En su carta pública, del 17 de octubre del 2020, Laura Chinchilla, Abel Pacheco, Óscar Arias, Miguel Ángel Rodríguez, Rafael Ángel Calderón y Luis Guillermo Solís se dirigen a los costarricenses con esta frase: “Con el inmenso cariño y la profunda gratitud que sentimos por este querido pueblo que nos distinguió confiándonos el ejercicio de la presidencia de la República”.
Como ciudadano de este país, conformado por gente noble, sencilla y trabajadora, así como por una minoría de todo lo contrario, ustedes deben explicar en qué consiste ese “inmenso cariño y profunda gratitud”.
Quiero decir, brindar el significado que dan a las palabras cariño y gratitud, y luego aclarar el adjetivo inmenso. Entiendo que la gente noble, sencilla, humilde y trabajadora no les hizo a ustedes un favor ni les prestó un servicio al distinguirlos confiándoles el ejercicio de la presidencia de la República. Todo lo contrario, esa gente les brindó inmenso cariño y profunda gratitud, razón suficiente para distinguirlos confiándoles el ejercicio de la presidencia de la República.
Esas dos cualidades humanas de esa gente, cariño y gratitud, no fueron correspondidas de su parte a una mayoría. Ese cariño y gratitud fue, en buena medida, despreciado por ustedes, los distinguidos, a quienes esa gente les confió el ejercicio de la presidencia.
Basta con observar, en sus períodos de gobierno y en sus herencias, las estadísticas sobre calidad de la educación, nivel de delincuencia y de pobreza, crecimiento económico, malestar social, desconfianza en la institucionalidad democrática.
Dicen ustedes que “vivimos una hora de graves dificultades”, quizá ustedes vivan una hora de graves dificultades, porque buena mayoría de aquella gente ha vivido grandes dificultades todas las horas que han transcurrido desde que brindaron aquel inmenso cariño y profunda gratitud a ustedes, al distinguirlos confiándoles el ejercicio de la presidencia de la República.
Esas horas se han prolongado en el gobierno de Carlos Alvarado, a quien dudo que esa gente le haya brindado inmenso cariño y profunda gratitud.
Otras aclaraciones necesarias. “Debemos todos apoyar nuestra democracia”, afirman. Debemos es un ejercicio de la pluralidad, la cual también merece definición y explicación; en el sentido de la democracia como lo político, de mayorías.
Pero quiénes son todos; acaso ustedes y los Otros que conforman los Unos, también cargados de inmenso cariño y profunda gratitud.
¡Qué significa “nuestra democracia”? Acaso nuestra refiere a ustedes y los Otros que conforman los Unos, también cargados de inmenso cariño y profunda gratitud.
Acaso democracia significa demo, ustedes, y los Otros que conforman los Unos, también cargados de inmenso cariño y profunda gratitud.
Acaso cracia refiere a ustedes y los Otros que conforman los Unos, también cargados de inmenso cariño y profunda gratitud.
Entonces democracia se sintetiza en Nuestra; ustedes, y los Otros que conforman los Unos, también cargados de inmenso cariño y profunda gratitud.
Acaso está claro que apoyar denota alerta para quienes dicen “vivimos una hora de graves dificultades” frente a aquellos que han vivido inconmensurables horas de graves dificultades; ¡aquella gente!
“La institucionalidad republicana y los derechos humanos de toda la ciudadanía”, expresan. ¡También Nuestra y tan solo en esa hora de graves dificultades para la también Nuestra democracia, apremiada de profunda devoción patriota!
Aquella gente, la del inmenso cariño y profunda gratitud, no merece devoción patriota como ciudadanos con derecho, y, por tanto, con derecho humano; ¿o esa gente es menos humana y menos ciudadana a causa de su inmenso cariño y profunda gratitud?
¿Acaso la constitucionalidad también es Nuestra; de ustedes y los Otros que conforman los Unos, cargados de inmenso cariño y profunda gratitud?
Repudio total. Con vehemencia expresan ustedes su repudio y condenan el uso de la violencia, tan ajena a la idiosincrasia del ser costarricense. Estoy de acuerdo, señores del inmenso cariño y profunda gratitud.
También repudio y condeno el uso de la violencia contra aquella gente; aquella que con genuino cariño y gratitud los distinguió al confiarles el ejercicio de la presidencia de la República.
El sometimiento de esa gente a condiciones de pobreza extrema, pésima calidad de la educación, exposición a la delincuencia, desigual participación en la distribución del producto y del ingreso, la decadencia en la atención de la salud, el recargo de todo tipo de impuesto confiscatorio de su patrimonio, la agresión a la cultura social y política, entre otras perversiones institucionales de la democracia republicana son repudiables y condenables actos de violencia de Estado.
Los partidos políticos y los gremios (incluidas las religiones y otras formas de manifestación en la institucionalidad) también deben ser condenados y repudiados por sus violentos actos de infamia, mentira y control absoluto de los intereses y deseos del costarricense. Desde entonces y desde antes no han sido abolidos “los dolores que hoy viven tantos hogares” ni “las frustraciones y el enojo que sentimos” los costarricenses por “el cúmulo de adversidades que enfrenta el país”.
Con inmenso cariño y profunda gratitud, piensen si ustedes no son responsables de toda esta desgracia nacional. Expresen con sinceridad al ciudadano costarricense la razón histórica de todos esos actos de violencia de Estado en el ejercicio de la presidencia de la República, contra aquella gente.
No más discursos ni poses. Ahí están sus estadísticas, son 24 años, y las causas reales. Lo digo con inmenso cariño y profunda gratitud.
El autor es economista, politólogo y catedrático de la UNA y la UCR.