Eunice no cabía en Costa Rica, ni en una caja, ni en una casa. Eunice solo cabe en un poema. Tuvo tres nacionalidades, como quien se cambia de blusa porque le queda demasiado estrecha. Eunice vivía permanentemente independizándose, soltando amarras en movimiento. Eunice era poesía migratoria. Sembraba árboles, pero no se quedaba para verlos crecer. Aprendió a cosechar, claro, pero no se quedó con las costumbres sedentarias; cambió su domicilio de Costa Rica a Guatemala, Argentina, Estados Unidos y México, como montada en una caravana. Lo mismo con los géneros: hay quienes dicen que su poesía es erótica y realista, otros que es vanguardista y algunos la clasifican como surrealista. Pero Eunice escapa de las clasificaciones como de las jaulas. Eunice hizo de su vida un campamento. Vivió aislamiento, indiferencia e incomprensión, como dice Humberto Díaz-Casanueva: “Ignorada, incomprendida (…). No tiene justificación una ignorancia que equivale a una arbitrariedad: a la proscripción del territorio de América de uno de sus valores más verticales, poderosos y heroicos”.
Hermandad. Por eso es llamativa la generosidad del Festival Internacional de Poesía de Granada, capitaneado por Francisco de Asís Fernández y Gloria Gabuardi, en dedicar la edición 2015 a Eunice. La visión poética del Festival va más allá de malentendidos y rencillas de los políticos que nos gobiernan, y funda el diálogo, la comprensión, los hilos que nos unen como hermanos. Eunice en Granada es un acontecimiento poético, pero además es símbolo de fraternidad entre todos los poetas y entre Costa Rica y Nicaragua.
Hay quienes, mapa en mano, piensan que el río San Juan nos divide, cuando en realidad nos une. Habría que preguntarles a los peces rojos y amarillos del San Juan si son nicas o ticos, y dirán que son simplemente peces compartiendo la misma agua, como nosotros somos simplemente peces compartiendo el mismo planeta.
Alfonso Chase, que tendrá en Granada una conferencia sobre Eunice y leerá poemas suyos, dice que ella trae “a nuestra literatura un cambio, un definitivo escalofrío, un horror nuevo y maravilloso, un orgasmo textual que transforma, para siempre, el modo de ser y escribir en Costa Rica”.
En junio de 1946, Eunice escribió precisamente en Granada estas palabras: “Si pudiera abrir mi gruesa flor para ver su geografía íntima, su dulce orografía de gruesa flor: si pudiera saltar desde los ojos para verme, abierta al sol (…) Si pudiera quedarme abierta al sol como el sencillo mar y alta, recién nacida hija del agua, creciera mi color al pie del agua”.
La dedicatoria del Festival de Granada proyectará su figura hacia todos los rincones del mundo de donde vienen los poetas invitados, y a través de Internet su nombre se sembrará en muchas universidades, idiomas y páginas. Granada va a preguntarse “por qué no he de poder desnudarme los pies en una casa en que los alfabetos ascienden por el labio a la palabra, y en que duendes de menta, sirven té verde y florecida sombra”.
Eunice cabe en un poema, y cabe en una semana de febrero y cabe en el estero frente al lago Cocibolca.