El presidente, Carlos Alvarado; su esposa, Claudia Dobles; y el ministro de Obras Públicas y Transportes, Rodolfo Méndez Mata, expresaron desde antes de la toma de posesión el interés de esta administración por resolver el problema del desplazamiento de los ciudadanos, sobre todo en la Gran Área Metropolitana.
Los tres destacaron, en su momento, que buena parte de la solución exige mejorar el transporte público. Ello implica entrar a fondo al cobro electrónico y al reordenamiento de rutas (sectorización), asuntos en los cuales cedieron muchas administraciones frente a los autobuseros.
La renovación de las concesiones de rutas al inicio de la administración Solís Rivera se dio automáticamente (se hace cada siete años), sin cuestionar el servicio ni pedir mejoras. A ello se sumó la destitución intempestiva del viceministro de Transportes, Sebastián Urbina, en junio del 2016, cuando tenía listo el cobro electrónico y la primera etapa de la sectorización, por la presión de los transportistas (así lo denunció Urbina en La Nación del 23 de junio del 2016).
Urbina fue sustituido por Liza Castillo (quien laboró como consultora de los autobuseros, según ella misma reconoció en entrevista al Semanario Universidad el 19 de julio del 2016), lo cual nos da una idea de los intereses con que la nueva administración lidiará.
El problema del transporte público va más allá del cobro electrónico, que eliminaría, de una vez por todas, la nebulosa sobre la cantidad verdadera de personas transportadas, carreras efectuadas y costos reales del servicio.
Nuevo modelo. Para que los ciudadanos dejen sus vehículos en casa y utilicen bicicleta, bus o tren (el otro gran actor relegado por décadas) debe replantearse el modelo de transporte público para que sea multimodal, atractivo y eficiente.
Entre otras cosas, es indispensable establecer polos de transferencia, es decir, sitios donde converjan calles, ciclovías, trenes y buses, con espacio para estacionar por largos períodos autos y bicicletas de manera segura y a bajo costo. Por sus características arquitectónicas, de espacio y ubicación, la estación del ferrocarril al Pacífico es candidata ideal para una primera experiencia.
El eje sobre el cual gira el transporte público es el usuario, no el prestatario del servicio. Por ello, los ciudadanos deben entender que tienen derechos, pero parecen desconocerlos
Información. El Estado se ha hecho de la vista gorda por décadas y los empresarios ignoran olímpicamente la obligación de informar sobre la regularidad del servicio. Esta permite comprobar y denunciar si se cumplen los horarios establecidos o no. Información legible en todas las paradas debe indicar a qué hora pasa, cada día, cada bus. Algo que dan por un hecho los usuarios en un país medianamente organizado, pero de lo que aquí nunca hemos oído hablar.
¿Por qué esto es tan importante? Cuando el transporte es coordinado, e intermodal, se puede planificar el tiempo de manera más eficiente para caminar, pedalear, abordar un taxi, bus o tren porque conocemos sus horarios.
¿Salir en bicicleta a las 6:45 a. m. de un barrio en Puriscal, tomar el bus a las 7 en el centro y saber que estará a las 8:15 en La Sabana (con la bici), y el tren que pasa a las 8:20 lo dejará 15 minutos después en la Estación al Atlántico, donde puede tomar otro tren hacia Cartago a las 8:45, para luego por la ciclovía llegar antes de las 10 a clases en el Instituto Tecnológico? Es posible. ¡Pero necesitamos los horarios! ¿Y si no tenemos acceso a ellos? ¿Y no llevan la bici?
Derechos. Los usuarios tienen un representante ante el Consejo de Transporte Público (CTP) que debe velar proactivamente por sus intereses. Sin embargo, los reclamos por abusos contra adultos mayores y otras anomalías ante el CTP son constantes y no pasa nada. Tanto así que la Defensoría de los Habitantes denunció varias veces la situación ante la prensa.
Un espacio digno para esperar el bus también es un derecho. La mayoría de las líneas urbanas tienen la “parada final” en calles de las ciudades con sucias y congestionadas aceras donde sufren las inclemencias del clima (Pavas, Desamparados, Tibás, San Pedro, Moravia, Guadalupe).
No podemos dejar de lado las características de los buses. La mayor parte escogidos en función de los intereses de los empresarios y no de las necesidades de los usuarios.
La situación no es muy diferente con el tren. El servicio ha demostrado ser de vital importancia, pese a que se brinda en horarios irregulares, con equipo obsoleto y pésima infraestructura. Mientras se materializa el prometido nuevo tren eléctrico, el actual debe sufrir mejoras sustanciales en equipo rodante (ya casi resuelto), construcción de estaciones, seguridad y mobiliario urbano.
El autor es periodista.