Los estudiantes de colegio que aspiraran a cursar una carrera se enfrentan al dilema de si seguir la corriente del mercado o su vocación.
A pocos días de la entrega de los resultados de los exámenes de admisión de las universidades públicas, cabe preguntarse qué profesión escogerán los muchachos para empezarla en el 2025.
¿Harán su elección basada tanto en sus habilidades como afinidades o tan solo en la evaluación del mercado laboral? Suponiendo que prime el mercado, ¿se avecina el fin de las letras, las artes y las humanidades?
En el proceso de admisión 2024, la Universidad de Costa Rica y la Universidad Nacional atrajeron más estudiantes y ofrecieron más cupos exclusivos para las carreras STEM (sigla en inglés de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas).
Asimismo, estas carreras fueron las más demandadas: Ingeniería en Computación y Administración en el Instituto Tecnológico; Biología y Química Industrial en la Universidad Nacional; y Microbiología, Medicina y Computación en la Universidad de Costa Rica.
Entonces, me cuestiono cuál es el origen del divorcio de la generación Z con las áreas de estudio glorificadas en el Renacimiento.
Lo primero es que, a escala mundial, se percibe una vinculación del estudio de humanidades, letras y arte con un privilegio: solo las personas de estratos económicos altos pueden darse el lujo de invertir grandes sumas de dinero en educación superior, asumiendo un alto riesgo de no obtener retorno.
En segundo lugar, la generación Z, que se incorpora poco a poco a la educación superior y a la fuerza laboral, tiene de cabeza todas las expectativas puestas en ella.
La mayoría de los estudiantes desea un empleo con horarios flexibles, ambiente laboral relajado y retorno económico elevado. Sus aspiraciones o propósito en la vida no se basan en su carrera ni en su puesto.
Otra preocupación está relacionada con las posibilidades de cursar estas carreras en universidades estatales con filtro de examen de admisión, mientras que la oferta en centros privados es limitada y casi inasequible para gran parte de la población.
Mi mayor preocupación, aun si se superan todos los obstáculos señalados, es el mercado laboral.
Con una masa creciente de ingenieros, científicos, especialistas en salud y negocios, ¿quedarán rezagados aquellos que son igual de talentosos, pero en otras áreas?
¿Qué sucederá con los estudiantes que soñaban con ser Jane Austen, que aspiran a componer con la genialidad de Bach, que anhelan laborar en un museo o pintar como Frida Kahlo?
¿Qué pasará con quienes tienen una curiosidad similar a la de Von Ranke y no solo entienden profundamente a Kant, sino que proponen ideas brillantes?
No me cabe la menor duda de que Costa Rica es una cuna de talento extraordinario en ciencia y tecnología, pero también es posible que una considerable parte de la población sea capaz de descollar en la producción artística y humanitaria. Sin embargo, no lo lograrán por falta de oportunidades.
Por tanto, estamos ante una generación que no necesariamente está indispuesta ni carece de aptitudes, sino que el sistema se transformó para condicionarlos.
Es extremadamente común observar estudiantes de primer ingreso que no saben leer, trabajar en equipo, escuchar, empatizar, sensibilizarse con problemas sociales ni formar pensamientos críticos básicos.
La nueva generación cambia los clásicos de la literatura por 30 videos en las redes sociales; los hechos de periódicos o artículos respetables, por noticias falsas de 280 caracteres; y la sensibilidad humana, por inteligencia artificial.
No señalo como culpable a la generación, sino al sistema, porque pareciera no solo apoyar, sino imposibilitar tomar otra vía. En fin, sin ningún afán de utilizar la política, cabría recordar la frase célebre: “¿Para qué tractores sin violines?”.
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Natalia Sofía Vindas Gutiérrez es docente de Inglés y estudiante de la Universidad de Costa Rica.