El 1.° de diciembre el ministro de Salud de Argentina, el médico salubrista Ginés González García, en un debate acerca del aborto, dio una declaración que, viniendo de un médico, tuvo una fuerte repercusión en la comunidad científica.
«Acá, no hay dos vidas como lo dicen algunos. Acá, claramente es una sola vida y lo otro es un fenómeno (…). Si no fuera así, estaríamos ante el mayor genocidio universal».
En pleno siglo XXI, cuando es posible realizar ultrasonidos obstétricos 4D y terapias dirigidas al niño por nacer —cirugías, transfusiones y demás—; cuando se recomiendan técnicas de estimulación temprana prenatales y se busca prevenir el uso de todo medicamento que le produzca efectos secundarios al bebé en su etapa gestante; cuando el conocimiento genético, biológico, embriológico, obstétrico, inmunológico, neurológico y toda otra rama de la medicina reconoce y comprueba que la vida se inicia desde el momento de la concepción y continúa hasta la muerte natural, declarar que los bebés en gestación son una suerte de fenómeno y, peor aún, que lo diga un médico, genera una fuerte preocupación con respecto a la injerencia que determinadas ideologías o creencias han tenido o tendrán en el quehacer médico.
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En Costa Rica, el Código de la Niñez y la Adolescencia reconoce al niño como persona desde la concepción, en concordancia con la evidencia científica y además el artículo 12 establece que «la persona menor de edad tiene el derecho a la vida desde el mismo momento de su concepción».
Es decir, todos los seres humanos en Costa Rica, desde que estamos en el vientre de nuestras madres gozamos de derechos humanos; el primero de todos, como resulta obvio, es el derecho a la vida.
Los derechos humanos son siempre progresivos. En otras palabras, una vez otorgados no pueden eliminarse. En Costa Rica, una declaración como la del ministro argentino sería objeto de sanciones administrativas, éticas y penales, por estar basadas en una falacia y hacer apología de un delito.
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«Si no fuera así, estaríamos ante el mayor genocidio universal». He aquí la frase más significativa de este mensaje. Si el ser humano en gestación no es una suerte de fenómeno, sino una vida humana cumpliendo un proceso normal de gestación intrauterina, las palabras del ministro evidencian la realidad del aborto. Ciertamente, el aborto elimina cuando menos a uno de los pacientes del binomio madre-hijo.
Paradójicamente, en el cuidado de este binomio y de la familia gestante, se invierten, por lo menos en nuestro país, muchísimos recursos profesionales y económicos en cumplimiento del marco jurídico que considera la vida humana inviolable. Toda vida humana. Si se tratara de «fenómenos», ¿tendría alguna lógica, por ejemplo, la medicina fetal?
Ciertamente, un procedimiento mediante el cual mueren entre 50 millones y 60 millones de personas al año en el mundo —un millón cada 365 días solo en Estados Unidos— es un genocidio. ¡No pudo haberlo dicho mejor!
Pero eso es en Argentina. Algunos podrían opinar que es una realidad completamente ajena a Costa Rica, pues nuestra legislación es clara en cuanto a la protección de todas las vidas y, particularmente, la del niño en gestación, como se lee en el voto 02792-2004 de la Sala Constitucional.
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Sin embargo, el decreto presidencial emitido el año pasado en torno al aborto impune, con la pretensión de proponer el aborto como derecho, desconoce abiertamente el derecho a la vida del ser humano en gestación en el recién publicado protocolo de atención clínica para el procedimiento médico vinculado con el artículo 121 del Código Penal: interrupción terapéutica del embarazo.
De acuerdo con el documento, el protocolo constituye un paso fundamental para «fomentar y mejorar el ejercicio de los derechos sexuales y los derechos reproductivos de las mujeres en Costa Rica».
Los médicos no podemos ni debemos permanecer indiferentes ante manifestaciones tan alejadas de la realidad científica, pero que tendrán un serio impacto en la forma como se practica la medicina.
La autora es médica, presidenta de la Asociación Médicos por la Vida Costa Rica.