La declaratoria del 1.° de diciembre como Día de la Abolición del Ejército es un hecho relevante. Se trata de conmemorar uno de los acontecimientos más trascendentes de la historia nacional. Sin embargo, la referencia a la abolición en un día particular genera un equívoco que escapa a la percepción inmediata y causa una profunda distorsión del propio hecho histórico.
Me refiero a la reducción de ese episodio a un acto único y personal. La explicación no puede diluirse en una interpretación mesiánica, casi teológica, del modo como se dio. Quizá la célebre fotografía del mazazo al Cuartel Bellavista buscaba una deliberada evocación romántica. Pero nada más alejado de la realidad histórica: la abolición es resultado de la historia nacional.
Es en la segunda mitad del siglo XIX que el “problema” militar aparece diáfanamente. Costa Rica emerge de la Campaña Nacional de 1856-1857, gozando del prestigio del vencedor en una guerra regional y con la condición indiscutible de la mayor potencia militar centroamericana.
El poder del Ejército llegó a ser inmenso y pudo condicionar el desarrollo de la incipiente sociedad civil. La disputa por el poder acabó con el fusilamiento de Mora y Cañas y, bajo el resguardo de las armas, los célebres coroneles Blanco y Salazar dominaron el panorama político nacional.
Primer golpe. Esta etapa de auge militar sufre su primer golpe con el advenimiento del coronel Tomás Guardia y la pléyade de ilustres liberales que le sucedieron. Con ellos, Costa Rica consolida la construcción política de la sociedad civil. Durante ese período el país se desteta de sus vínculos con el influyente sector militar e inicia un período de brillante arquitectura jurídica. Se aprobó la Constitución Política de 1871, se abolió la pena de muerte, se estableció la separación del Estado y la Iglesia, se secularizó la vida social y se promulgó nuestro Código Civil. En consonancia con ese proceso, la educación goza de un impulso extraordinario.
Con el inicio del siglo XIX, la sociedad civil da nuevos pasos en la búsqueda de una organización desmilitarizada y pacifista. Los nuevos gobernantes intensifican los esfuerzos para la creación de una fuerza policial que asegure la convivencia y la seguridad ciudadanas a las órdenes de autoridades civiles. Al mismo tiempo, el ejercicio del poder evoluciona aceleradamente hacia la constitución de un régimen de partidos políticos. La política, encabezada por legendarios gobernantes pasa a ser una de las actividades más importantes de la vida social.
Las fuerzas militares vivieron esos cambios como un ataque frontal a su autoridad y prestigio. En la naciente práctica electoral, la designación de candidatos y la trasferencia del poder no garantizaban el respeto de la voluntad popular, y sus incipientes métodos generaron crisis de legitimidad política.
En unas elecciones confusas, en las que Alfredo González Flores resulta electo sin haber sido candidato, el descontento popular se fusiona con la disensión militar. Unido a esto, las reformas económicas impulsadas dan el toque a rebato en los cuarteles militares.
Época oscura. Con el golpe de Estado del general Federico Tinoco se inaugura una época oscura, de graves episodios de prisión, tortura y muerte. Luego de dos años turbulentos, plagados de movimientos populares, el incendio del diario oficialista La Información y el asesinato del ministro de la Guerra y hermano del dictador, Tinoco abandona el poder. A pesar de la enervación social contra los desmanes de la dictadura, Acosta logró restituir la sociedad civil bajo la consigna de “perdón y olvido” y eliminó el odiado Ministerio de la Guerra. De esta forma, el Ejército costarricense resulta aniquilado y solo mantiene una presencia meramente decorativa.
En 1941, una misión norteamericana que evaluaba la capacidad para enfrentar el clima de guerra mundial, quedó decepcionada. Costa Rica no tenía un ejército. Calderón Guardia debió aceptar la creación de una fuerza militar moderna, conocida como la Unidad Móvil: contaba con un efectivo de 75 personas y tres oficiales, de los cuales solo uno poseía experiencia de combate. Durante la Guerra Civil de 1948 se supuso que estaría a la cabeza de las milicias populares comunistas que apoyaban al gobierno. Pero, sin coordinación con ellas, sus esporádicas acciones de guerra fueron desastrosas.
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En Costa Rica, no había recursos para una insurrección militar, pero Figueres logró el apoyo de la Legión Caribe, organización internacional que poseía los activos y la logística necesarios. Por esta razón, la única fuerza armada existente en ese momento fue el Ejército de Liberación Nacional, comandado por Figueres. La victoria de la “revolución” desembocó en una dictadura militar de 18 meses y, con el simbólico mazazo al Bellavista, el suyo era el único ejército que podía abolirse.
Por tanto, concluyo que el 1.° de diciembre es la fecha que conmemora no la abolición del Ejército, sino la elevación a nivel constitucional de un hecho que ya había efectuado la propia Costa Rica.
El autor es filósofo.