El artículo publicado el 14 de marzo, sobre el arte del kintsugi, como valiosa oportunidad para reconstruir y dar belleza a un objeto que se rompió, indica que una rotura no es el final de un objeto apreciado, como tampoco un mal momento es el final de uno («Sacarle el máximo partido a la adversidad», Thelmo Vargas, 14/3/2021).
Recordé un acontecimiento pasado. Asistí a una fiesta de cumpleaños infantil y mis hijas pequeñas, mientras jugaban con otros niños de la casa, tiraron al suelo una lámpara cuya base era una pieza de artesanía muy bella, con una casa típica mexicana en relieve, colmada de detalles hermosos.
Justamente se quebró el lado del relieve. Por más que la dueña de la casa me repetía que no me preocupara, insistí en que me permitiera llevarla para repararla.
Juntar las piezas y rellenos, lo hice yo misma, pero recuperar los detalles y la parte de la pintura lo dejé en manos de una amiga que se dedicaba en aquel entonces a pintar casitas de las que se cuelgan en la pared.
Con paciencia, cuidados y arte, el jarrón quedó tan hermoso como antes y, 25 años años después, la lámpara sigue adornando la sala de aquella casa.
Analogía. Las mujeres somos objeto de roturas durante nuestras vidas debido al sistema patriarcal imperante. Desde tiempos ancestrales, la discriminación y toda forma de violencia han dejado en nada la dignidad y la autoestima de muchas mujeres. Algunas logran recoger las piezas y reconstruir sus vidas; otras, no.
Los mecanismos de la sociedad patriarcal son estructurales, están inmersos en las instituciones sociales, profundamente enraizados en los esquemas socioculturales y socioeconómicos.
Afortunadamente, los movimientos sociales, los feminismos y las luchas centenarias por los derechos humanos de las mujeres van dejando huella de generación en generación, como una gran bola de nieve.
Han sido absolutamente necesarias las medidas afirmativas por medio de leyes, convenciones internacionales y políticas públicas, entre otras, para equipara poco a poco las desigualdades con respecto a los hombres, principalmente, en espacios donde las inequidades son más evidentes: la educación, el trabajo y la participación política.
Las mujeres somos, además, sujetas de nuestras propias roturas, todas ellas tienen un carácter vital para el desarrollo personal, la dignidad humana y la participación en todos los ámbitos que la sociedad requiere.
Impacto profundo. Las roturas en lo individual y lo colectivo tienen que ver con esquemas de pensamiento heredados y transmitidos a través de la cultura patriarcal. No hay un orden en la lista ni esta es taxativa, pero su impacto es diverso en nuestras historias de vida particulares.
Me refiero a romper con los miedos, a participar, a hacer cosas diferentes de las que nos imponen, a aceptar que la maternidad es una decisión no una obligación, a pensar y sentir distinto de otras mujeres y hombres, y a expresar sentimientos, pensamientos y necesidades sin ser enjuiciadas.
Debemos denunciar la discriminación y todas las formas de violencia de las que somos sujetas; romper el esquema de que los cuidados y el trabajo doméstico son tareas exclusivas de las mujeres, lo cual implica, entre otras acciones, rebelarse contra la asignación de los roles de género; erradicar la idea de que para sobrevivir en el espacio público y escalar puestos políticos y de toma de decisiones es necesario competir con otras mujeres.
Aparte de reparar nuestras propias roturas, estamos llamadas a promover acercamientos entre las mujeres, a generar agendas políticas y legislativas para incorporar la perspectiva de las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad, a educar y educarnos sobre nuestros derechos y cómo avanzar en el desarrollo de estos con y en las instituciones sociales y, principalmente, a pensar con sororidad para construir vínculos con otras mujeres y sus organizaciones, sobre la base del reconocimiento de capacidades, la claridad de propósito, el respecto, la búsqueda de acuerdos y alianzas, la empatía, la discusión, la no violencia y la disidencia, reconociéndonos como colectivo plural y diverso.
La autora es diputada.