El artículo de Dennis Meléndez, intitulado “Extraña política cambiaria”, publicado recientemente en La Nación, tiene inconsistencias conceptuales y contradicciones que deben ser corregidas. He aquí algunas de ellas:
Dice: “El tipo de cambio parece haber dejado de ser un resultado de la política monetaria y, más bien, da la impresión de haberse convertido en un instrumento para alcanzar otros objetivos económicos: el equilibrio fiscal, la disminución de los coeficientes de deuda y el control de la inflación”.
1. El tipo de cambio nunca debe ser el resultado de la política monetaria, pues son variables distintas, regidas por fuerzas muy diferentes. Precisamente, cuando se estableció el esquema de metas de inflación, se hizo flotar la moneda (flotación administrada, no sucia) para liberar la política monetaria del efecto invasivo de la participación oficial en el mercado cambiario por la compra o venta de divisas, y que el BCCR pudiera tener un verdadero control de la liquidez.
Antes, al comprar dólares, el Central expandía la liquidez y la contraía al vender, todo en contra de una buena programación de la liquidez que fuera concordante con la expansión del PIB. Las “minis” empañaban la política monetaria con liquidez no deseada ni programada y exacerbaban la inflación, por eso se eliminaron. En todos los países con metas de inflación, se flotan las monedas.
2. Las políticas cambiaria y monetaria son dos variables independientes, regidas por decisiones distintas: la monetaria la dicta el BCCR mediante el control de la cantidad de dinero (expansión o contracción de liquidez) para guardar una adecuada expansión de los medios de pago y evitar que la demanda agregada, estimulada por la expansión del crédito, presione los precios.
La tasa de política monetaria (TPM), que es el principal instrumento de ajuste, la fija la Junta Directiva por una resolución formal cada cierto tiempo. La Junta, por el contrario, no fija el tipo de cambio.
También noto un claro desconocimiento institucional del autor en este campo, y lo insto respetuosamente a que señale una sola decisión de la Junta o la presidencia del Banco en que se fije el tipo de cambio o se describa una política cambiaria donde se instruya a la Administración a enrumbar el tipo de cambio a la baja.
3. Lo que el autor equivocadamente denomina “la política cambiaria” no existe formalmente. Lo que sí existe es el régimen cambiario, adoptado como opción cambiaria en 1995, cuando se reformó la Ley Orgánica del BCCR con base en un proyecto de reforma, elaborado cuando fui presidente ejecutivo, en 1993.
La ley permite fijar el régimen cambiario, con intervención oficial (administrada) o sin ella (pura). En mi libro sobre el régimen cambiario, hago un recuento detallado de la reforma, pero, para estos efectos, baste con mencionar que el régimen cambiario (no la política cambiaria) se fijó mediante una decisión formal de la Junta Directiva por una votación calificada de cinco miembros hace varios años (iniciativa de Olivier Castro tras un peregrinar tortuoso de minis, bandas y flotación de hecho).
En la flotación administrada en vigencia, no hay política cambiaria discrecional, sino que, jurídicamente, la oferta y demanda de divisas establecen los tipos de cambio que prevalecen en ventanilla y en el Monex.
El Central solo interviene temporalmente para moderar oscilaciones violentas, y también la ley manda al Banco a concentrar la compra y venta de monedas para el sector público no bancario, a los tipos de compra y venta de mercado.
4. ¿Cuál es, entonces, el error de fondo? Afirmar que el BCCR sigue una política cambiaria activa y deliberada (“extraña” o, peor aún, “perversa”, según el autor) de fijar los tipos de cambio, como lo hacían anteriormente con las minis o las bandas.
5. De ahí que es falso que el BCCR haya decidido usar deliberadamente la política cambiaria para perseguir otros fines, como bajar el déficit fiscal o reducir la inflación. De hecho, la apreciación del colón, en vez de beneficiar a Hacienda en el neto, más bien la afectó, pues el ahorro por financiar en el exterior el pago de su deuda externa fue menor que el impacto negativo de la apreciación en la recaudación.
6. La inflación no fue controlada por la apreciación del colón, como se aduce, sino principalmente por el programa de estabilización financiera aprobado formalmente por la Junta Directiva, con un aumento de la TPM hasta un 9 %, cuando se disparó la inflación a más del 12 % anual, aunado a otras medidas, tales como ajuste de encajes y otras.
Las causas del control de la inflación están bien identificadas, y si la apreciación contribuyó a reducir el alza de los precios, fue un efecto indirecto, como también lo fueron la corrección de los precios del trasiego de mercancías en el mar Rojo, la caída de los precios del petróleo, el alza de materias primas y la mayor confianza generada por el cumplimiento del convenio con el FMI, entre otras.
