El cáncer no es una única enfermedad, sino un grupo de, cuando menos, 200 distintas, con dos características en común: surgen cuando algunas células acumulan daño en su ADN y poseen la capacidad de invadir tejidos locales y distantes.
La invasión a distancia, conocida como metástasis, es la que pone en riesgo la vida de las personas. Las mutaciones en el ADN ocurren de forma natural, como resultado del funcionamiento celular, y también por exposición a agentes ambientales mutagénicos.
El tabaquismo, la ingestión excesiva de alcohol, la obesidad y la luz ultravioleta son algunos mutagénicos asociados al riesgo de desarrollar algún cáncer.
Otros factores de riesgo son las infecciones causadas por ciertos virus, como el del papiloma humano y la hepatitis B y C, o bacterias, como la Helicobacter pylori.
Estos originan una inflamación excesiva que con el tiempo genera mutaciones. Aunque la mayoría de los cánceres se deben a mutaciones espontáneas, es decir, producidas durante la vida, cerca del 10 % se atribuyen a predisposición genética, por mutaciones heredadas.
Las células poseen un sistema de reparación del ADN que procura mantener la integridad del código genético; sin embargo, pierde eficiencia durante el curso de la vida. Así, la probabilidad de acumular mutaciones y, por ende, desarrollar cáncer, aumenta con la edad y el tiempo de exposición a factores de riesgo.
Es de prever, entonces, que el aumento en la expectativa de vida, producto de mejoras sociales y sanitarias, venga acompañado de un efecto colateral no deseado: un mayor número de enfermos de cáncer.
De conformidad con el último censo nacional, la población costarricense envejece. En 22 años, el número de mayores de 65 años y más se duplicó, del 5,6 % al 10,1 % del total de los habitantes.
Según el Centro Centroamericano de Población de la Universidad de Costa Rica, en el 2050 el porcentaje se duplicará nuevamente: pasaremos de casi 510.000 personas con 65 años y más en el 2023 a 1,2 millones, aproximadamente.
La tendencia demográfica tiene varias implicaciones socioeconómicas y sanitarias, entre ellas, más enfermos de cáncer. Los cuatros tipos de cáncer más comunes y mortales en Costa Rica son mama, próstata, colorrectal y estómago.
Según la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el 2040 el número absoluto de diagnósticos en el país de esos cuatro tipos crecerá sustancialmente, entre el 56 % (cáncer de mama) y el 95 % (estómago).
En cuanto a la mortalidad, el escenario futuro de la Agencia no es nada halagador: las muertes aumentarán entre un 81 % (mama) y un 150 % (próstata). Si bien son previsiones, de no tomar acciones prontamente la avalancha de casos y muertes calculada será una realidad.
Para dar un giro a las tendencias, es indispensable una estrategia que involucre a varios actores sociales e incluya medidas en por lo menos tres frentes: promoción de la salud, tamizaje o detección temprana y acceso oportuno al tratamiento.
El éxito de un plan integral para el control del cáncer también requiere compromiso político para tratar los principales problemas estructurales del sistema de salud, algunos ya identificados por el Ministerio de Salud, otros tan palpables como las listas de espera y el faltante de especialistas.
Es necesario fomentar la actividad física y los estilos de vida y alimentación saludables, que disminuyan el sobrepeso y la obesidad, porque quienes los sufren se exponen a 13 tipos de cáncer, entre ellos, 3 de los 4 más frecuentes y mortales: colorrectal, mama y estómago.
La prevalencia de sobrepeso y obesidad es alarmante. Según el Ministerio de Salud, en el 2018, afectaba al 34 % de los menores de 12 años, un 30,9 % de adolescentes menores de 19 años y un 70,7 % de los adultos mayores de 19 años.
Considerando la biología del cáncer y las previsiones poblacionales, los esfuerzos deben considerar a los adultos mayores de hoy y dar especial énfasis a los de mañana, esto es, prevenir la obesidad infantil.
Las recomendaciones del informe de la comisión para acabar con la obesidad infantil de la OMS se centran en promover la ingesta de alimentos saludables en la niñez, la actividad física, la atención preconceptiva y prenatal para reducir el riesgo de obesidad infantil y los servicios de atención de niños y jóvenes obesos.
También, es necesario instaurar la educación nutricional y los estilos de vida saludables en escuelas y colegios, ya sea como materia nueva o en las existentes, por ejemplo, en Educación Física.
Medidas con efecto positivo en otros países son el aumento de los impuestos sobre las bebidas con alto contenido de azúcar y calórico, e impulsar la reducción de azúcar en los alimentos.
Lo anterior podría acompañarse de una reducción de la carga impositiva sobre los alimentos saludables y restaurantes donde los ofrecen.
Ambas medidas, a mediano y largo plazo, reducirían el gasto del sistema de salud y aumentarían la productividad de la fuerza laboral, con lo cual subirán los ingresos fiscales.
El tamizaje y diagnóstico temprano disminuyen sustancialmente la mortalidad debida al cáncer, por lo cual son de crucial relevancia en el marco de una política integral de control del cáncer.
La detección precoz hace que los tratamientos quirúrgicos y farmacológicos sean más económicos, más eficaces y produzcan menos efectos adversos a corto y largo plazo.
Hay varias iniciativas con este fin, por ejemplo, la vacunación masiva contra el virus del papiloma humano, las clínicas de cesación de tabaco, el tamizaje de cáncer de mama mediante mamografías, el programa de tamizaje para cáncer colorrectal en 13 áreas de salud y el Centro de Detección Temprana de Cáncer del Hospital Max Peralta en Cartago.
Son medidas acertadas, pero para que tengan impacto real en la mortalidad es indispensable que la gente diagnosticada tempranamente reciba el tratamiento en forma oportuna, pero el gran problema estructural del sistema de salud es el tiempo de espera para el estudio de imágenes, biopsias y operaciones en los hospitales.
Todo esfuerzo en materia de tamizaje y detección precoz de los cánceres es infructuoso porque la enfermedad avanza mientras los pacientes esperan.
Existen terapias que actúan contra moléculas específicas que las células cancerosas necesitan para sobrevivir y diseminarse; se les conoce como terapias dirigidas. Otro enfoque terapéutico moderno es la inmunoterapia, que consiste en activar las células inmunitarias para que destruyan a las cancerosas.
Aunque la evidencia científica relacionada con la supervivencia y calidad de vida de las personas tratadas con terapias dirigidas e inmunoterapias es contundente, algunas no están disponibles en la CCSS.
Según el Ministerio de Salud, la capacidad es limitada para efectuar estudios de costo-eficacia para la compra de tecnologías para el diagnóstico genético y medicamentos.
Hacemos nuestras las palabras de la OMS en su Reporte de cáncer del 2020: con cada año que se retrase la toma de decisiones que conlleven a un control más eficaz y oportuno del cáncer, la factura para el sistema de salud será más alta, el número de vidas humanas perdidas será mayor y los índices de desarrollo económico y humano seguirán estancados.
Warner Alpízar Alpízar es catedrático e investigador en la Universidad de Costa Rica y Luis Bermúdez Guzmán es estudiante de doctorado en el Instituto Cambridge de Investigación del Cáncer del Reino Unido.