Este 22 de noviembre se cumplieron 56 años del asesinato de John F. Kennedy, el primero y único católico hasta la fecha en ocupar el primer cargo en Estados Unidos.
Aquel día de 1963, en una gira en Dallas, luego de visitar la NASA, reunirse con algunos líderes del lugar y dar un breve discurso, Kennedy salió en caravana, inmediatamente después de que el vehículo oficial viró, se escucharon las detonaciones.
El hecho marcó a propios y extraños y dejó duda sobre los motivos de su asesinato, así como quién fue el verdadero perpetrador, pues el sospechoso también fue muerto.
El fallecimiento de Kennedy repercutió en todos los rincones del mundo y nació la leyenda, no solo por su legado presidencial, sino también por lo que ha sido el famoso mito de “los Kennedy”.
No existe un presidente perfecto y nunca lo existirá, así sea un país sumamente grande y predominante o un país pequeño y con mínimo impacto mundial. La silla del gobernante es enorme, la banda no talla bien y el puesto pesa de día y de noche.
JFK no fue la excepción, dentro de sus retos, sus promesas cumplidas e incumplidas, dentro de su afán por ganarse al ciudadano y sus preocupaciones por resolver los problemas de su país y los internacionales en un mundo que recuperaba la confianza luego de dos devastadoras guerras mundiales, le quedaron muchas cosas por hacer.
En su breve paso, ganó muchos detractores y fue cuestionado por sectores que no comulgaban con él. Esa cruz la cargó, y la siguen cargando sus sucesores y sus homólogos, sin importar el país donde se sea presidente.
El mejor legado que nos dejó fueron frases que motivaron a luchar por la libertad. Kennedy era un motivador, invitaba a seguir adelante con positivismo, a no limitar nuestro potencial y a luchar por el bien común.
“Los clarines vuelven a llamarnos. No es una llamada a empuñar las armas, aunque armas necesitamos; no es una llamada al combate, aunque combate entablemos, sino una llamada a sobrellevar la carga de una larga lucha año tras año, gozosos en la esperanza, pacientes en la tribulación”: una lucha contra los enemigos comunes del hombre: la tiranía, la pobreza, la enfermedad y la guerra misma", dijo en su discurso de toma de posesión.
La frase “pregúntese qué puede hacer por su país” sigue siendo una invitación a mejorar la forma como cuidamos y disponer de todos los medios posibles para construir día tras día un futuro superior.
Al igual que Kennedy, muchos próceres han construido el porvenir con entrega, trabajo y positivismo. Nosotros, las actuales generaciones, debemos mantener vivo el espíritu de que el presente es lucha y el futuro la herencia para un mundo con un rostro más humano, que nuestra misión es levantar la voz del que clama igualdad, levantar la voz ante las injusticias, levantando la voz mediante el dialogo, sabiendo que con este se gana más que en la guerra.
El autor es abogado.