algo que algunos quieren hacernos pensar que no es una buena idea? ¿Por qué Shell, la reconocida petrolera, invierte millones en investigación en hidrógeno? ¿Por qué construyó una planta con capacidad máxima de 10 MW, usando electrólisis, en Alemania? ¿Por qué BMW, Toyota, Honda, Nissan, Hyundai y otros fabricantes de autos ofrecen modelos cuyo combustible es el hidrógeno? ¿Están equivocados?
Precios asequibles. Nos dicen, también, que los autos de hidrógeno son tan caros que “son una curiosidad exclusiva para los ricos de Hollywood”. El Toyota Mirai cuesta $58.000, el Honda Clarity $59.000 y el Hyundai Tucson $50.000. Me parece que los ricos de Hollywood manejan autos de más de $300.000.
Es cierto, no son baratos porque todavía no se producen en masa. Como toda nueva tecnología, al inicio es cara. Sin embargo, en Costa Rica se venden cerca de 1.600 autos de lujo al año, autos de más de $60.000, o sea, tenemos más de 1.600 posibles compradores anualmente. Con el tiempo y cuando los vehículos de hidrógeno puedan adquirirse de segunda mano, serán mucho más asequibles.
Estoy de acuerdo en que la infraestructura de carga es un problema. No hay donde hacerlo. Por eso, debemos pensar en soluciones creativas y de bajo costo para solventar este problema: el mayor reto que enfrenta el hidrógeno.
Costos. El argumento más fuerte de los autores citados es la mayor cantidad de energía necesaria para producirlo “se gasta 2,3 veces más energía que la requerida en un auto eléctrico”, nos dice Moreno, y, más puntualmente, Fernando Durán Ayanegui menciona: “En el mejor de los casos, la tasa de retorno energético será, con costos, igual a 0,3 y esto significa que, para obtener 3, se gastarían 10”.
¿Qué pasaría si la energía para producir el hidrógeno fuera extremadamente barata, casi regalada? En realidad, no importaría cuánta energía se use, lo que en verdad importa es el costo del hidrógeno para el usuario final.
En este momento, el kilo en los Estados Unidos ronda los $10 y la meta del Departamento de Energía (DOE) es bajarlo a $5 para el 2020. Un automóvil necesita 5 kilos de hidrógeno por tanque, lo que significa $50, unos ¢28.000, ¡Yo gasto más llenando el tanque de mi carro viejo de gasolina!
De acuerdo con los modelos de producción de hidrógeno del DOE y la herramienta Hydrogen Financial Analysis Scenario Tool, el factor más importante en la producción del hidrógeno es el precio de la electricidad y, además, la necesidad de cubrir la inversión inicial en un plazo de siete años aproximadamente.
Lo anterior obliga a cierta cantidad de cargas diarias para recuperar la inversión, lo cual significa que cuanto mayor demanda, menor el precio. En economías de escala, con suficiente demanda de hidrógeno los precios se abaratarán.
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Beneficios. Los autores no consideran que el problema por resolver es el cambio climático, la contaminación de los hidrocarburos. Debemos preguntarnos cuál es el precio del cambio climático, cuál el de la contaminación, cuántos miles de millones de dólares le cuesta al mundo el daño por los huracanes, cuánto nos cuesta en enfermedades respiratorias el humo, cuánto el estrés por el ruido de los motores y la lista continua.
En la ecuación del precio del petróleo debería cuantificarse el daño que causa y en la ecuación del hidrógeno deberían incorporarse los beneficios al ambiente y a la salud que tendríamos.
El autor es ingeniero en computación.