Según datos de la plataforma Global Forest Watch, el Refugio de Vida Silvestre Gandoca-Manzanillo experimentó una pérdida de 159 hectáreas de cobertura arbórea entre los años 2001 y 2023. La cifra, que representa una disminución del 3,6% desde el año 2000, es alarmante, especialmente si se considera que los años más recientes, del 2020 al 2023, han sido los más críticos en términos de pérdida de cobertura. Sin embargo, no solo afecta a los bosques, también compromete la integridad de un complejo mosaico de ecosistemas y la riqueza cultural de la región.
El refugio es un ecosistema diverso, que abarca bosques anegados, esteros, praderas de pastos marinos, arrecifes de coral, playas de anidación de tortugas marinas y sitios de agregación de mamíferos marinos.
La pérdida de cobertura arbórea pone en riesgo la supervivencia de especies ya en peligro de extinción, como el manatí, el cocodrilo, el caimán, la danta, diversos tipos de monos y felinos, el único banco natural de ostión de mangle y uno de los pocos criaderos de sábalo del Caribe. Además, las poblaciones residentes y únicas de langosta ven comprometida su existencia.
El Refugio de Vida Silvestre Gandoca-Manzanillo alberga una laguna costera —un accidente geográfico raro en la costa del Caribe de Costa Rica—, varios humedales y lagunas de agua dulce. Aunque estos cuerpos de agua son pequeños y no tienen grandes valores hídricos, las planicies de inundación del río Sixaola, la Cativera de Middle Creek y el pantano de Punta Mona son cruciales como reservorios para las comunidades del sureste. La destrucción de la cobertura arbórea pone en peligro estos recursos vitales.
La región es también un bastión de la cultura afrocaribeña de origen jamaiquino, expresada en el uso de la tierra, las plantas medicinales, las artesanías, la música y las costumbres. Las comunidades locales dependen de una mezcla de actividades agrícolas y pesqueras y de la recolección de recursos marinos.
La pérdida de los bosques no solo afecta la biodiversidad, sino también amenaza la base económica de estas comunidades, que encuentran en el turismo de naturaleza una fuente significativa de ingresos.
Cerca del refugio se encuentra la Reserva Indígena Kekoldi (Cocles), hogar de la etnia bribri. Estas comunidades combinan su cultura indígena con prácticas agrícolas y de manejo de recursos naturales, constituyéndose en un valioso ejemplo de sostenibilidad y convivencia armónica con el entorno. La pérdida de cobertura arbórea compromete no solo la biodiversidad, sino también la preservación de estas tradiciones culturales.
Por otra parte, Gandoca-Manzanillo, declarado humedal de importancia internacional por la Convención Ramsar en 1995, es junto con el San San Pond Sak, en la vecina Panamá, que ostenta el mismo título, uno de los humedales transfronterizos más grandes de Centroamérica. En otras palabras, son un único sistema ecológico separado solo por fronteras creadas por el hombre.
En relación con los compromisos internacionales con Ramsar, Costa Rica ya tiene una mancha negra: desde 1993, el humedal de Palo Verde se encuentra en la lista de humedales de importancia internacional incluidos en el Registro de Montreux, compuesta de sitios donde se han producido, se están produciendo o podrían producirse modificaciones en las condiciones ecológicas. No debemos permitir que Gandoca-Manzanillo siga el mismo camino de Palo Verde.
La pérdida de cobertura arbórea en el Refugio de Vida Silvestre Gandoca-Manzanillo es un problema que va más allá de la desaparición de árboles. Incide profundamente en la relación entre diversos ecosistemas, la diversidad cultural y, en términos económicos, la belleza escénica que atrae a turistas y sostiene a las comunidades locales.
Por tanto, repercute en la naturaleza, en el sustento y la identidad de quienes dependen de ella. Es imperativo seguir protegiendo el refugio de las amenazas que no han cesado desde su creación, y preservar tanto su riqueza natural como su valioso patrimonio cultural y aprovechar su potencial para el desarrollo social y económico de la región de una manera sostenible.
El autor es analista ambiental y fue presidente del Consejo Científico de Cambio Climático de Costa Rica.
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