Recuerdo el año 2002 como el cierre de mi bachillerato y porque mi profesora de Estudios Sociales, Evelyn Siles, nos invitó a hacer un trabajo de investigación sobre las mujeres en la política costarricense.
Siendo un chiquillo le dije: “Lo intentaré, pero dudo de que me den pelota”. Así, llamé al despacho de una diputada que me parecía a todas luces una señora con mucho ímpetu, ducha en la arena política y fuertes convicciones. La legisladora Laura Chinchilla.
De su despacho amablemente me dieron una audiencia para que la entrevistáramos sobre el tema asignado, mas la conversación se volvió aún más interesante porque, con paciencia franciscana y vocación de maestra, nos contó la razón por la cual se había dedicado a la política nacional.
En aquella ocasión, manifestó que el país necesitaba más mujeres haciendo carrera pública y no deseaba que otras pensaran que era imposible para ellas.
Entonces comprendí que Laura Chinchilla sería de esas guerreras dispuestas a abrir el surco y haría historia.
Cualidades. A lo largo de los años, fui conociéndola mejor, en los distintos cargos en los cuales se desempeñó. En el 2005 se hizo más evidente que su liderazgo, capacidad intelectual y visión del mundo la legitimaban para tratar problemas complejos con asertividad y visión estratégica.
Su vida cambió al convertirse en vicepresidenta de la República y luego ser elegida presidenta por el voto popular.
Incólumes estuvieron esas capacidades que le conocí desde joven y que se profundizaron al tener la oportunidad de trabajar con ella.
Bien decía Indira Gandhi “la fuerza no proviene de la capacidad física, sino de la voluntad indomable”, frase que asocio a Laura Chinchilla, pues ha demostrado una voluntad indomable cuando se trata de abrir oportunidades, concretar proyectos y generar alianzas de forma tal que planes y programas beneficien al mayor número de personas posibles.
Laura Chinchilla enseña capacidad de análisis y vocación de servicio, no solo para Costa Rica, sino para las Américas y el Caribe.
Su presidencia en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) fue de las más productivas en la generación de buenas prácticas en política social y primera infancia, en generación de políticas para pymes y en modelos de competitividad subregionales.
Presidencia del BID. Chinchilla ha emprendido un nuevo reto, no solo personal, sino también en representación de nuestro país, al procurar, con apoyo de varios países amigos, la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Es una institución relevante para la región y una oportunidad para que el Banco refuerce su liderazgo cuando la pandemia haya pasado y sea necesario trabajar arduamente en cerrar la brecha de desigualdad, mitigar los efectos en la pobreza y liderar políticas de emprendimiento, inversión social, adaptación y generación de empleo acordes con la cuarta revolución industrial.
Chinchilla tiene la experiencia, el compromiso y el talento para unir a los países en una nueva era de diálogo cuando la agenda mencionada va por delante y en la que ella puede convertirse en articuladora de voluntades.
Estamos en los tiempos más aciagos de nuestra historia, cuando más se necesita el uso del liderazgo transformacional en instancias como el BID.
América Latina y el Caribe necesitan el Banco y este necesita que quien lo dirija sea una persona con una relación sólida con los países del bloque.
Como escribió Gabriel García Márquez: “La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos solo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios”.
Exviceministro de Hacienda