Sin lugar a duda, el cambio climático es el desafío que define nuestra época, pero sus efectos no se distribuyen equitativamente. Tanto en los países desarrollados como en los en desarrollo, la degradación ambiental afecta desproporcionadamente a las comunidades marginadas por motivos de raza, etnicidad, religión y pobreza.
Muchas veces, esas mismas comunidades ya están padeciendo desigualdades sistémicas, como la escasez hídrica y una mayor exposición a la contaminación y condiciones climáticas extremas, todos ellas exacerbadas por la crisis climática.
Es una realidad que conozco muy bien. De niña, mi familia tenía una granja en Dominica, un pequeño Estado isla en el Caribe que enfrenta cada año la amenaza de la temporada de huracanes. Una sola tormenta tropical puede arrasar matrices eléctricas y arruinar cosechas completas, y destruir los sustentos de los habitantes que dependen de ellas.
De acuerdo con el Banco Mundial, los desastres climáticos empujan cada año a la pobreza a 26 millones de personas. Y debido a que los medios de vida de los más pobres del planeta suelen depender de la agricultura —sector altamente dependiente de condiciones climáticas favorables—, estos necesitan con urgencia acceso a recursos técnicos, financieros e institucionales para prepararse y responder a acontecimientos climáticos de extrema intensidad.
Dada su capacidad de innovar en el ámbito de las soluciones climáticas, el campo tecnológico podría aportar las herramientas necesarias para comprender, mitigar y hasta revertir los efectos perjudiciales del calentamiento global.
De hecho, para dar respuesta a estas prolongadas injusticias ambientales, se hace necesario que estas empresas pongan las tecnologías más recientes y eficaces a disposición de quienes están en la primera línea de la crisis climática.
En particular, las herramientas que hacen uso del poder de la inteligencia artificial podrían ofrecer un acceso sin precedentes a pronósticos e información precisos, y permitir que las comunidades aprendan y se adapten a los cambios climáticos en tiempo real.
El IBM Sustainability Accelerator, que lanzamos en el 2022, está a la vanguardia de estos esfuerzos, apoyando el desarrollo y el aumento de proyectos como la Deltares Aquality App, herramienta potenciada por IA que ayuda a que los campesinos evalúen y mejoren la calidad del agua. Como resultado, pueden cultivar de manera más sostenible, prevenir la polución por vertidos y proteger la biodiversidad.
Información precisa
Piénsese también en los retos que los pequeños campesinos enfrentan, como el aumento de los costos, la dificultad de competir con productores más grandes que cuentan con mejores herramientas y tecnología y, por supuesto, los devastadores efectos del cambio climático sobre la biodiversidad y los patrones del clima.
Una información más precisa, en especial acerca de las condiciones del suelo y la disponibilidad de las aguas, puede ayudarles a resolver estos problemas, sobre todo porque históricamente ha sido difícil de obtener.
Cabría imaginar que las autoridades regionales de un país en desarrollo desplieguen un algoritmo de aprendizaje de máquina para pronosticar el crecimiento demográfico futuro de un lugar y su correspondiente cambio en la demanda energética usando datos temporales y espaciales.
Con este modelo, los encargados de políticas podrían optimizar la red energética del país y redirigir el suministro a donde más vaya a necesitarse. Esto es algo que también estamos apoyando en la actualidad.
El desarrollo de apps y asistentes virtuales potenciados por IA y hacer que estén ampliamente disponibles promueve el acceso equitativo a datos y conocimientos técnicos. Utilizando previsiones meteorológicas de alta precisión, técnicas agronómicas avanzadas y cálculos de huella de carbono, así como otras predicciones generadas por IA, los pequeños agricultores pueden desarrollar una mayor resiliencia climática e impulsar tanto la producción como los ingresos mediante la adaptación más rápida a las condiciones climáticas cambiantes y el manejo más sostenible de los cultivos.
Al mismo tiempo, la simple entrega de estas herramientas a las comunidades en desventaja no solucionará el problema: las apps por sí mismas no son un antídoto contra la injusticia climática. Para ejecutar satisfactoriamente las tecnologías basadas en IA, las empresas tecnológicas deben estar dispuestas a compartir conocimientos con los usuarios, lo que incluye instrucciones sobre cómo hacer mediciones que rindan datos, además de la capacidad de colaborar entre sí de manera independiente y pedir retroalimentación a los agricultores y otros usuarios.
Para tal fin, un chatbox de IA que automatice los intercambios de preguntas y respuestas podría ayudar a reducir los desafíos de capacitación a usuarios, y al mismo tiempo democratizar el acceso a la información. A medida que las compañías desarrollen soluciones de IA, también deberemos dar asistencia a las tecnológicas locales y desarrolladores de apps, ya que están en mejores condiciones de poner en eso estas herramientas.
Preparar a los trabajadores
Más allá de aumentar el acceso a nuevas herramientas potenciadas por la IA, la comunidad tecnológica, en conjunto con las ONG, los gobiernos y las agencias internacionales, puede ayudar a construir un futuro equitativo y resiliente para las comunidades desfavorecidas, al ofrecerles formación en las habilidades técnicas y los conocimientos necesarios para desempeñar empleos “verdes”.
Se prevé que, a medida que se acelere la transición hacia una economía global con bajo consumo de carbono, la demanda de las llamadas “habilidades verdes” superará su oferta. Preparar trabajadores para los empleos del futuro, en combinación con la adopción generalizada de nuevas tecnologías, fortalecerá la resiliencia climática, especialmente en las economías en desarrollo.
Todos nosotros —individuos, corporaciones, organizaciones y gobiernos— compartimos la responsabilidad de dar respuesta a las crecientes amenazas al medioambiente. En particular, las empresas tecnológicas deben destinar más recursos a combatir el calentamiento global.
Lo anterior significa invertir en el desarrollo e implementación de herramientas potenciadas por IA y asegurarse de que tengan acceso a ellas quienes más las necesiten. Encontrar soluciones climáticas —y lograr la justicia ambiental— depende de que el sector privado movilice su experiencia por el bien de todos.
Justina Nixon Saintil es vicepresidenta y directora de impacto de IBM.
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