José Benigno Freire afirma que la felicidad es un logro personal, no depende de la suerte ni del destino. Señala que, como toda meta humana, requiere tenacidad para completar etapas y cumplir objetivos.
Supone recorrer un largo camino que no estará exento de dificultades, complicaciones y cansancios. La felicidad, en cierta forma, es un proyecto personal que demanda esfuerzo.
El éxito no la garantiza. Séneca señalaba que se conocía realmente el valor de una persona cuando era probada por la vida. Así, se descubría su valía.
Al soldado se le conocería en la guerra. Al marinero en la tormenta, no en la taberna del pueblo. Si la vida nos prueba, sintámonos felices porque sabremos de qué madera estamos hechos.
La felicidad no es un sentimiento. Es una línea de acción y de actuación. Aristóteles afirmaba: «El hombre feliz vive bien y obra bien» (eudaimonía). El obrar sigue al ser. La felicidad depende de nosotros mismos. No está en lo efímero o en las cosas materiales.
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Esa conformidad con lo que la vida nos ofrece es lo que llamó autarquía. Pero no era una conformidad pasiva, sino activa.
No habrá circunstancias siempre ideales. Existen limitaciones. Podemos cimentar y construir la felicidad a partir de nuestra realidad.
La felicidad no es sinónimo de bienestar. Gerardo Castillo Ceballos, profesor de Educación y Psicología, señala la creciente confusión entre bienestar y felicidad.
Tener cubiertas todas las necesidades básicas no da la verdadera felicidad, pues la vida tiene mucho de riesgo y aventura. En la conquista se teje la felicidad.
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Urge reivindicar la cultura del ser. Cultivar más lo interno y menos lo externo. Cita Castillo unas palabras de Sócrates que habrían sido pronunciadas después de pasear por el mercado de Atenas: «Me encanta ver cuántas cosas no necesito para ser feliz».
Cita, asimismo, a Gilles Lipovetsky: «Se puede tener mucho bienestar y ser infeliz; también se puede ser feliz con pocos bienes materiales».
Bienestar y felicidad no deben confundirse. Ningún materialismo ha logrado hacer realmente feliz al hombre. La felicidad es una realidad espiritual.
Ser generosamente agradecidos es el primer peldaño para ser felices, apunta Freire. Existe una felicidad inadvertida en los pequeños detalles familiares, como la tasa de café en la mañana o el beso de un hijo.
Las personas deben aprovechar los instantes positivos. Captar siempre el lado amable de la vida. Realizar un balance realista entre tristezas y alegrías. Alejarse de la queja y la crítica. Abrirse a la ilusión que rejuvenece y descansar.
«Lo sustancial no es la flor, sino la semilla», afirma Freire. La felicidad se cultiva, precisa cuidados y desvelos y florece con el tiempo. Apuntemos en la dirección correcta para agradecer y decidirnos a ser felices.
La autora es administradora de negocios.