El BCCR no auspició ni propició la apreciación de la moneda. No hay una sola decisión en cuyos considerandos se mencione la apreciación como medida para controlar la inflación. Habría habido una desviación de poder, pues el presupuesto jurídico de la flotación es que el mercado determine el precio, no el BCCR.
7. También es un error decir, por una parte, que el BCCR manipula el tipo de cambio, pero, por otra, que “el tipo de cambio está sostenido por endeudamiento” (eurobonos). Una de dos: o el tipo de cambio bajó por el endeudamiento, o por “una política cambiaria malévola del Banco Central”.
8. Señalo otra contradicción: acusa al BCCR de deprimir deliberadamente el tipo de cambio, pero ignora totalmente la realidad. El BCCR ha adquirido más de $6.000 millones en reservas en el mercado cambiario, cuyo efecto ha sido evitar una fuerte apreciación del colón. Si el Central no lo hubiera hecho, el tipo de cambio se habría desplomado lastimosamente. Para ser justo y objetivo, debería ofrecerle una disculpa.
9. Tampoco es cierto que el endeudamiento externo, que según el autor auspició la apreciación, lo determinara el BCCR. Es incorrecto y, por tanto, su tesis se desploma.
Es la Asamblea Legislativa, no el Banco Central, la que determina el endeudamiento externo. Si el gobierno se endeuda y la Asamblea lo consiente, esa decisión distorsiona el mercado cambiario y se manifiesta directa o indirectamente en las cotizaciones, ya sea mediante un aumento en la oferta de divisas (si el gobierno las quema para satisfacer sus necesidades) o una disminución en la demanda potencial, en el tanto Hacienda pueda abstenerse de acudir al mercado interno a comprar reservas para pagar al exterior y evitar así que suba el tipo de cambio.
Pero en uno u otro caso, debe quedar muy claro que el causante del efecto cambiario es el binomio Hacienda-Parlamento, y no el BCCR. Si las cámaras empresariales, diputados o ministros de Estado pretenden responsabilizar al Central, deben empezar por comprender y atacar las causas, no los efectos.
Si ellos mismos auspiciaron el endeudamiento externo, deben aceptar las consecuencias. No hay un análisis serio de causa y efecto. La causa inmediata es el gasto público que por muchos años (y en otras administraciones) efectuó el Ejecutivo, con la complacencia de la Asamblea Legislativa y, también, anualmente al aprobar el presupuesto.
El mercado cambiario lo único que hace es reflejar correctamente las distorsiones fiscales y legislativas que en él convergen. Y desde ese punto de vista, actúa como un buen mercado que opera libremente y refleja fielmente las fuerzas de oferta y demanda. Ni el mercado cambiario ni el Banco Central son los causantes de la apreciación.
10. También discrepo de que las altas tasas de interés fueran las que provocaron la apreciación de la moneda. En eso coincido con Rodrigo Bolaños, según expuso en un artículo publicado en El Financiero (”Tipo de cambio y las consecuencias del éxito”).
Lo que ha sucedido es que el mercado cambiario se ha vuelto muy superavitario por una serie de razones explicadas pormenorizadas en el último informe de política monetaria del BCCR.
En resumen: el éxito macroeconómico de los últimos años, reflejado ahora en el equilibrio fiscal (reforma tributaria del 2018, parsimonia en el gasto y la regla fiscal), aunado al alto desarrollo de las exportaciones, turismo y entradas directas de capital (no necesariamente capital golondrina, pues la prima por invertir en colones es ahora negativa), ha producido un cambio de fondo que necesariamente conlleva a un nuevo equilibrio. Calificarlo de “extraña política cambiaria” es un gran error.
11. Otro asunto controvertido, que se repite en ciertos círculos como una especie de leitmotiv insuficientemente investigado es que “las empresas tienden a sustituir mano de obra por capital, lo cual permite producir lo mismo, o más, con menos trabajadores, consecuencia del abaratamiento indebido de la maquinaria y el equipo. En condiciones normales, —agrega— esto sería positivo, pero no si proviene de una situación a todas luces artificial”.
Yo concuerdo en que los mercados laboral y cambiario están atravesando cambios estructurales que habrá que estudiar, pero discrepo de que la apreciación sea “artificial” y que la disminución de la fuerza laboral sea responsabilidad del Central.
12. Aclaro, finalmente, que lo escrito es a título estrictamente personal, sin comprometer en nada al Banco Central ni a su Junta Directiva.
El autor es economista.