Como egresado del Colegio Científico de Cartago, recibí con asombro, pero principalmente con mucha tristeza e indignación, que el porcentaje de estudiantes de colegios científicos admitidos en el Instituto Tecnológico de Costa Rica (Tec) es de solo un 25 % y ninguno de mi alma mater está en él.
Los colegios científicos nacieron en 1989 para brindar educación de alta calidad y exigencia a alumnos sobresalientes del país. Para ser elegible se deben tener altas notas en los años previos y realizar un examen de admisión con cupo limitado.
Todo esto conlleva que los graduados de un colegio científico sean personas que pasan por muchos filtros y sean sometidas a una carga académica más pesada, lo cual significa que son esforzadas y de gran talento.
Lo anterior se refleja en los excelentes resultados obtenidos en las extintas pruebas nacionales de bachillerato y en los exámenes de admisión de las diferentes universidades públicas, en los cuales se supera incluso a los mejores colegios privados.
Objetivo difuso. En lugar de buscar un método alternativo con el cual se premie la idoneidad, se utiliza uno en el que se toma en cuenta solamente el promedio de décimo año de colegio (undécimo para los técnicos) y un sistema de cuotas. Un cambio ideológico en el proceso de admisión que nada tiene que ver con la pandemia, pues previamente entraban las mejores notas sin importar el colegio de procedencia. El mecanismo tiene falencias:
1. Al basarse únicamente en las notas, se presume que existe una igualdad entre todos los colegios. Como el examen de admisión es igual para todos los estudiantes, este permite evaluar a todos bajo un mismo estándar y así buscar la idoneidad.
2. No se logra la equidad. Equidad es participar en igualdad de condiciones. Si un estudiante asiste a un colegio más riguroso, por lógica le será más difícil obtener notas altas en comparación con el que está en uno más laxo.
3. Existen muchos colegios, no solo los científicos, que preparan de una forma muy seria a sus estudiantes para que ingresen a las carreras de mayor demanda en las universidades públicas. Todo ese esfuerzo se fue al traste por la decisión del Tec.
4. La función de las universidades públicas es formar a los grandes profesionales que el país necesita y para ello debe buscar el mejor talento disponible. No es función del Tec maquillar las grandes brechas que desgraciadamente existen en secundaria, ya sean centros públicos, privados, urbanos o rurales.
Con el sistema de este año se pierde a muchos estudiantes muy talentosos para tapar un problema estructural profundo y complejo.
5. Si el Tec decidiera en el futuro mantener un sistema de cuotas similar, podría desestimular todo proyecto que pretenda mejorar la paupérrima calidad de la educación que brinda el MEP, principalmente en las zonas rurales, ya que se podrían solapar las grandes diferencias de calidad por medio de una admisión diferenciada, así como también desestimularía a los colegios que ya hacen bien las cosas para seguir haciéndolo. Igual muchos padres de familia optarían por un colegio light para que su hijo obtenga buenas notas.
La rectoría del Tec debe poner las barbas en remojo, todavía hay tiempo para hallar alguna solución al caos causado por tan desacertada decisión. En caso contrario, espero que los colegios científicos así como las familias de estos muchachos tomen las acciones pertinentes.
El autor es médico.