A veces, las palabras se retuercen hasta perder todo atisbo de significado. ¿Tiene algo que ver el Simón Bolívar histórico con el de la propaganda política? La mitificación del Libertador viene de antiguo. Porque la República, tras la independencia de España, no podía buscar sus referentes en un pasado, el colonial del que se abominaba. Necesitaba hallarlos en un periodo glorioso, el de la emancipación, del cual obtener las bases ideológicas que ayudaran a sortear los escollos de un presente difícil.
En este ambiente de reverencia hacia el padre de la patria se educa Hugo Chávez. En 1982, junto con otros compañeros del Movimiento Bolivariano Revolucionario, repite el celebérrimo juramento del Libertador en el Monte Sacro. Ellos también están dispuestos a cualquier sacrificio por su país.
Una vez alcanzado el poder, con gran inteligencia, Chávez supo apropiarse de una leyenda con frecuencia conservadora, en la que Bolívar aparecía como garante del orden establecido, para adaptarla a los fines de su proyecto izquierdista.
Así, al utilizar la etiqueta bolivariana para publicitar toda clase de proyectos, consiguió conectar con el sentir de un pueblo acostumbrado a idolatrar a su padre fundador.
Incongruencia. Se producen así diversas inconsecuencias. El retrato de Bolívar aparece junto al de Francisco de Miranda mientras se olvida, convenientemente, que en 1812 el primero no dudó en entregar al segundo a los españoles. Pero en la película Miranda regresa (2007), de Luis Alberto Lamata, patrocinada desde las instancias del poder, el Libertador ¡incluso intercede para evitar el fusilamiento de su antiguo jefe! En realidad, cuando se dirigía a prenderlo, no deseaba otra cosa que colocarlo ante un paredón.
Igualmente asombroso es el paralelismo entre el Libertador y el Che Guevara. Como si hubiera alguna similitud entre un liberal cada vez más conservador y un revolucionario social. La mezcla de ambos refleja la poca seriedad de un collage de elementos ideológicos dispares, sin que preocupe la coherencia del conjunto.
De esta forma, el gran héroe puede ser reivindicado desde posiciones marxistas como si Karl Marx no le hubiera dedicado la más despiadada de las críticas. A Chávez, en todo caso, no le importaba la exactitud histórica, sino el poder movilizador del pasado: “Si el mito de Bolívar sirve para motorizar ideas y pueblos, está bien”, confesó con sinceridad.
El autor es doctor en historia contemporánea.