En plena discusión sobre el plan de consolidación fiscal del gobierno, surgieron en varios foros lo que se conoce en macroeconomía como hipótesis de la contracción fiscal expansionaria.
Algunos resultados de las investigaciones alrededor de esta teoría se están utilizando para defender la adopción de la austeridad basada en el recorte del gasto público. Aunque algunos datos señalados son correctos, se omite información que debe considerarse para la toma de decisiones.
Formulada por economistas alemanes e italianos en la década de los ochenta, esta hipótesis plantea que un programa de consolidación fiscal creíble, que reduzca el nivel de gasto del gobierno, lanza un mensaje de confianza a consumidores, trabajadores, empresarios e inversionistas.
Estos tendrán la expectativa de que no serán creados nuevos impuestos para pagar deuda estatal destinada a cubrir déficits. En teoría, así se estimularía el crecimiento económico a corto plazo.
La hipótesis se contrapone a lo sugerido por economistas keynesianos, quienes argumentan que una reducción del gasto público tiene un efecto negativo en la producción y el empleo. El recorte derivaría en crecimiento económico más lento o, incluso, recesiones.
El economista Eli Feinzaig (La Nación, 5 de setiembre) señaló que la hipótesis ha sido ampliamente estudiada y considera que está “suficientemente respaldada en evidencia empírica”.
El analista Juan Carlos Hidalgo (La Nación, 28 de setiembre) asegura que el economista Alberto Alesina —uno de los expertos líderes en este campo— demostró mediante sus investigaciones más recientes que los ajustes fiscales basados en impuestos llevan a recesiones profundas y prolongadas.
De acuerdo con Hidalgo, “Alesina encontró que los recortes de gasto tienen un impacto económico más favorable y logran su objetivo de estabilizar las finanzas estatales”.
Otros estudios. Para empezar, la afirmación de que la hipótesis está suficientemente respaldada con evidencia es dudosa.
Alesina y sus colabores realizaron análisis muy rigurosos. Compararon estadísticamente las economías más fuertes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) desde 1978 hasta la última ola de austeridad fiscal en Europa, más o menos del 2010 al 2014. Los resultados se recogen en varios artículos y en el libro Austerity: When it Works and When it Doesn’t.
En el libro reseña el debate que él y los coautores mantuvieron con economistas keynesianos en torno a la hipótesis. Ellos responden a críticas hechas a su trabajo anterior.
La más notoria de las críticas fue el estudio de varios economistas del Fondo Monetario Internacional, quienes presentaron prueba de que los ajustes fiscales se relacionan causalmente con recesiones.
Otros estudios de economistas, algunos más rigurosos, apoyan esos resultados. En suma, la austeridad fiscal probablemente causa recesiones y debería evitarse cuando la economía está deprimida.
Precisiones. La respuesta de Alesina y sus colegas, como afirma Juan Carlos Hidalgo, muestra que los costos para la economía de una austeridad basada en el gasto son menores que los costos de una austeridad basada en impuestos. No obstante, tres precisiones:
1. Ellos no prueban que la consolidación fiscal tendrá un efecto expansionario en la economía, como asegura la hipótesis. Por el contrario, una austeridad basada en el gasto tal vez no induzca a recesiones, y si lo hace, serían menores que las consolidaciones basadas en aumento de impuestos.
2. La austeridad fiscal iniciada durante recesiones probablemente las profundice más, aunque los efectos serían menores si se basan en recortes de gasto.
3. Las consolidaciones basadas en impuestos, en la muestra de los estudios de Alesina y sus colegas, usualmente comprenden un agregado de impuestos directos e indirectos, pero no cuentan con datos suficientes para analizar la progresividad de los planes.
En otras palabras, no existe un trabajo que estadísticamente analice las diferencias entre impuestos progresivos y regresivos. Por tanto, tal vez los efectos negativos sobre el crecimiento serían menores si los planes se basan en impuestos progresivos. Pero esta es una hipótesis pendiente de pruebas rigurosas.
Costa Rica quizás ya se encuentra en recesión. La consolidación fiscal probablemente la profundizaría y el efecto se agravaría porque la recesión económica —o depresión en algunos casos— sería global. Empero, la austeridad fiscal parece inevitable. Habrá costos para toda la población, pero algunos sufrirán más que otros.
En el sector público trabajan muchas personas que, definitivamente, no tienen salarios de lujo. Algunas voces proponen aprovechar la crisis para buscar una reducción del tamaño del Estado. Esto implicaría recorte de personal. Afirman que se ayudaría a estas personas a encontrar trabajo. No obstante, en una crisis económica como la actual probable no lo encuentren.
Un plan de ajuste fiscal debería diseñarse de tal modo que no aumente el riesgo de las personas más vulnerables a caer en desempleo y pobreza, sean asalariados públicos o privados, o pequeños empresarios.
Estoy de acuerdo con que la sociedad debe debatir una reforma del Estado. Sin embargo, la prioridad por el momento es estabilizar las finanzas públicas. La estabilización debe procurar crecimiento económico y, a la vez, perjudicar lo menos posible a los más vulnerables y a la clase media.
El autor es profesor en la Universidad de Costa Rica.