Durante la redacción del reglamento de la Ley Nacional de Salud Mental, hay algunos aspectos fundamentales que debieran considerarse, por ejemplo, el Movimiento de Salud Mental Global expuso en el 2007 que las condiciones psiquiátricas y neuropsiquiátricas no deben estar separadas de las causas físicas en la medición de las enfermedades. Yo agregaría que tampoco desde su génesis.
Los trastornos psiquiátricos contribuyen con un 14 % a la discapacidad y mortalidad total. Como la salud mental cruza transversalmente todas las esferas de la salud, incluida la física, existe una contribución extra, definida por algunos como indirecta (¿realmente indirecta?), como lo son condiciones cardiovasculares, el cáncer, los desórdenes inmunitarios o las enfermedades de transmisión sexual, por citar tan solo unas pocas.
Para entender mejor las dinámicas entre condiciones mentales y físicas y los círculos viciosos que las envuelven y perpetúan, un ejemplo práctico es la relación entre la diabetes mellitus y la depresión.
Se sabe que el riesgo de depresión es significativamente más alto para quien padece diabetes. En algunos reportes hasta un 25 % de este grupo, en cuyo caso es más frecuente un control metabólico parcial.
No sucede únicamente por el desánimo de saberse enfermo, ni por el descuido de los estilos de vida saludables propios del deprimido. Diversos mecanismos biológicos nos explican el impacto en el cerebro de elevados niveles de glucosa e insulina, que propician más tristeza, pérdida del placer, baja energía o neblina mental.
Quizás por algún motivo práctico, o por la obsesión humana hacia la clasificación, cuando he indagado sobre acciones concretas que podría contener la nueva ley, las respuestas se encasillan en la misma área de acción: programas de prevención de suicidio, capacitaciones en primeros auxilios psicológicos, fortalecimiento de los centros de atención para estimulación cognitiva, regulaciones para el manejo de la persona en estado de agitación o espacios de reinserción psicosocial, entre otros. Sí, son pasos en la dirección correcta.
Ahora bien, si consideramos la contribución psiquiátrica a la mortalidad e incapacidad, resulta claro que el amparo legal debería ir más allá y que se deben respaldar, fortalecer o promover iniciativas que de manera implícita también inciden en la esfera emocional.
El Parque La Libertad tiene una formación técnica que coloca al 90 % de sus graduados en el mercado laboral, mientras su módulo de atención para madres solteras trabaja con la población muy vulnerable a la depresión posparto; en ambos casos, es evidente que, aun sin cuantificarlo, existe un efecto positivo en la esfera mental.
Otras iniciativas de gran demanda, como el Programa Institucional para la Persona Adulta y Adulta Mayor (PIAM) de la Universidad de Costa Rica, van también por la misma línea.
Se requiere un cambio en el modelo de atención de la salud mental, concientizar sobre el frecuente componente psiquiátrico en la enfermedad física dentro del hospital general (no solamente en los centros o servicios de psiquiatría o psicología) y promover precios asequibles de los medicamentos.
Pero si el desarrollo del reglamento de la nueva ley pretende abordar integralmente, desde sus orígenes, la carga global de enfermedad mental, deberá impulsar, sin temor alguno, acciones concretas que no necesariamente tengan una relación “directa” con este campo.
De esta manera, habrá que librar la lucha a favor del etiquetado nutricional amigable, educar sobre el control parental de las redes sociales y el uso de dispositivos electrónicos por niños y adolescentes, regular la marihuana recreativa priorizando estos aspectos y no intereses comerciales, fomentar el aprendizaje financiero sano, incentivar la adopción de estilos de vida saludables en cada centro de salud o municipalidades, es decir, más salud física y mejor estado emocional.
Por otra parte, es necesaria la ética a la hora de transmitir información sensible en medios de comunicación, especialmente en las redes sociales, e impulsar programas de fortalecimiento del vínculo padre-madre-hijos en los grupos poblaciones, con particular énfasis en las familias de alto riesgo, como lo ha demostrado con excelentes resultados Child First en Estados Unidos.
Nos quedan menos de seis meses. Somos todos los actores sociales, usted y yo, los que podemos aportar ideas, sumar esfuerzos y consolidar una lucha gestada por muchos durante tantos años.
ricardo.millangonzalez@ucr.ac.cr
El autor es médico especialista en psiquiatría y profesor asociado en la Universidad de Costa Rica.