Durante la celebración de la Sexta Reunión del Foro de los Países de América Latina y el Caribe sobre el Desarrollo Sostenible, hace pocos días en Santiago de Chile, el secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), José Manuel Salazar, dijo que nos hallamos exactamente en la mitad del período para el cumplimiento de la Agenda 2030, pero no en la mitad del camino.
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible —como oficialmente se conoce a los objetivos de desarrollo sostenible (ODS)— es una de las iniciativas globales más ambiciosa que se han planteado en el planeta.
Empezó en el 2015 como un proceso más amplio y completo que los objetivos de desarrollo del milenio (ODM), que culminaron ese año. La Agenda 2030 implicó una ardua negociación intergubernamental y con la sociedad civil. Abarcó diversos temas y naciones, no solo las que están en vías de desarrollo.
ODS a paso lento
Aunque la tarea por delante es titánica y los retos multidimensionales que enfrenta la región en general y cada país en particular son numerosos, América Latina y el Caribe poseen la capacidad, las bases y la fortaleza necesarias para hacer avances significativos en todos los ODS. Sin embargo, según los datos de la Cepal, en América Latina y el Caribe, tan solo el 48 % de las metas de los ODS marchan en la dirección correcta, aunque no a la velocidad requerida para su cumplimiento en el 2030.
Más alarmante aún es que el 27 % de los objetivos muestran un retroceso. Si la región no reacciona de inmediato, dentro de siete años únicamente habremos logrado cumplir o avanzar sustancialmente en un 25 % de los propósitos asumidos.
Cuando las Naciones Unidas promovieron los ODM, hace poco más de dos décadas, la ciudadanía y los gobiernos incorporaron la idea colectiva de transformación para erradicar una serie de males, empezando por la pobreza y la mortalidad infantil y materna, entre otros.
Los ODM fue una iniciativa más pequeña y limitada a ocho grandes propuestas en un período que se inició en el 2000 y terminó en el 2015. Se incorporaron mecanismos de seguimiento y evaluación, que permitieron a los gobiernos y a la comunidad internacional contar con datos y evidencia empírica sobre su avance y cumplimiento.
América Latina progresó sustancialmente en el cumplimiento y dejó una huella institucional que se amplió y consolidó con miras a la Agenda 2030. Claro está que la coyuntura de principios del presente siglo es muy distinta a la que tenemos ahora.
Distractores coyunturales
No se puede negar el impacto tan grave que tiene la pandemia de covid-19 en las economías de los países, sus efectos en las políticas sociales y la dificultad que origina para el cumplimiento de la Agenda 2030 y los ODS.
La economía mundial está ralentizada y el crecimiento económico de nuestros países es, a lo sumo, tímido. Esto impacta negativamente en la posibilidad que tienen los diversos Estados en la consecución de las metas de los ODS.
Está de más decir que los diversos gobiernos se encuentran aún resolviendo problemas inmediatos y urgentes para estabilizar y recuperar su situación previa a la pandemia. Sin embargo, mucho se puede hacer y los líderes de la región lo tienen claro.
La huella institucional favorable a la consecución de los ODS debe ser aprovechada de forma intensa para dar un empujón a aquellas metas con potencial para experimentar verdadero avance. Es indispensable, en sintonía con la propia naturaleza de los ODS, que su desarrollo se haga de la mano de la sociedad civil y el sector privado.
Las alianzas de lo público con lo privado que faciliten desarrollar los gobiernos son necesarias para promover iniciativas de alto impacto y conseguir, de esa manera, acercarse más a lo planteado en los próximos siete años.
Los ODS representan las mejores aspiraciones que como sociedad mundial podemos tener. Son metas cuyo propósito es el bienestar colectivo, así como una ruta segura hacia el progreso y desarrollo de toda la humanidad.
Que alguno de los propósitos no vaya a ser alcanzado en el tiempo dispuesto no debe ser excusa para no trabajar en él. Todo lo contrario. Las naciones latinoamericanas y caribeñas deben hacer su mejor esfuerzo para recorrer el camino lo más que puedan, a fin de convertirse en ejemplo para el resto del planeta.
La voz que salga de esta región debe ser potente y dar muestras del empeño de nuestras comunidades para cumplir con los ODS. Aún estamos a tiempo.
La autora es jefa de gabinete de la oficina del secretario ejecutivo de la Cepal.