Gran parte de mi vida profesional como bióloga la he desarrollado simplificando la información sobre la conservación de la biodiversidad para que, ojalá, una mayor cantidad de personas tengan acceso a ella. Siempre he considerado que la conservación de la biodiversidad debe estar en manos de la gente.
Desde mi perspectiva, y tomando como base el discurso sobre el tema del exministro de Ambiente René Castro, parece que la historia sobre biodiversidad en Costa Rica olvida uno de los objetivos más importantes de su conservación: la justa y equitativa distribución de los beneficios que se deriven de su uso.
En esta historia desafortunada del INBio, lo único que se mantiene claro, de acuerdo a nuestra legislación, es que la biodiversidad es patrimonio del Estado en las buenas y en las malas, así es y así debió haber sido.
Cuando nace el INBio, el gobierno del entonces presidente Óscar Arias incurre en un error histórico. En lugar de que el patrimonio quedara en manos de un instituto “nacional” o su tarea fuera asumida por las instituciones ya existentes como nuestro Museo Nacional, se entrega el manejo de nuestra diversidad a una asociación privada. Esta institución privada que es el INBio hoy, inicia las negociaciones para “vender” la riqueza del país a estas compañías que tenían la esperanza de hacer mucho dinero con el uso de los compuestos químicos que pueden derivarse de nuestro patrimonio, una vez patentado el procedimiento para la producción de medicamentos o, también, cosméticos.
El INBio es una asociación privada y, en los últimos años, no solo no definió cómo se usaba y conservaba este recurso en Costa Rica, sino que pidió dinero y recursos, a nombre del Estado, para su gestión a la cooperación internacional.
Han pasado casi 20 años. Desde entonces, la cooperación internacional que se ha dirigido a este instituto, prioritariamente en los temas de conservación de la biodiversidad, ha sido constante y bondadosa. Yo me pregunto: ¿habremos distribuido, de forma justa y equitativa, los beneficios?, ¿hemos solicitado una buena rendición de cuentas?
Durante 20 años, el INBio ha usado la biodiversidad de nuestras áreas protegidas para buscar productos químicos y genéticos que sean de interés para las compañías farmacéuticas y otras empresas privadas como un negocio. Hoy, gracias a ese esfuerzo, 2 o 3 productos ya están siendo “negociados” con estas y, actualmente, el INBio continúa realizando bioprospección bajo contratos privados con estas compañías.
Hoy, el INBio está en serios problemas financieros con deudas de muchos millones en los bancos, según entiendo. Y se dice que el Gobierno no quiere darle el apoyo para que siga adelante.
El INBio dice que “devuelve” al Estado las colecciones que se derivan de estos procesos de bioprospección, colecciones que han sido siempre patrimonio del Estado, pero que mantenía esta institución privada mientras le resultaban rentables.
Pasan entonces, en un abrir y cerrar del mes de cambio de gobierno, dos activos que dejan pérdida al INBio a manos del Estado (las colecciones y el INBioparque), y venden al Gobierno cuanta tierra y edificio ya no pueden pagar ni mantener.
Estas colecciones son valiosísimas desde la perspectiva de la ciencia global, y también son muy caras para mantenerlas. Es lógico que el Gobierno investigue qué está pasando. La investigación la pedimos los costarricenses. ¿Cuánto presupuesto se gastará ahora en este cuido de lo que “nos devuelve” el INBio, pero luego de que se gastó la cooperación internacional que apoyó su cuido por tanto tiempo bajo el sombrero privado?
Yo, al igual que todos los demás costarricenses, creo que el presupuesto del Gobierno debe, urgente y prioritariamente, usarse para cumplir con un mandato de reducción de la pobreza y para la generación de empleo.
El INBio (o la parte rentable de él) queda en manos privadas después que el Gobierno asuma todo lo que nos dan y vendieron. Con 100 empleados y jugosos contratos de bioprospección con Corea y otros países, seguirá funcionando como asociación privada. Tampoco esto me parece correcto… ¿no era que nos “devolvían” el patrimonio?, ¿no es patrimonio el material genético y bioquímico, según la ley?
Tengo que decir que no es este mi enfoque del mundo ideal, ni de cómo estas cosas deben hacerse. No, no lo es, y lo he dicho desde 1980, antes de que nuestros tomadores de decisión se equivocaran y yo fuera hermana del presidente de la República. Me enseñaron siempre a decir la verdad, y lo siento, pero este negocio no ha sido bueno para los costarricenses y deja mucho que desear como un ejemplo de sostenibilidad a nivel mundial. Para mí, han faltado ética, transparencia y claridad en lo que está pasando.
Nuestra biodiversidad debe conservarse y usarse, pero también su uso debe darse para lograr una justa y equitativa distribución de la riqueza que se genere. No solo todos los costarricenses debemos tener derechos sobre ella, sino que debemos dar más beneficios a quienes lo necesitan más: pienso en las poblaciones indígenas que han cuidado por tantos años estos recursos, o en las poblaciones tan empobrecidas alrededor de nuestros parques nacionales, o en nuestras comunidades en las costas sin alternativas para el desarrollo y el empleo, que debieron haber recibido beneficios claros de estas negociaciones.
Esa Costa Rica es la que quiero: más clara y pensante en cuestiones de conservación de recursos naturales. Esta no es una cacería de brujas, como lo quieren pintar algunos desde una perspectiva política. Tampoco debe ser una lucha ideológica. Este, desde mi punto de vista, debe ser un debate técnico sobre cómo cumplir con nuestro mandato de conservar, pero, como lo ha dicho nuestro presidente y mi querido hermano, conservar con la gente y para su bienestar y desarrollo.
Don René, superemos este trauma de persecución y pongámonos a trabajar. Desde hace 20 años, usted y yo debatimos sobre esta Ley de Biodiversidad. Yo, que estoy en campo trabajando, le puedo asegurar que es ahí, “chancleteando”, donde debemos dar las mejores y fuertes luchas. En lugar de desunir, no entorpezca el esfuerzo de quienes queremos trabajar. Queda poco tiempo para el planeta, si no cambiamos de actitud.