La humanidad enfrenta múltiples desafíos, pero dos de ellos engloban problemas que deben y pueden ser resueltos en los próximos años.
Eliminar la pobreza en el planeta es un imperativo moral y no hay duda alguna de que la humanidad cuenta con los medios suficientes para lograrlo. Es un problema de distribución y no de disponibilidad suficiente. Esto no quiere decir que sea fácil, pero sí es posible. Y debe hacerse.
En cuanto a la salud del ambiente, hay múltiples componentes: contaminación del aire y de los cuerpos de agua, salubridad de los alimentos, deforestación, desertificación, etc., pero, especialmente, el cambio climático y las acciones humanas que lo producen o agudizan, pues de ello depende la propia existencia de toda la humanidad o, por lo menos, la calidad y cantidad de personas que podrán habitar el planeta en las próximas décadas.
Desafíos globales. En ambos casos estamos hablando de desafíos globales, o sea, de retos que requieren acción concertada de múltiples agentes en el mundo entero, trabajando cooperativamente y en la misma dirección y con iguales propósitos.
Es por eso que, luego de la exitosa experiencia con los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), la comunidad internacional ha comenzado a organizarse, por medio del Sistema de Naciones Unidas, para definir una Agenda de Desarrollo Sostenible Post 2015. El desafío es enorme. Para ilustrarlo, pensemos en lo siguiente: si en nuestro país resulta difícil poner de acuerdo a 57 diputados para acordar una agenda de trabajo y actuar oportunamente para decidir sobre cuestiones que tienen que ver con unos 4 millones y medio de personas, o muchos países y pueblos tienen décadas de mantener disputas territoriales o fronterizas, ¡cuánto más difícil es poner de acuerdo a 193 países mediante miles de diplomáticos que representan a 7.000 millones de personas! Pero es posible hacerlo y, sin duda, el esfuerzo vale la pena.
En concreto, el proceso preparatorio ya se inició con varios trabajos simultáneos: hay un primer documento, “Una nueva alianza global”, pergeñado por un panel de alto nivel nombrado por el secretario general de la ONU, y que lideraron la presidenta de Liberia y los primeros ministros de Indonesia y del Reino Unido. Además de proponer una visión y definir un marco del estado de situación y de los logros alcanzados desde el año 2000, el documento identifica y desarrolla cinco áreas de acciones transformativas y un amplio conjunto de metas y posibles impactos.
Una muy buena base. Este documento, en mi opinión, es una muy buena base para orientar el proceso de discusión y negociación que habrá de hacer confluir varios esfuerzos simultáneos, todos relacionados con este importante emprendimiento: el acuerdo de las Metas de Desarrollo Sostenible, la propuesta de Financiamiento para el Desarrollo Sostenible (en cuyo grupo de expertos Costa Rica está representada junto a otros 29 países) y la Agenda de Desarrollo Post 2015, que debe construir sobre lo alcanzado y lo pendiente de los ODM.
Evidentemente existen ya, y se generarán aún más, decenas de documentos de trabajo: unos producidos por centros académicos, otros por Gobiernos de todo el orbe, otros más por ONG, pensadores, grupos afines en torno a temas específicos, etc., etc. Todo este material competirá por tener su audiencia, por hacerse oír e influir. La calidad y ambición de cada grupo y documento será muy variable, y también sus posibilidades de éxito. Sin embargo, es muy importante indicar que este proceso ya concita y concitará aún más el interés auténtico, y generalmente desprendido, de millones de personas, quizá decenas o centenas de millones, directa o indirectamente.
Quedan, aproximadamente, dos años para que la Asamblea General de la ONU, seguramente con la presencia de los jefes de Estado o Gobierno de sus países miembros, se reúna para darle el toque final a la propuesta y al programa de acción que constituirá la Agenda de Desarrollo Global, en torno a la cual el mundo tratará de consensuar los objetivos, metas y acciones que deberán planearse y ejecutarse, a fin de garantizar la eliminación permanente de la pobreza en el mundo y disminuir primero, y erradicar después, la amenaza de envenenamiento permanente del medio natural.
Ajustes y alianzas. Necesariamente, esto implicará ajustes en la producción y el consumo y la aplicación de tecnologías adecuadas, y la reasignación de recursos a nivel global de modo compatible con estas metas, las cuales irán acompañadas de otras igual o más ambiciosas e íntimamente relacionadas, que tienen que ver con educación, salud, reformas institucionales, gobernanza, generación de empleos decentes en volúmenes suficientes, etc., etc.
Pero, sobre todo, esto tiene que ver con la creación de alianzas, a nivel global, nacional y local, para que estos objetivos estén acompañados de responsabilidades de todos, ciudadanos y Gobiernos, empresas y organizaciones de la sociedad civil, mujeres y hombres. Ahora, la ONU entiende y propicia que no solo los Estados deben actuar. Les corresponde a estos, por medio de sus Gobiernos, adoptar las decisiones que fijen el rumbo, pero, para que haya éxito y verdadero desarrollo, no bastan los Gobiernos, se requieren múltiples energías, talentos y esfuerzos.
En 1945, los líderes de entonces tuvieron la visión y determinación de producir y adoptar un ideario excepcional y comprehensivo como fue la propia Carta de la ONU. Hoy se requiere tanta o más visión y determinación para llevar a todos los seres humanos la oportunidad de que sean forjadores de su propio destino. Nuestro país, con frecuencia citado como ejemplo, puede y debe contribuir de manera destacada.