A punto ya de cruzar el umbral de la campaña política para la presidencia de este país, a ninguno de los aspirantes le vendrá mal el extracto de un supuesto manual para candidatos, pero, eso sí, en Costa Rica. No se debe olvidar: cada pueblo es diferente, y lo que unas sociedades toleran, otras lo rechazan ardorosamente.
Amor apasionado. En primer lugar, al dirigirse al electorado, el candidato debe aclarar contundentemente que no excluye a nadie y ama a todos –sí, “ama”, incluso con pasión–. Por supuesto, no convencerá de eso a casi nadie, solo a unos pocos, pero, dada la enorme desconfianza de los electores en la clase política, algo es algo, y podría traducirse en varios votos a su favor.
Declararle a toda la población un inmenso “amor” es vital, es “inclusivo” –palabreja muy en boga–, especialmente para atraer a algunas minorías que, con una inteligente y bien pensada estrategia global, y una artillería fulminante y eficaz, han sembrado temor en las mayorías, pues la manifestación de cualquier minúscula discrepancia se demoniza a lo grande y por todo lo alto: “machismo, “homofobia”, “contravención de los derechos humanos”, etcétera, etcétera, etcétera.
Total, que las mayorías acaban sumisas y rendidas ante las minorías. El mundo al revés: las minorías muestran el poder propio de las mayorías, y estas mantienen la actitud típica de aquellas. Difícil de entender, pero así son las sociedades de hoy. Y Dios le libre a uno de ponerse gallito, porque te linchan sin piedad y te mandan al cadalso en un santiamén.
Al respecto, una sugerencia para los discursos de campaña podría ser la siguiente:
“Ciudadanos y ciudadanas: Sí, con orgullo digo ‘ciudadanas’. No solo el sustantivo masculino, sesgo machista, sexista y abominable del lenguaje, sino también el femenino. Es una buena manera de acercarnos a la tan ansiada ‘equidad de género’.
”Así que lo repito, convencido de que este país necesita un rotundo cambio de mentalidad, al margen de lo que cada cual tenga colgando, o no, en su entrepierna: ‘Ciudadanos y ciudadanas’. Mejor aún: ‘Ciudadanas y ciudadanos’. Ellas primero, pues los ‘machos’, desde los alfa hasta los omega, las han relegado, por los siglos de los siglos, a la invisibilidad y a los últimos lugares de la historia.
”Y digo lo anterior, pues, ciertamente, creo en ello, pero también, sincero soy y lo seré siempre en mi futuro gobierno, porque, si no, a como están las cosas y los tiempos que corren, no votaría por mí ni mi padre.
”Resumiendo: en mi Administración no habrá discriminación alguna entre los hombres y las mujeres heterosexuales, y, menos aún, entre los integrantes de la comunidad LGTBI. Por cierto, he observado que esta sigla ha ido aumentando el número de sus letras. ¡Qué maravilla! Cuanta mayor diversidad, mayores serán las opciones, emociones, pasiones y placeres”.
Opositores mentirosos. Pero no solo eso. En segundo lugar, el candidato debe hacerles creer a todos que sus oponentes mienten a lo bestia, aunque él también lo hará para engatusar a las muchas almas cándidas. ¡Claro!, eso no lo puede decir: sería hacerse el harakiri en medio de la campaña. Y, también, debe advertir de que un voto por cualquiera de los otros contendientes es una muestra de incapacidad mental y estupidez.
Tal vez podría lograr su objetivo con una narrativa igual o parecida a la que se consigna a continuación:
“Amigos y amigas, perdón…, amigas y amigos: Estamos ya inmersos en una nueva campaña electoral. Los discursos engañosos y las descaradas mentiras abundarán, como siempre, y, por eso mismo, es muy importante que todos nos pongamos en guardia y cada uno de ustedes mantenga en alerta la sustancia gris.
”Claro es que, aun así, son tantos los tontos, y tan profunda su descerebración, que acabarán votando como siempre lo han hecho: por el piquito verborrágico que más les halague y regale el oído, y, por supuesto, ofrezca a todos el oro y el moro mediante dispendiosos programas sociales, impagables, inviables, pero, eso sí, que propiciarán estómagos agradecidos y, con ello, un odioso clientelismo”.
Con pies de plomo. En tercer lugar, al hablar de sí mismo, el candidato debe andar con pies de plomo. Se trata de su tarjeta de presentación, y eso es algo muy delicado. Si procede de una familia “humilde”, el calificativo mejor valorado y más aplaudido en este país, no deje de repetirlo, una y otra vez, ad nauseam. Dramatice su anterior situación y la de sus ascendientes, y ponga las cosas mucho peor de lo que fueron en realidad. El relato de las mil y una penalidades del pasado es muy efectista: enternecerá, estremecerá, conmoverá y emocionará hasta las lágrimas, y, por supuesto, empujará más de un voto en las ranuras de las urnas.
Si, por el contrario, el candidato es de clase media alta, rico o, incluso, nacido en cuna dorada, las cosas se le complicarán muchísimo. Aunque no fuera cierto, deberá destacar que su familia y él hicieron ingentes esfuerzos y debieron afrontar grandes –mejor decir: “terribles y trágicas”– calamidades para llegar adonde están. Eso le ayudará un poco.
La explicación es muy simple: en Costa Rica, ser pobre es una virtud, y ser rico, un pecado, aunque el dinero haya sido bien ganado y con absoluta honradez. Para una mejor comprensión de esta particularidad, un estudio psicosociológico sacaría a relucir seguramente algunos conceptos como los de “pobrecito”, “igualitarismo”, “resentimiento”, “envidia”… y un largo etcétera.
Finalmente, la claridad del mensaje es importantísima: palabras sencillas, frases cortas, lenguaje cotidiano y, a veces, hasta coloquial, aunque no tanto como para dirigirse a la gente con alguna de las tres categorías existenciales en las que entra todo bicho humano en este país: “hijo’e puta”, “huevón” y “mae”. Eso podría restarle votos, aunque no muchos.
A modo de paréntesis: utilice varios de los tópicos que se cotizan siempre muy alto en el mercadeo de la política, aunque nadie se los crea. Por ejemplo: “transparencia”, “honradez”, “rendición de cuentas”, “lucha contra la corrupción”, “reducción de la pobreza”, “progreso”, “calidad de vida” y tantos otros más. Pero, eso sí, en la actual campaña, nunca hable del “cambio”. Ya lo fusilaron en la anterior. Resulta que este iba a ser el “Gobierno del cambio”, pero todo quedó en un simple cambio de Gobierno.
Un último consejo para ubicarse mejor en la era de la política-espectáculo: si ve que las cosas le están yendo desmesuradamente bien a alguno de los otros candidatos, investigue cuántos likes ha comprado en las redes sociales y cuántos troles están a su favor.
El asunto tiene sus bemoles…, vaya que si los tiene. Y todavía falta que alguien escriba el manual completo. ¡Joder con la política!... Se las trae.
El autor es filósofo.