Suecia es uno de los países más competitivos y prósperos del mundo, ha logrado evolucionar hacia una democracia parlamentaria moderna y es ejemplo de sostenibilidad que incorpora a la mayoría de su población al crecimiento.
Suecia ha desarrollado una economía especializada, eficiente y competitiva. Este país nórdico se transformó en una pequeña potencia exportadora con altos valores agregados y ostenta uno de los índices de desarrollo humano más altos del mundo y un ingreso per cápita de $43.000.
El 93% de su población tiene acceso a Internet de banda ancha y su organización y cultura corporativa responden al apego por la protección del medioambiente y la ética.
Durante decenas de años, Suecia fue exportadora de cobre, madera y hierro, pero, a partir de los años 80, su economía se transformó para vender productos industriales con énfasis en áreas como la farmacéutica, la automotriz, las telecomunicaciones y los servicios de alta calidad.
En la actualidad, el sector de las ingenierías aporta el 50% de las exportaciones. Las empresas privadas son las que generan el 83% del empleo. Un ejemplo de competitividad.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) señala que el éxito de Suecia ha sido la globalización, la desregulación y el gran apoyo del Gobierno al sector privado tecnológico.
El crecimiento de Suecia se debe a su excelente recurso humano, la confianza de los inversionistas y a una participación eficiente, activa, transparente y racional del Estado.
Suecia ocupa el puesto 23 de 178 países en el índice de libertad económica y cuenta con una eficiente estructura tributaria.
El Foro Económico Mundial del 2015 coloca a Suecia como uno de los primeros diez países más competitivos del mundo. La calidad de sus instituciones, la protección a las patentes, la ética, la independencia del Poder Judicial, las regulaciones, la transparencia, la seguridad ciudadana, la calidad de la infraestructura, la conectividad, el orden macroeconómico, la salud, la educación, la competencia, la flexibilidad laboral, el financiamiento, la tecnología, la investigación aplicada y la seguridad jurídica son los principales pilares de su estructura.
Es importante señalar que el sector energético sueco, mayoritariamente, está en manos del sector privado, pero el Estado ejerce un control estricto. Su energía eléctrica se basa primordialmente en fuentes renovables y, desde el 2006, los suecos se ha preocupado por las investigación y la innovación incorporando importantes instrumentos de política ambiental.
En cuanto a la infraestructura, buscó soporte en el sector privado para el desarrollo de autopistas, puertos, aeropuertos y vías férreas electrificadas, después del fracaso de las empresas públicas.
Suecia también es ejemplo en la prestación de servicios públicos, concesionados al sector privado en forma ordenada, transparente y controlada.
Historia. Durante muchos años, Suecia fue un país pobre, cuya actividad más importante era la agricultura.
El país que hoy brilla por su competitividad hasta hace pocas décadas vivió largos períodos de aislamiento y subdesarrollo, que superó a punta de orden, innovación y disciplina.
A inicios del siglo veinte, los suecos echaron a andar una estrategia productiva basada en la exportación y el libre mercado, que les permitió alcanzar un importante crecimiento económico.
Con el triunfo de la alianza de partidos socialistas, en los años treinta, el Estado pasó a desempeñar un papel decisivo y comenzó a intervenir en la economía generando mayor gasto público.
En la década de los setenta, los sindicatos presionaron al Gobierno por mayores salarios y privilegios, lo que generó graves costos operativos en la mayoría de las instituciones públicas.
El Gobierno, para corregir los desequilibrios financieros, recurrió a duplicar la carga tributaria impositiva, desestimulando al sector productivo y el ahorro nacional, sin restringir los disparadores del gasto.
En 1990, la economía sueca entró en una grave crisis tras la caída de la producción nacional, una tasa de desempleo del 14%, una deuda pública y un déficit fiscal creciente, para un gasto público que llegaba al 70% del PIB.
En este período de ajuste, los intereses subieron aceleradamente para evitar la caída estrepitosa de la corona sueca.
En 1995, los suecos tocaron fondo, y procedieron a hacer los cambios estructurales para volver a liberar el transporte, la infraestructura y las telecomunicaciones, con resultados muy favorables en el empleo y la producción.
La deuda externa decreció y se alcanzó el equilibrio fiscal en corto tiempo. Para mejorar la calidad de la educación y la salud, se introdujeron el cheque escolar y el cheque sanitario, con lo que se promovió una gran transformación en el proceso educativo y de salud, al bajar costos operativos gracias a una mayor competencia, el control y la calidad.
Hoy sus logros en salud y educación son motivo de análisis para no pocos países por su gran eficiencia y solidaridad.
Claves del éxito. Es importante señalar que Suecia, después de haber intervenido muchas empresas y de aumentar el tamaño del sector público, rectificó a tiempo y estableció una política de equilibrio y saneamiento en el aspecto fiscal. La reducción del gasto público le permitió, paralelamente, bajar los impuestos e iniciar una política para mejorar los costos operativos, la productividad y la competitividad.
Junto con una política fiscal inteligente se fomentó la inversión real en investigación y desarrollo.
Suecia es uno de los países que más apostó por la tecnología y está entre los primeros con más patentes per cápita en el mundo.
Los incentivos a la investigación han sido clave para su éxito y todas las universidades publicas y privadas están alineadas en este esfuerzo.
El modelo sueco nos enseña que tenemos que ajustar el tamaño del sector público a dimensiones racionales, así podremos aumentar la inversión e incentivar fiscalmente la actividad económica.
Suecia, en 1984, hizo una importante reforma al sistema de pensiones para darle sostenibilidad y solidaridad.
Hoy este país brinda una gran calidad de vida y bienestar a todos sus ciudadanos. Los suecos están comprometidos con el medioambiente. La apuesta por la educación de calidad ha generado un excelente recurso humano. El perfil profesional de los suecos es de los más altos del mundo logrando compromiso y alta productividad.
La educación hace a los suecos consumidores exigentes, acostumbrados a comparar, analizar y revisar todo lo que consumen.
Las escuelas, colegios y universidades son subsidiados por el Estado, previa revisión de calidad, objetivos y competitividad a nivel internacional.
La ética y los valores son el eje del actuar privado y público. El respeto, la solidaridad, la equidad y la libertad en democracia son elementos clave de la sociedad sueca. Suecia, con poco menos de 10 millones de habitantes, es un ejemplo pues hace pocas décadas era un país más pobre que Costa Rica.
Debemos aprender a reconocer que la actual estructura de gasto del sector público es insostenible. Busquemos una solución antes de que sea muy tarde.
Los sindicatos y el Gobierno deben tomar conciencia de que el equilibrio fiscal y económico no es viable a corto plazo, que difícilmente van a obtener nuevos impuestos con la actual estructura de gastos.
Jorge Woodbridge es ingeniero.