Cuando los países comenzaron a recuperarse de la crisis financiera del 2009, se observó que el crecimiento del empleo en muchos de estos (desarrollados y en vías de desarrollo) no iba de la mano con el ritmo de crecimiento de la producción.
Una de las explicaciones de este fenómeno señala como causa un cambio estructural en las economías y, en particular, en el mercado de trabajo, debido a la revolución tecnológica en la que estamos inmersos desde hace varias décadas.
Varios estudios sugieren que desde el 2005 una significativa proporción del crecimiento ha ocurrido en categorías como los empleos independientes o el autoempleo, es decir, lo que una vez fue algo raro en el mercado laboral se está convirtiendo en un estándar.
A esto se le conoce como economía del trabajo temporal o gig economy. Un sistema de mercado en el cual las empresas y los trabajadores independientes participan en acuerdos de prestación de servicios a corto plazo.
Proyecciones elaboradas por prestigiosos centros de estudio en Estados Unidos predicen que de aquí al 2027 la mitad de la fuerza laboral estadounidense estará en la categoría de trabajadores independientes.
El surgimiento de la economía del trabajo temporal plantea grandes retos económicos y sociales, como por ejemplo la falta de regulación apropiada para que los empleados tengan seguro de trabajo o una pensión.
El modelo, además, promueve el incremento de la informalidad, con sus negativas consecuencias. Esa es la razón por la cual tanto la clasificación de los trabajadores como la regulación demandan una actualización a fin de reconocer oficialmente las necesidades de tan crecientes segmentos de la fuerza laboral.
Es vital poner a disposición más datos, investigaciones e información relacionada, y que se armonicen la terminología y los estándares de medición dentro de los países. Por ejemplo, es necesario actualizar las encuestas de empleo para tener claro el peso relativo de la gig economy en un país cualquiera y de los retos que, en materia laboral, plantea.
A ojos cerrados. El trabajo temporal, a tiempo parcial e independiente, en Costa Rica, sigue siendo pasado por alto en la investigación y la formulación de políticas, incluso aunque esté reemplazando el empleo permanente. Basta con preguntarse qué sabemos del surgimiento y evolución de la economía del trabajo temporal en Costa Rica.
Como si lo anterior fuera poco, a consecuencia de la revolución tecnológica, muchas de las nuevas empresas digitales y las basadas en plataformas están ganando un cuantioso valor de mercado y grandes cuotas con relativamente pocos empleados y, por ende, con baja capacidad para generar nuevas y significativas fuentes de empleo.
Muchos estudios señalan que a medida que las economías se vuelven más automatizadas e impulsadas por máquinas, su capacidad para crear puestos de trabajo probablemente se volverá más limitada.
Según la Oficina de Análisis Económico de los Estados Unidos, los rendimientos del capital y del trabajo en su país han divergido en el pasado y el pronóstico actual es que tanto los salarios como el número de plazas disponibles en los sectores industriales clásicos seguirán disminuyendo a medida que la automatización y las máquinas son utilizadas con mayor intensidad, poniendo en riesgo a muchos trabajadores.
Para hacer frente a estos retos, es imperativo mejorar las capacidades blandas y duras de los actuales y futuros trabajadores, así como fomentar de manera decidida el espíritu empresarial creativo para contar con muchos más y novedosos emprendimientos.
Cuesta arriba. Lamentablemente, las encuestas mundiales sobre el espíritu empresarial sugieren que la intención, la estabilidad y la viabilidad empresariales son realmente difíciles en muchos países.
Un ejemplo es Costa Rica, que, según el informe Doing Business del Banco Mundial, ocupa la posición 144 en una lista de 190 en facilidad para iniciar un negocio.
En otras palabras, hay 143 países donde los procedimientos, el tiempo, el costo y el capital mínimos requeridos para iniciar un negocio son mucho menores.
Sin un plan de acción y esfuerzo decidido para mejorar en este campo, así como en muchos otros que impactan negativamente la operación de las actuales y futuras empresas, es imposible crear más y mejores fuentes de empleo en un mundo en constante cambio y en el cual la economía del trabajo temporal cada vez gana más terreno.
Es prioritario orientar el capital social, la inversión en infraestructura, el desarrollo de los recursos humanos y el financiamiento hacia las oportunidades de negocios en la gig economy.
Para ello, los sectores público y privado, incluida la comunidad científica, necesitan colaborar más estrechamente a fin de permitir que la investigación en las universidades sea comercializada por empresas existentes o por empresas creadas para ese propósito específico, y apoyar nuevos emprendimientos a través de las compañías existentes (spin-offs) o las emergentes (startups) gracias al surgimiento de nuevos emprendedores.
El Sistema de Banca para el Desarrollo desempeña un papel preponderante en el establecimiento de instrumentos financieros, como capital semilla y capital de riesgo, para promover el surgimiento de operadores especializados en este tipo de productos financieros y brindar el acompañamiento a las empresas existentes y a los noveles emprendedores por medio del INA o terceros contratados para ese fin.
Costa Rica enfrenta serios desafíos en la actualidad, como lo son la creación de empresas y más y mejores fuentes de trabajo. Afortunadamente, cuenta con herramientas que bien utilizadas harían la diferencia. Está en la voluntad y capacidad política el lograrlo.
El autor es presidente de la Academia de Centroamérica.