En el Sahel debe prevalecer la democracia

También recordaré mi visita a Níger en julio. Fui testigo de los resultados tangibles de la cooperación UE-Níger con la inauguración de la central solar de Gouro Banda, cerca de Niamey. En Agadez vi también cientos de viviendas sociales construidas con ayuda de la UE. La ambiciosa visión y la acción del presidente nigerino, Mohamed Bazoum, ofrecían una esperanza real en una región presa de la deriva autoritaria. Por eso me conmocionó el golpe militar del 26 de julio, poco después de mi visita.

Tras un debate con mis homólogos europeos, en presencia del ministro de Asuntos Exteriores de Níger y del presidente de la Comisión de la Comunidad Económica para África Occidental (Cedeao), me gustaría compartir algunas reflexiones sobre la situación en Níger y el Sahel.

Apoyo al Estado de derecho

Debemos mantener un apoyo inquebrantable al presidente Bazoum, elegido democráticamente, durante “todo el tiempo que sea necesario”, exigiendo la vuelta al orden constitucional en Níger. Está en juego el futuro de la democracia en toda la región. La democracia que quiere el pueblo de Níger, la que promueve la Cedeao y la que defiende la UE en todo el mundo.

Nuestro apoyo a la Cedeao tampoco debe flaquear. No hay lugar para acuerdos secundarios o canales de mediación paralelos. Como europeos, llevamos mucho tiempo apoyando la búsqueda de “soluciones africanas a problemas africanos”. En un momento en que la Cedeao está adoptando una postura firme y consecuente sin precedentes, debemos poner nuestros actos donde están nuestras palabras.

Además de defender sus valores democráticos, la UE también tiene un gran interés en que Níger vuelva a la senda del orden constitucional. Otro país saheliano que cayera en manos de una junta militar tendría consecuencias negativas de gran alcance para Europa en términos de seguridad, flujos migratorios y equilibrio geopolítico de poder.

Es un error creer que las juntas militares podrían combatir eficazmente los movimientos terroristas o el tráfico de seres humanos. Los mejores baluartes contra esas amenazas son los Estados democráticos con la ambición, la voluntad y los medios para crear nuevas oportunidades para sus pueblos.

Ciertamente, la política de la UE hacia el Sahel no ha tenido el éxito esperado en los últimos años. A veces nos hemos centrado demasiado solo en la dimensión de la seguridad y nuestros esfuerzos para ayudar a fortalecer el Estado de derecho, y proporcionar servicios básicos no han sido ni suficientes ni lo bastante visibles. La “paciencia estratégica” que hemos mostrado hacia las juntas militares de la región tampoco ha tenido resultados concretos más allá de fomentar nuevas vocaciones.

A pesar de esta necesaria autocrítica, no debemos olvidar que la hoja de ruta de Europa en el Sahel en los últimos años ha sido saheliana. Hemos comprometido nuestros soldados, nuestro dinero y nuestro capital político en la región porque los países sahelianos nos lo pidieron.

Otro enfoque para el Sahel

¿Qué podemos hacer ahora? Suspender nuestro apoyo presupuestario y nuestra cooperación en materia de seguridad con Níger; trabajar para la adopción de sanciones; y mostrar nuestra solidaridad en respuesta a la expulsión injustificada del embajador de uno de nuestros Estados miembros. Sin embargo, también debemos ir más allá. Puesto que no sería razonable seguir haciendo lo mismo y esperar un resultado distinto, debemos adoptar un enfoque diferente.

La cooperación en materia de seguridad, la concesión de visados y los programas de desarrollo económico deben reconsiderarse, y debemos actuar con rapidez a la hora de decidir qué es necesario cambiar, tanto con respecto a Níger como a otros países del Sahel. Tendremos que mantener este pulso con las juntas militares sin caer en las trampas tendidas por los regímenes que se basan principalmente en la manipulación y la desinformación.

Con escasos resultados en sus esfuerzos antiterroristas o de desarrollo económico, las juntas de la región han encontrado en estas prácticas sus herramientas más eficaces.

El Sahel es una prueba para toda la UE. Nadie debería congratularse por las dificultades que Francia está encontrando en la región. Se ha convertido en un cómodo chivo expiatorio para que las juntas fabriquen fácilmente la cohesión nacional mientras ocultan sus propios fracasos y abusos.

Francia no es el problema en el Sahel; lo son las juntas militares porque carecen de medios para luchar realmente contra el terrorismo y de ambición para mejorar la vida cotidiana y las perspectivas de futuro de su población.

Quienes se alegran, en Europa o en otros lugares, de las dificultades que encuentran los europeos en el Sahel no aprecian correctamente lo que está en juego. Todos pagaremos un alto precio si no conseguimos mantenernos coherentes y unidos. Solo una Europa unida puede influir en el curso de los acontecimientos. Las próximas semanas dirán si estamos a la altura de las expectativas en esta región estratégica.

Josep Borrell es alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea.

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