Los grandes líderes no temen ser los más pequeños en la sala; entienden que lo que realmente importa es su impacto. En los últimos años de mi vida laboral, me he cuestionado si el liderazgo va más allá de una posición de autoridad jerárquica, en la que el profesional sigue una estructura centralizada de control, ejecución y directrices específicas.
Más bien, considero que el verdadero liderazgo radica en una gestión voluntaria y consciente, que proporciona una dirección clara para alcanzar objetivos y ofrece los recursos necesarios para fomentar el crecimiento profesional de los empleados.
Sin embargo, la realidad a menudo difiere de esta visión ideal. En muchas empresas, predominan los jefes que simplemente exigen cumplimiento de sus indicaciones basándose en su autoridad jerárquica. Pero ¿acaso esto implica que estos jefes sean realmente admirados, valorados o considerados como modelos por sus colaboradores?
Un líder debe reconocer que cada miembro de la organización es esencial para el éxito de la empresa y debe esforzarse por motivarlos en su desarrollo profesional. Para lograr una gestión empresarial eficaz y un rendimiento óptimo, la comunicación asertiva es crucial. Esto implica incentivar a las personas para que expresen sus pensamientos, sentimientos y necesidades de manera clara, empática y respetuosa mediante una comunicación verdaderamente bidireccional.
Aun así, me pregunto si realmente se logra una comunicación asertiva en las empresas. En muchas de ellas, las estructuras rígidas perpetúan una comunicación unilateral, donde los empleados temen expresarse por miedo a las repercusiones, lo que representa un obstáculo significativo para el desarrollo de una cultura abierta y participativa.
Tom Peters, experto en gestión y liderazgo, subraya que un líder debe inspirar a sus empleados a cumplir con sus responsabilidades y a desarrollarse como líderes potenciales. Deben identificar los factores intrínsecos y extrínsecos que afectan el rendimiento laboral y personalizar estrategias, ajustar políticas y crear un ambiente que promueva el interés común.
Coincido con Simon Sinek en que la verdadera motivación trasciende los incentivos económicos. Se trata de crear un sentido de pertenencia y seguridad, donde cada miembro de la “tribu” confía en que el liderazgo se preocupa por su bienestar. Esta reflexión me lleva a cuestionar si estamos ejerciendo un liderazgo que deja huella.
Al reflexionar sobre el efecto de la comunicación asertiva y la motivación intrínseca, es evidente que el liderazgo eficaz requiere más que el simple cumplimiento de normas y directrices. Se trata de construir relaciones basadas en confianza y empatía, de fomentar un entorno en el que cada miembro del equipo se sienta valorado y escuchado.
El aporte más duradero de un líder se encuentra en las vidas que transforma y en el legado de un equipo inspirado y capacitado para enfrentar los desafíos. El liderazgo no se mide por el número de personas que nos siguen, sino por la cantidad de líderes que creemos.
Heidy Carranza Jiménez es subdirectora de la carrera de Administración de Negocios de la Universidad Fidélitas.