Costa Rica perdió el liderazgo en innovación en América Latina. Estamos en el tercer puesto, debajo de Chile y México. Asimismo, las perspectivas de crecimiento económico, según el Banco Mundial, serían del 2,6 %, una de las más bajas de la región.
La lectura combinada de ambos datos nos indica que el fomento únicamente de las actividades empresariales actuales será insuficiente para superar la crisis crónica y la era pospandémica.
Debemos pensar indudablemente más allá del presente parque industrial de zonas francas y la posible reactivación del turismo foráneo. Como muestra de lo alcanzable, el 2020 fue un excepcional período al crear soluciones innovadoras en múltiples campos, especialmente en el área bío, coyuntura aprovechada con coraje, perspectiva y prontitud en otras latitudes, pero no con intensidad similar en nuestro medio.
La mentalidad hace la diferencia. Es necesario recordar que el progreso de un Estado es independiente de su extensión territorial o volumen poblacional.
Arquetipo de ello son las denominadas pequeñas economías avanzadas, o small economies advanced iniciative (SAEI). Este exclusivo grupo lo integran Dinamarca, Finlandia, Suiza, Nueva Zelanda, Singapur e Israel.
Son miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), poseen una población inferior a los 10 millones de habitantes, son relativamente pequeños territorialmente y su economía es avanzada, según los estándares del Fondo Monetario Internacional.
Además, se han asociado mediante un mecanismo de formulación de políticas nacionales prioritarias y dirigidas a una «concentración de fondos públicos, recursos humanos y atención política hacia aspectos específicos de investigación».
El resultado es que casi todos estos Estados lideran el ranquin de innovación global, con progresos muy fuertes en biociencias. En el III Foro de la Salud, llevado a cabo en La Nación, el Dr. Román Macaya Hayes, presidente ejecutivo de la Caja Costarricense de Seguro Social, propuso la inclusión de Costa Rica en la SAEI, aspiración bastante lejana de nuestra realidad.
Aunque el país reúne algunas de las características señaladas, incumple en el aspecto monetario, en virtud de la complicada situación financiera, apartada de la estabilidad y el incremento requeridos.
La decidida apuesta de esos países por dirigir cuantiosos recursos y capacidades hacia la investigación científica básica y aplicada nos coloca en una posición casi inalcanzable, dada la organización, visión y actuar de varios sectores públicos y privados nacionales.
Gran desafío con camino andado. El país dispone de diversos insumos para enfocarse en este obligado cambio de pensamiento y acción.
Uno es la Estrategia Nacional de Bioeconomía de Costa Rica 2020-2030, basada «en el aprovechamiento justo y equitativo de la biodiversidad, el uso circular de la biomasa y en el progreso biotecnológico del país como sociedad del conocimiento».
En virtud de la urgente reactivación económica, la iniciativa debería haberse empezado a ejecutar sin demora, como el marco de referencia de esta.
Otro es el decreto 42334 S-COMEX-MCSP que declara «de interés público y nacional la industria médica y de bienestar, y a Costa Rica como centro de bienestar, innovación y ciencias de la vida». Obliga a las entidades participantes a «elaborar una estrategia conjunta para fomentar la atracción y ampliación de inversiones en el campo de las ciencias de la salud y el bienestar».
Para lo anterior se necesita, más que disponer de recurso humano idóneo y motivado en fabricar dispositivos médicos, avanzar resueltamente hacia la investigación, desarrollo e innovación.
Por otra parte, es indispensable una transformación significativa en la introversión, actitud y quehacer del sector sanitario. Esto sería logrado, en buena parte, si se aprueba el expediente legislativo 21840, cuyo fin es modificar la Ley General de Salud y otras relacionadas.
La competencia externa es implacable, creciente e imparable; entonces, es necesario prevenir el entrabamiento de las acciones urgentes basándose en aspectos gremiales o idiosincrásicos.
Podemos ser actores y no simples espectadores de la cuarta revolución industrial para beneficio pleno de nuestra sociedad.
El autor es investigador y docente en el Instituto Tecnológico de Costa Rica.