Costa Rica ha hecho un esfuerzo enorme en la conservación y creación de áreas protegidas desde los años 70. Este esfuerzo ha sido el fundamento para la atracción de turismo ecológico, que se constituye, a su vez, en una de las fuentes principales de generación de ingresos para el país.
Aunque el turismo es un aliado importante para la conservación de los recursos naturales, es importante hacer énfasis en que no es el principal objetivo de la creación y conservación de las áreas protegidas de Costa Rica. Mas allá de la atracción de turismo, la función principal de las áreas protegidas es la conservación, a largo plazo, de la diversidad biológica y cultural de un sitio, del cual se obtienen servicios ecosistémicos vitales para la sociedad.
Es por eso, que llama la atención el cambio que le ha dado el actual gobierno a la apertura del turismo como objetivo principal de las áreas protegidas, que lo ha llevado a tomar medidas “administrativas” en el Parque Manuel Antonio, para aumentar el número de visitantes diarios de 2.000 a 3.000, basados solo en la presión de algunas empresas de turismo que solo ven la ganancia propia a corto plazo, sin prever las afectaciones ni el impacto sobre los recursos naturales del área.
El manejo de un área protegida debe basarse en el conocimiento técnico científico de los recursos naturales que en ella se salvaguardan; no deben estar basadas en ocurrencias de los políticos de turno, ni estar dirigidas a beneficiar a determinado grupo de poder. Más bien, el Estado tiene la responsabilidad de proteger estas áreas para el beneficio de todos los costarricenses y a perpetuidad.
En conferencia de prensa, el Gobierno anunció la intervención del Parque Nacional Manuel Antonio y ordenó una investigación a varios funcionarios por haber dado su opinión honesta, basada en conocimiento técnico-científico, mediante la cual explicaban el por qué no es conveniente aumentar el número de visitantes diarios al parque. La reacción del Ejecutivo pareciera más una vendetta que un interés real de mejorar la situación en esa importante área protegida del país.
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Estudios científicos y técnicos
Sobre el Parque Nacional Manuel Antonio hay varios estudios que indican el número máximo de visitantes por día. Ese número no cambia con mejorar los servicios disponibles para los visitantes, pues el impacto para los recursos naturales va de la mano con la cantidad y densidad de visitantes en el área. Antes de pensar en aumentar el número diario de visitantes del parque, los empresarios de la zona deberían darse a la tarea de buscar otras opciones para el disfrute de los turistas.
Por ejemplo, darle una protección real a playa Rey y su manglar, al sur del parque, y comenzar a utilizarlo como alternativa a Manuel Antonio. ¿Han pensado, quienes impulsan el aumento en el número de visitantes en Manuel Antonio, qué va a pasar cuando el impacto de la visitación sea tan fuerte que ya no resulte atractivo? Hay que actuar con inteligencia, con visión al futuro, utilizando el recurso sin matar la gallinita de los huevos de oro.
Manuel Antonio es solo un ejemplo de lo mal que se manejan nuestras áreas silvestres protegidas, nuestros parques y reservas nacionales, las cuales han sido prácticamente abandonadas a su suerte. Parece que prevalece la idea de que los recursos naturales se cuidan solos y que ninguna actividad humana los afecta.
Todo nuestro sistema de áreas silvestres protegidas está en un predicamento: no tienen los recursos básicos para operar, ni los guardaparques suficientes para hacer el manejo y protección adecuados, lo que produce la muerte lenta de nuestros recursos naturales. No basta con decir que estamos conservando, tenemos que hacer y ser consecuentes con nuestro discurso como país verde.
Si este Gobierno quiere hacer algo por las áreas protegidas y por el turismo, debe dotarlas de más recursos, incluyendo más guardaparques y más y mejor equipo para la labor que desarrollan esos guardianes de nuestras riquezas naturales. Ya basta de tanta improvisación y visión de corto plazo. Seamos consecuentes con la idea de país verde que proyectamos hacia afuera. Conservemos, utilicemos, pero de forma responsable, basados en conocimiento científico y no en ocurrencias.
El autor es doctor en Conservación de Vida Silvestre y académico de la Universidad Nacional (UNA).