De acuerdo con el Informe sobre el futuro de los empleos, del Foro Económico Mundial, el trabajo recibió el golpe de una «doble perturbación»: los efectos económicos de la pandemia y la creciente automatización.
Las naciones que se adapten mejor a la nueva división del trabajo entre humanos, máquinas y algoritmos tendrán un balance positivo entre la destrucción y ganancia del empleo.
En ese balance existe un elemento medular que permitirá el éxito al país: un aprendizaje estratégicamente diseñado.
Estabilizada la emergencia sanitaria, sigue un cuidadoso y urgente plan de crisis para la emergencia en el aprendizaje y la reconversión.
El rezago existente está claro, pero no se ha revisado contra la radiografía del futuro, que lo deja aún más oscuro. ¿En qué debería trabajarse?
Esfuerzos y visión renovada. Hay que partir de una estrategia que considere una visión alineada con el rumbo del talento, la estructura productiva y las tendencias tecnológicas, que amalgame a todos los actores sociales considerando la reinserción de los trabajadores desplazados.
Existe una variedad de modelos y el entorno de disrupción invita a reflexionar sobre ellos. En suiza, por ejemplo, dos de cada tres estudiantes en las etapas finales de secundaria optan por la formación profesional, la mayoría en programas duales. Alemania sigue un modelo similar y en Francia es prioridad.
La clave de estos modelos se centra en conectar aprendizaje y trabajo e integrarlos en el ecosistema social que alcanza incluso el «valor y prestigio» de diferentes ocupaciones.
Esta integralidad impulsa desde las expectativas o motivadores de selección de carrera en los niños y en las niñas hasta la conformación de los programas académicos, todo en perfecta sincronía, incluidas las opciones de emprendimiento.
Nuevas métricas. El informe de empleo sobre el país debería incorporar nuevos indicadores. El número de trabajadores reconvertidos, el porcentaje de crecimiento de habilidades blandas y el dinamismo en la evolución de puestos permitirían analizar la madurez del presente, el potencial futuro y no solo la autopsia de la deuda pasada que brinda el indicador de desempleo. Seguir adelante con los mismos indicadores nubla la posibilidad de nuevas decisiones.
Lo ideal es una intervención radical que considere acciones desde la primera infancia, programas especializados de reconversión segmentado —jóvenes y mujeres, entre otros— y una reestructuración de la educación formal.
Los países asiáticos son pioneros en visualizar el futuro del talento desde el ingreso a preescolar, y brindan herramientas para moldear la resiliencia, potenciando la inteligencia emocional. Chile y Uruguay siguen proyectos intensos en reconversión de trabajadores.
A la pregunta del pilar 8 del Informe global de competitividad del Foro Económico Mundial 2019, ¿en qué medida las políticas del mercado laboral ayudan a las personas desempleadas a volver a capacitarse y a encontrar un nuevo empleo?, Costa Rica registra un 2,8, en una escala de 1 a 7, donde 1 es absolutamente nada.
Esto nos llevó al fondo de la estadística, al puesto 101 de 141 países analizados. Reveló, además, una tendencia al decrecimiento, pues de 3,2 en el 2017 pasó a 2,8 en el 2019.
Aún más crítico resulta el panorama al sumar evidencia de la fuerte correlación positiva de este elemento con el indicador PIB per cápita. El esfuerzo no es menor.
Brechas. Al analizar la cartera de puestos disponibles en los últimos meses, la mayoría exige un nivel de inglés B2+ (medio alto), que contrasta con las últimas estadísticas generadas en el 2019 por la Universidad de Costa Rica para el Ministerio de Educación Pública: un 70 % de los estudiantes de último año de la educación diversificada se ubicaban en la franja A2 (nivel básico) y solamente un 4 % en el B2+.
Aunado a lo anterior, son necesarias certificaciones técnicas, experiencia y las habilidades blandas que cada vez pesan más en el país, entre ellas el aprendizaje activo, la resistencia, la tolerancia al estrés y la flexibilidad.
Se necesita una terapia de inmunización diversa, profunda y permanente.
La autora es consultora en transformación organizacional.