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La confrontación EE. UU.-China se libra ya en otros Estados

En el eje sino-estadounidense, el tiempo, el lugar y la forma importan, y aquí es donde Estados que hasta hace poco no estaban en el foco de Pekín y Washington, hoy son punto de disputa

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El mundo observa una fase intensa de la confrontación geopolítica entre China y Estados Unidos para definir la agenda de la política internacional y el orden sistémico de esta centuria. No solo se trata de las dos más grandes economías, sino de dos superpotencias con proyectos hegemónicos. Pekín promueve uno de corte confuciano; mientras que Washington recurre a la vieja ortodoxia del hegemonismo tradicional. Con Trump, se ha acentuado el modelo soberanista de hace 100 años, complementado con la política del big stick.

En los últimos años, China logró completar su reforma de los asuntos militares y consolidarse como una potencia con alcance global. Sin embargo, uno de los puntos de mayor tensión es la carrera por la alta tecnología y la inteligencia artificial. Por eso la lucha por minerales estratégicos (17 elementos químicos: tierras raras) y el interés en Ucrania y sus recursos minerales. En esto, Europa está quedando fuera.

No se trata de un enfrentamiento geopolítico en los términos tradicionales, sino de una geopolítica ajustada a las dinámicas globales del siglo XXI, en donde la lucha por el espacio cibernético es clave. Ya no es solo por espacio geográfico.

En las últimas décadas, la economía china ha crecido exponencialmente y la estadounidense se ha estancado (y, en algunas áreas, ha declinado). Pero en donde más se observa esa brecha es, precisamente, en la carrera cibernética. Por eso, el lanzamiento de DeepSeek (versión 3) obligó a las empresas en EE. UU. a lanzar una nueva versión de su principal Chabot (GPT-4). Y en los campos relacionados, como la telefonía móvil y el desarrollo del 5G, la lucha se profundiza. Rusia y Europa han quedado rezagados.

De ahí que en el eje sino-estadounidense el tiempo, el lugar y la forma importan, y aquí es donde Estados que hasta hace poco no estaban en el foco de Pekín y Washington, hoy son punto de disputa.

Una variable en este sentido es la relevancia que le otorgó la Casa Blanca a su “traspatio geopolítico”: Centroamérica y el Caribe. Por eso, la primera visita del secretario Marco Rubio fue a países de la región, considerados como “firmes aliados” en su lucha con China.

Hoy, cada paso que dan esas superpotencias responde al contexto altamente polarizado y a la competencia hegemónica. Y no se puede obviar el rol de Rusia. Por tal razón, Trump busca un acercamiento con Moscú y así torpedear el eje sino-ruso.

conflicto china estados unidos
En las últimas décadas, la economía china ha crecido exponencialmente y la estadounidense se ha estancado. Pero donde más se observa esa brecha es en la carrera cibernética. Foto: Shutterstock

Esto forma parte, reitero, de la construcción de un nuevo orden internacional que no responde a las reglas del orden liberal de la segunda mitad del siglo XX. Las organizaciones intergubernamentales no cumplen un papel de relevancia, sino que están subordinadas a los intereses de las superpotencias. Es la tesis de Tucídides de que los débiles solo tienen una opción: subordinarse al poderoso.

Con el actual nivel de tensiones y el juego de cartas que está sobre la mesa en los distintos frentes, no se puede descartar el aumento de las tensiones que conduzcan a un conflicto sistémico. Pero, sobre todo, a una división del mundo en tres esferas de influencia (doctrina Putin). Una especie de desglobalización, de fuertes rivalidades regionales, de “puntos calientes” alrededor del mundo y de normas y regulaciones diferentes en cada área bajo el control de una superpotencia.

En ese escenario, los que enfrentan mayores retos son los países pequeños y medianos, porque se les reduce su margen de maniobra y son obligados a escoger a su “aliado”. Esto se manifiesta sobre todo en tres áreas: mayor presión diplomática, aumento de la dependencia tecnológica, y riesgos y desafíos en las oportunidades de inversión en alta tecnología.

Costa Rica es un buen ejemplo de esa situación: por las diversas visitas de la generala Richardson el año pasado; algunas decisiones de la administración Biden y las advertencias de Marco Rubio hace unos días en la reunión en Casa Presidencial. El país queda subordinado a Washington.

Cuando dos gigantes, con otro al acecho, se enfrentan en un escenario pequeño, nadie queda exento del juego político; por eso, países como Costa Rica y Panamá quedan atrapados en la dinámica de la alta política mundial, y tienen que hacer concesiones onerosas.

camuza@gmail.com

Carlos Murillo Zamora es catedrático de Administración Pública y Relaciones Internacionales en la UCR y la UNA. Es director del Centro de Investigación Observatorio del Desarrollo (CIOdD-UCR).

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