La bioética es una disciplina académica interdisciplinaria surgida en los Estados Unidos a finales del decenio de 1960 debido a los dilemas éticos planteados por el progreso de la ciencia y la tecnología en la medicina. Los teólogos católicos estadounidenses iniciaron la discusión en la década de 1940 con sus disquisiciones casuísticas. Sin embargo, la bioética se desarrolló durante las décadas de 1970-1980, pues no se redujo a las cuestiones médicas y clínicas del paciente, sino que fue comprendida ampliamente en relación con la ecología, el bienestar animal, la agroecología, la ingeniería genética, los organismos genéticamente modificados para el consumo, entre otros dilemas presentados por la tecnociencia que afectan a los seres vivientes y la salud pública.
Desde hace años, en Costa Rica, los complejos procesos legales presentados por la fecundación in vitro (FIV) mostraron la urgencia de una discusión pública y académica sobre temas de bioética. La FIV sentó un precedente nefasto para la historia de los derechos humanos, pues a pesar de que hubo discusión social, durante años algunos diputados fueron incapaces de legislar por motivos ideológicos y religiosos, hasta que “la Corte Interamericana de Derechos Humanos dictaminó que la prohibición en Costa Rica de la FIV violó el derecho a la intimidad, el derecho a la familia y el derecho a la integridad personal” (K. Mutcherson, en The Oxford Handbook of Reproductive Ethics, 2017).
Una lección que aprender es que los dilemas de bioética no se resuelven inicialmente por la vía de la moralidad, sino que es necesaria previamente una amplia discusión ética pública y académica para luego crear leyes tan complejas como las relacionadas con la ética del inicio y final de la vida. Así, pues, hay que distinguir entre bioética como deliberación y el bioderecho como legislación.
Comité nacional. En Costa Rica, es necesaria la creación de un comité nacional consultivo de bioética para presidir la discusión pública y académica que sirva para la constitución del bioderecho. La doctrina de los derechos humanos debe ser el fundamento de dicho comité, que no debería estar afiliado a los intereses de ninguna institución.
Un comité nacional consultivo de bioética debería ser una institución estatal autónoma que convoque a juristas, médicos, biólogos, filósofos, teólogos, psicólogos y ciudadanos, dependiendo de los casos, a fin de recoger el saber y conocimiento de especialistas y ponerlo al servicio del Estado costarricense.
La interdisciplinariedad constituye una de las condiciones ineludibles para forjar un corpus bioethicum que evite las contradicciones entre las leyes y sirva para esclarecer los nuevos dilemas de bioética presentados por el progreso científico y tecnológico.
En una sociedad democrática como la costarricense, la “comunicación” (Jürgen Habermas), mejor aún, la “deliberación” (Paul Ricœur) son necesarias para afrontar las disyuntivas de bioética propias de un país en modernización y llegar a un consenso político y legal.
Discusión. Cierto, la discusión de temas relacionados con la bioética pone en cuestión la moralidad costarricense, erróneamente identificada con el conservadurismo católico o el fundamentalismo religioso, pero las soluciones deben surgir del diálogo y la deliberación frente a los desafíos inéditos presentados por la ciencia y la tecnología.
Un comité nacional consultivo de bioética, como una institución encargada de presidir, fomentar y propugnar públicamente la discusión de los nuevos dilemas de bioética puede contribuir, con responsabilidad y justicia social, a afrontar y resolver los desacuerdos existentes por criterios morales divergentes, particularmente, en relación con el inicio y final de la vida del ser humano, a fin de facilitar la creación de una legislación en bienestar de la salud pública de acuerdo con la doctrina de los derechos humanos, el bioderecho.
El autor es bioeticista.