El efecto de la propagación del SARS-CoV-2 ya es evidente en los servicios médicos. Esta pandemia, particularmente, demanda extraordinarias y sostenidas labores en todos los sistemas de salud.
Incluso en los países desarrollados, quedó demostrada la limitada capacidad de ampliación en los hospitales, en especial en las unidades de cuidados intensivos (UCI). Para un sistema de salud tan consolidado como el nuestro, plantea también un enorme desafío.
De darse un aumento en la demanda de servicios médicos concomitante con una disminución de médicos y enfermeros —por contagio de la covid-19— el desequilibrio resultante nos empujaría a un inexorable cuestionamiento: ¿Cómo asignarán los médicos de manera justa los recursos?
Es un terrible cuestionamiento que rehusamos hacernos; debe reconocerse el esfuerzo inconmensurable de las autoridades sanitarias, cuyas acciones nos han alejado hasta ahora de ese debate al evitar curvas de contagio como las enfrentadas en otros países, y por lo cual están sumidos en el abismo del dilema ético: mientras los médicos cuentan camas con los dedos, los enfermos mueren esperando y los muertos se apilan en morgues improvisadas.
A esos Estados se les hizo tarde para plantear acciones preventivas, y únicamente les quedó poner en marcha planes de contingencia, lo que sumió a los médicos en un grave estrés ético y moral, al obligarlos a tomar decisiones excepcionales por no tener experiencia ética en catástrofes masivas.
Costa Rica, a diferencia de los otros, puede resolver el predicamento mediante un debate crítico y reflexivo empleando la bioética y los derechos humanos.
Parámetros dudosos. Enfrentadas al desequilibrio de la relación entre recursos requeridos y recursos disponibles, diversas instituciones se orientan durante la emergencia por la edad, el valor social u “orden de llegada”. Son parámetros controversiales y se han discutido cuando ocurre el desbordamiento de los hospitales.
Ese es el criterio, por ejemplo, del Consejo de Salubridad General de México, institución que publicó la Guía de asignación de recursos de medicina crítica. Según el documento, la atención médica de los jóvenes es prioritaria, no la de los adultos mayores.
Si bien Costa Rica podría llegar a la priorización, el sistema garantiza el principio de equidad en el acceso a la atención; además, los profesionales de la salud cuentan no solo con soporte psicológico, sino también con la asesoría de comités de bioética, que brindan apoyo en esta extraordinaria situación, y ello puede mitigar el estrés moral en momentos de crisis.
Prevenir. Sin embargo, no sería prudente omitir el debate porque debe preverse en caso de ocurrir una crisis. Resulta imperiosa la necesidad de definir criterios técnicos objetivos, mediante estándares científicos, y particularmente éticos —justificados y razonados—, de asignación de recursos médicos, sin transgredir la dignidad intrínseca de todo ser humano.
La mejor forma de ilustrarlo es el gobierno argentino, donde conformaron una comisión de expertos en bioética, dada la difícil tarea de establecer criterios en la materia.
De igual forma, nosotros debemos facilitar instrumentos éticos a los profesionales de la salud para la justa asignación de recursos limitados, sin dejar de lado nuestro compromiso como sociedad en seguir las recomendaciones sanitarias.
Así, juntos, aseguraremos la atención oportuna de la pandemia bajo estándares bioéticos y evitaremos llegar a la práctica de un “plan de contingencia”, aunque es necesario prepararlo, y prepararlo con ética.
El autor es médico.