
Hace algunos días tuve la oportunidad de visitar el Parque Nacional de Diversiones con mis amigos. La razón principal, además de pasar un buen rato con ellos, era visitar la nueva y emocionante Casa del Silencio 3 “El Origen”.
Luego de haber disfrutado de un par de atracciones ya conocidas, decidimos ir a lo que habíamos venido. A pesar de que nos esperaba una fila de hora y media aproximadamente, no desistimos de la tentación de descubrir que había adentro. Me repetía en mi cabeza que esta debía ser precisamente la mejor de todas las casas de sustos, ya que la tercera es la vencida.
Cuando la larga espera llegó a su fin, nos colocaron en dos filas para la entrada y ahí obtuvimos nuestro primer susto, con el cual se daba la oportunidad a cada visitante de retirase o continuar el recorrido. Sinceramente me arrepiento de no haber salido en ese momento. La casa de sustos en sí no está mal hecha y los actores que esperan a sus presas dentro de ella tampoco realizan mal su tarea. Debo admitir que sí me asusté.
Injusticia. Luego de pasar por varios corredores angostos y oscuros, llegamos a un pasadizo más amplio donde al menos las personas cabían en posición normal. Estaba oscuro y yo solo se escuchaban gritos. De pronto se iluminó el suelo. Yo estaba encandilada por el cambio drástico de luz. Debajo de nosotros, en una jaula con una lámina transparente funcionando como tapa, había miles de ratones blancos, cegados por la luz, sordos por los gritos y petrificados por nuestra presencia.
Mis ganas de continuar el recorrido desaparecieron. En mi mente no cabía la idea de enjaular a unos indefensos seres vivos para asustar a las personas. Estoy consciente de que este tipo de animal no es exactamente el preferido por la humanidad; aun así, es y seguirá siendo un ser vivo, por más que esté tras las rejas para nuestro entretenimiento. Es totalmente injusto utilizar un animal enjaulado para crear miedo. Aunque se trate de las llamadas ratas de laboratorio, no deben ser objeto de un experimento que ya tiene respuesta, y menos de un experimento que las haga sufrir.
Estos roedores tienen una alta capacidad de audición que sin duda les ha de crear una molestia cuando salen a escenario. Además, poseen una visión que obviamente les permite notar la fuerte luz que se enciende después de cinco o diez minutos de oscuridad total. Todo esto durante un período de ocho a diez horas diarias, dependiendo del día de la semana.
Yo no comprendo por qué deben ser animales los que están allí dentro, cuando perfectamente podría utilizarse un actor en su lugar o unas increíbles ratas de goma confundibles a simple vista.
En mi opinión esta lamentable situación solamente necesita de un poco más de conciencia y respeto hacia la naturaleza y todo lo que nos rodea.