La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que las cifras reales de muertes asociadas a la covid-19 duplican o triplican los datos reportados oficialmente.
Las estimaciones preliminares sugieren que el número de fallecimientos en el mundo atribuibles a la pandemia en el 2020 sería de, como mínimo, 3 millones, lo que representaría 1,2 millones más que los 1,8 millones informados. En lo que va del 2021 se han notificado 3,4 millones de decesos, por lo que el dato real rondaría los 6 millones o más. En América, estaríamos hablando de hasta 1,5 millones, en lugar de los 900.000 señalados en el 2020.
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Mantengo el cuestionamiento sobre los conceptos «morir por» y «morir con» covid-19, con la intención de cubrir tanto a las personas que fallecen directamente por la acción del virus SARS-CoV-2, como a los pacientes con comorbilidades y prueba positiva en covid-19, pero cuya causa directa de muerte no fue el virus, sino alguna enfermedad crónica (obesidad, diabetes, hipertensión, cardiopatías, entre otras).
Los reportes muestran una fotografía incorrecta de la situación, debido a que muchos fallecieron antes de someterse a la prueba de PCR, como ocurrió en diferentes asilos para ancianos en España y otros países.
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Cabe reiterar lo que he indicado en otros artículos, que este amargo episodio no es una pandemia, sino una sindemia, pues el agente infeccioso interactúa con otra enfermedad del paciente o con las inequidades sociales.
Muchas personas murieron por el impacto de la sindemia, porque no fueron atendidas por sus enfermedades crónicas, pero sí por covid-19. Es necesario analizar y dar seguimiento mediante escritos en tiempo real de la crisis y más allá de la sindemia.
El autor es salubrista público.