El aforismo latino, traducido literalmente significa “el estado que”. Con una traducción libre, se dice que es “el estado actual de las cosas”. Para este artículo, tomaré la segunda acepción para exponer lo que a la sociedad costarricense le cuesta tan aberrante situación.
Por cuenta del statu quo, están enquistados burócratas y costumbres vergonzosas. Hay personajes que subidos en el coche de la victoria electoral nunca pierden, aunque nunca voten, pero al día siguiente de las elecciones preguntan con cinismo pasmoso “¿quiénes ganamos?”.
Las juntas de educación son ejemplo del deterioro físico y material de los edificios destinados a albergar a alumnos y maestros, porque la incuria prevalece sobre la necesidad permanente de mantenerlos en pie; y también Recope, con todo el costo que sus convenciones laborales implica y su ineficiencia demostrada.
Desde su nombre en adelante, todo allí es el mantenimiento de privilegios y canonjías. No refina ni un milímetro cúbico de los derivados de esa fuente energética.
El Infocoop, otrora fortín de un político de ingrata recordación, se dedica a todo menos a ser el organismo estatal que por esencia debe ser, es decir, el responsable del buen funcionamiento de las cooperativas, pero se dedica a prestar ingentes cantidades de dinero y luego espera la condonación de las obligaciones de sus deudores.
Otra práctica indebida, en nombre del statu quo, son los préstamos que dan la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), el Instituto Nacional de Seguros (INS) y otras entidades que en ningún caso están para competir con la banca. Más alarmante aún es el privilegio que muchas instituciones se otorgan motu proprio de escoger cuáles normas legales cumplen y cuáles no.
Por obra y gracia del statu quo, existen los pluses salariales, distintos regímenes pensionales en el sector público, jueces venales y compañías constructoras de obras públicas, especialmente vías, que operan a su libre albedrío.
Los entes estatales innecesarios, amparados en el statu quo, no son sino un corral de ineficiencia y duplicidad de funciones, que han hipertrofiado el tamaño del Estado, causa inveterada del mal manejo del gasto público.
Hace tiempo que los poderes públicos están en mora de concertar unas políticas definitivas que pongan coto a este caos que nos ahoga. Estamos urgidos de acuerdos y alianzas programáticos en beneficio de todos, para que el statu quo desaparezca, para que la inversión supere en la proporción necesaria los gastos de funcionamiento.
Si ese acto se realiza, sin excepción, serán dignos de admiración y respeto, y gratitud imperecedera.
El autor es abogado.