Diversas expresiones artísticas estaban presentes en nuestro país antes de la colonización. Los indígenas bailaban en círculo o filas para recibir la época lluviosa y celebrar la vida o la muerte.
Muchas de esas costumbres se extinguieron. Sobrevivieron, por ejemplo, la fiesta de los negritos, la fiesta de los diablitos y la mula.
En cada provincia, la danza está presente. Con la construcción del ferrocarril al Atlántico por esclavos provenientes de Jamaica, se acogió la cuadrilla en Limón. Un baile compuesto por figuras que van del uno al cinco; cada una está conformada por movimientos básicos y repetitivos.
Con el tiempo, esta danza se transformó y dio paso a cuadrillas compuestas de más o menos figuras, que reciben diferentes nombres.
Se practicaba en fechas festivas, bautizos y bodas, entre otros. Sin embargo, también ha ido desapareciendo, víctima del desinterés por la preservación de la manifestación artística afrocaribeña.
De la mezcla de indígenas, mestizos, negros y españoles, surgió la danza popular, alegre, cuyos movimientos sensuales y característicos eran mal vistos en su época.
Se practicaba en fiestas populares, en las cuales se imitaban las danzas españolas, que consistían en zapateos al estilo gitano y balanceos.
Entre las más reconocidas figura la guanacasteca, que nos traslada a una época cuando la forma de vida del sabanero y su entorno eran muy diferentes. Son movimientos que provocan suspiros al ver ondear las faldas y pañuelos de los bailarines.
Todas estas danzas se acompañan de instrumentos de percusión, viento y cuerdas, así como también de palmadas y voz.
Desde siempre, la danza ha estado presente en la humanidad. El movimiento trae sentimientos y manifestaciones artísticas.
Es loable el esfuerzo popular y de instituciones y escuelas por apoyar esta expresión artística durante todos estos años de nuestra independencia.
La autora es profesora de danza.